Odiarme

Hay días en que me detesto más que nunca.
Especialmente cuando dentro de mí hay tormentas,
truenos que no callan,
y me odio.

Me odio por amar sin medida,
por entregarme sin reservas.
Me odio por pensar tanto,
por sentirlo todo tan intensamente.

A veces me pregunto:
¿Son defectos, realmente?
¿O solo son las formas en que decido verlos?
Porque si no soy un conjunto de fallas,
entonces… ¿quién soy?

Me duele odiarme por cosas
que quizá deberían ser normales:
por dar más de lo que recibo,
por sentir más de lo que otros entienden,
por esperar lo mismo y encontrar solo migajas.

Y entonces me odio un poco más.

Porque si ser yo
significa siempre un demasiado que duele,
entonces soy muchas cosas…
pero al final no soy nada.

Solo alguien que sufre por otros,
que se rompe cada vez que ser mucho
le cuesta la paz.
Y cada vez que eso pasa,
me cae encima otra gotita de odio al vaso por llenar.

Quizás otra tormenta este por empezar...

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