Emily salió de la Torre Adams con su hijo Dan de la mano. Dan miraba atrás, sin entender por qué se iban sin su papá.
— Mamá, tenemos que volver a por papá. — Emily se detuvo. — Es él, mamá. Es papá.
Emily lo tomó de un brazo con fuerza, agachándose a la altura de los ojos de su hijo.
— ¿Cuántas veces te he dicho que no te alejes de mí? — Le preguntó. — ¿Sabes lo preocupada que he estado? ¡¿Lo sabes, Dan?!
Dan, sintiendo el tono de enfado de su madre, bajó la cabeza y las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos.
— Yo solo quería ver a papá… — Susurró.
Emily suspiró profundamente y lo abrazó.
— Lo siento, Dan. Mamá está muy nerviosa.
— ¿Es por haber visto a papá?
Dan, que se encontraba apretado en los brazos de su madre, fue liberado. Emily pensó detenidamente. ¿Por qué Nathan estaba aquí? ¿Por qué ahora?
— Emily.
Una mano se posó en su hombro y Emily se giró, reconociendo a la mujer que tenía a su lado. Ágatha Adams, la madre de Nathan.
Emily se levantó de inmediato.
Ágatha la miraba con ojos fríos, sin ningún tipo de emoción, solo juicio y desprecio.
— Señora Ágatha… — Apenas pronunció Emily.
— ¿Qué estás haciendo aquí, niña tonta?
— Lo siento. Sé que no debo acercarme a la Torre Adams, pero…
— ¡Pero! Si sabes que no debes acercarte, no te acerques y punto. A ver, ¿qué estás haciendo aquí?
Al lado de su mamá, Dan se agarró a su falda, observando con miedo y curiosidad a la mujer.
— Estoy aquí por mi hija, señora Ágatha. — Respondió Emily, esforzándose en mantenerse tranquila a pesar de la tensa situación. — Por la hermana melliza de Dan, pronto será la operación y el hospital no deja de insistir en el pago de las facturas.
Una sonrisa torcida apareció en los labios de Ágatha Adams.
— Dinero, claro. — Ágatha tomó su pequeño bolso con ambas manos y no mostró ninguna empatía. — Le diré a Jordán que te haga un ingreso, ahora vete y no vuelvas por aquí. Menos con él. — Dirigió la mirada a Dan y Emily, aunque no lo hizo, sintió el impulso de esconder a su hijo de la atroz mirada.
— Me dijo que Nathan se había ido y no iba a regresar jamás. — Le reclamó Emily.
Ágatha dio un paso hacia ella.
— Escúchame bien, tontita. — La agarró agresivamente de un codo y tiró de ella. — No me importa lo que te dije o no. Lo único que me importa es que no tienes permitido acercarte a él… A ninguno de nosotros. ¡¿Entendiste?!
Emily tragó saliva, sin apartar sus asustados ojos de Ágatha.
— Missy necesita a su padre.— No pudo callarse a pesar del miedo. — Y Dan también.
— No quiero verte por aquí otra vez.
Ágatha la empujó al soltarla y Emily fue a caer contra el suelo, frenando con sus manos la caída.
— ¡Mamá! — Se asustó Dan.
Emily miró las magulladuras ensangrentadas en las palmas de sus manos, le dolía, pero se esforzó por fingir que no era así frente a su hijo.
— Mamá está bien, Dan.
— ¡¿Por qué ha empujado a mi mamá?! — Le gritó Dan a Ágatha, siendo detenido por su madre.
— Quédese tranquila, señora Ágatha. — Habló Emily, sosteniendo con firmeza la mano de su hijo. — No me acercaré a Nathan.
Ágatha la miró soberbia.
— Eso espero. — Dijo, y se marchó.
Emily respiró por fin con calma y miró a Dan que lloraba pese a estar luchando por no hacerlo.
— Dan… — Lo llamó preocupada. — Cariño. — Lo acercó a ella y lo calmó con un abrazo mientras frotaba su pequeña espalda. — Ya pasó. Mamá está bien. Gracias por defenderla. — Dan aspiró por la nariz y Emily lo apartó de ella. — Mi pequeño hombrecito.
Cuando alguien se detuvo a su lado y le ofreció una mano como apoyo.
Emily rechazó el contacto físico, poniéndose de pie por sí sola.
Jordán Adams, el hermano mayor de Nathan, cerró su puño. Su rostro, siempre severo, mostraba algo de frustración y desprecio.
— ¿Qué estás haciendo aquí, Emily? — Le dijo Jordán, con un tono de desdén.
— Nos vamos, Dan. — Habló Emily con su hijo, disponiéndose a hacerlo andar delante de ella.
Jordán la sostuvo con fuerza de un brazo, sin permitirle escapar.
— ¡Suéltame!
Jordán no la soltó, al contrario, apretó su agarre con más firmeza.
— Sabes que no tienes derecho a estar aquí, no después de lo que hiciste. — Una sonrisa soberbia asomó en sus labios. — Te has enterado de su regreso y has venido corriendo a buscarlo.
— ¡No es así! — Replicó Emily, sintiendo a su hijo agarrado a una de sus piernas.
— Mejor. Nathan no querrá ni verte.
Emily apretó los dientes. Sabía que discutir con él no serviría de nada, solo la desgastaría aún más de lo que ya lo estaba. De todos los miembros de la familia Adams, Jordán siempre era el más directo, el más rencoroso.
— Necesito…
— Dinero. Ya lo sé. — Jordán la soltó. — Escucha atentamente, te voy a ayudar una vez más, pero está será la última si me entero de que te has acercado a Nathan.
Emily asintió. No podía permitirse el lujo de mantener su orgullo. Su hija era más importante que ella misma.
— Solo dame el dinero. — Dijo.