Creo que soy valiente,
aunque a veces me sienta débil.
Creo que puedo con todo,
aunque me asusten las cosas nuevas.
Creo que soy fuerte,
aunque a veces no pueda ni con el peso de mi propia vida.
Y entonces me pregunto…
¿por qué, si me siento así, aún me creo valiente?
Tal vez porque, aunque tuve miedo,
igual me lancé.
Aunque dudé,
me paré frente a lo desconocido.
Aunque temblaba,
enfrenté mis problemas con lo que tenía:
un corazón herido,
pero con ganas de seguir.
Mi alma tiembla, sí…
pero me sostengo.
Me dejo sentir,
dejo que fluya,
aunque a veces no se detenga.
Porque entendí que ser vulnerable
no me hace menos,
solo más real.
Nunca sabré si gano o pierdo
si no me atrevo a intentar.
Nunca sabré si soy capaz
si no doy el primer paso.
Y sé que no podré sobrevivir
si dejo que el miedo me paralice.
Hoy soy fuerte,
pero no lo soy siempre.
Hoy fui valiente,
pero no todos los días me siento así.
Y sin embargo,
cada paso, cada caída,
me ha enseñado que sigo viva,
que sigo de pie
aunque me haya resbalado mil veces.
La gente me ve firme,
pero no sabe cuántas veces
me reconstruí en silencio.
Y no me avergüenza haber caído.
Al contrario: me da fuerza.
Porque me levanté.
Con miedo, sí.
Pero lo hice.
Y eso… eso me hace valiente.
Ser valiente no es gritar,
ni mandar, ni nunca llorar.
Es saber caer,
saber llorar,
saber sentirse derrotado
y aún así volver a levantarse.
No todos los valientes llevan espadas ni armaduras.
Algunos llevan heridas y temores…
y aún así siguen luchando.
Y eso, eso los hacen guerreros.
ﮩ٨ـﮩ٨ـﮩﮩ٨ـﮩ٨ـﮩﮩ٨ـﮩ٨ـﮩﮩ٨ـ🧠🫀ﮩ٨ـﮩﮩ٨ـﮩ٨ـﮩﮩ٨ـﮩ٨ـﮩﮩ٨ـﮩ٨ـﮩﮩ٨
٨