Bastián
-De verdad creo que exageras un poco – Me dice – Ella no creo que haga todo por moestarte, simplemente son distintos
-Alex, es dos minutos que nos llevamos bien y ella hace algo, no sigue las normas. Le dono sangre a un niño, sin esperar para saber que sangre era la del niño, le aplico primeros auxilios a uno de los hombres que tiroteo el campamento, se metió en un incendio para sacar a personas, siendo que tenemos un protocolo a seguir – Lo escucho suspirar por el celular.
-Bastián, ambos sabemos que eso lo hubieras hecho tu también, solo que ella actúo primero, en cuanto al hombre que tiroteo el campamento, sabes que no podían negarle atención y si me guio por los comportamientos de esos grupos humanos, seguramente ella se convirtió en intocable para ellos, es más yo que tu me cuidaría de hablarle mal en público y que este alguna persona pertenenciente a ese grupo – Me dice
-Yo también ayude después, por seguir mi juramento Hipocrático, así que no solo ella tiene su aceptación si es lo que pretendes decir. - Aseguro – Además es la única que me trata de usted, me hace sentir más mayor de lo que soy.
-En lo último te entiendo, odio que me traten de usted o señor, estoy en la mejor etapa de mi juventud con 33 años, claro que yo me conservo más que tú, que pareces de 40 y tienes mi edad.
-Exageras, además yo no uso cremas ni me hago tratamientos y me dejo la barba, cosa que tu no haces, por eso tienes cara de bebé
-Lo dices desde la envidia ya lo se. - Ríe – Te dejo, tengo que ponerme a trabajar.
Me corta sin dejarme decir nada, él siempre es así. Yo solamente procedo a preparar todo para la recorrida, hago el llamado y curiosamente la única que llega unos minutos tarde, es quien se ha dedicado a ser mi dolor de cabeza.
- Tarde – Le digo, ella come una manzana
- Lo siento señor dictador, pero me dieron esta manzana para que desayunará y agradecí el gesto – Siempre contestando con una sonrisa, diciéndome dictador y tratándome de usted. – Aunque se que ya le gusta pelearme, por eso no diré nada, solo en marcha – Sube a la camioneta que es la que esta al lado nuestro, suspiro, doy la vuelta, me subo del lado del conductor.
—Doctora, ¿puede, por favor, dejar de tratarme de usted?
—Ah, doctor, es que disfruto tanto verlo enojado. ¿Por qué quitarme esa pequeña diversión? - Pregunta la descarada con una sonrisa traviesa.
—Bien, pues la castigaré con 72 horas seguidas de guardia. Veamos si eso la sigue divirtiendo. -Exasperado
—Usted puede intentarlo, doctor, pero no me molestará. En el fondo, me encanta molestarlo.-Respiro hondo, siento ganas de matarla.
Llegamos al campamento y comenzamos nuestras rondas, atendiendo a las personas que lo necesitan con diligencia y profesionalismo.
—A pesar de que eres insoportable a veces, debo confesar que hacemos un buen equipo.
Justo cuando iba a responder, un estruendo nos interrumpe. Una de las ruedas de la camioneta revienta, y siento cómo me empuja contra su lado mientras intento estabilizar el vehículo. La camioneta comienza a volcar, y en medio del caos, todo se vuelve nebuloso para ambos.
Las vueltas y el estruendo cesan. Todo se convierte en un silencio ensordecedor. Poco a poco, el mundo vuelve a enfocar. Abro los ojos y noto que ella está a mi lado, inconsciente. Mi instinto de médico se activa de inmediato.
—¿Estás bien? —la llamo, con voz temblorosa.
Ella abre los ojos lentamente y veo el alivio en su rostro cuando nuestras miradas se encuentran.
—Parece que estamos enteros —dice, con una leve sonrisa, tratando de restar importancia a la situación.
—No te muevas, necesito ver si tienes alguna herida —le respondo, revisándola meticulosamente.
Afortunadamente, parece que solo tiene unos cuantos rasguños. Me siento algo aliviado, pero sé que nuestra situación sigue siendo precaria. En un intento de moverme, siento un dolor agudo en mi pierna. Ella lo nota de inmediato.
—Déjame ver, parece que estás herido. - Preocupada
—No exageres, estaré bien —le digo, aunque el dolor es evidente.
Con su ayuda, logro sentarme y entre los dos sacamos el radio de la camioneta volcada. Ella toma el radio
—Aquí campamento base, tuvimos un accidente. Necesitamos ayuda en las coordenadas... —ella da las coordenadas con precisión mientras yo intento mantenerme consciente. - Él está herido, necesitamos asistencia médica urgente, ya le di los primeros auxilios, pero la pierna no deja de sangrar y él no quiere quedarse quieto..
—Estoy bien, no exageres —murmuro, tratando de quitarle hierro al asunto.
—Silencio, déjame terminar —dice, con determinación en su voz, lo que me sorprende, siempre suele ser suave.
La transmisión finaliza y nos quedamos en silencio, esperando la ayuda. Ella vuelve a revisar mi pierna, la veo ir hacía atrás de la camioneta volcada, hace esfuerzo y viene con el maletín, me pone otras vendas.
-En serio no es necesario, además te pusiste en peligro al sacar el maletín. -Trato de disimular e dolor
-No se haga el que no le duele, porque lo hace, es una herida profunda en el muslo, debería no moverse, no puedo coserlo, porque no logro encontrar el equipo de sutura, además de que no tengo conque desinfectar de forma correcta – Preocupada – Si necesita algo me dice
-¿Harías cualquier cosas? -Ella asiente mirándome un poco desconfiada – No seas mal pensada, solo quiero que no me trates de usted. - Ella me sonríe
-Si me hace caso, lo pensaré doctor Corliani. -No puedo evitar sonreír tabién.
A pesar del dolor y la incertidumbre, hay un extraño sentimiento de camaradería que nos envuelve a ambos.