Dicen que la vida es una sola y que hay que vivirla y disfrutarla al máximo.
Pero, ¿qué pasa cuando te sientes cansada de fingir y de cargar con el peso de un día a día que ya no tiene sabor?
Déjame explicarme un poco mejor.
¿Se puede ser feliz en un entorno lleno de dolor?
Si tu respuesta es no, te entiendo completamente. Esa misma fue mi respuesta cuando, a mis dieciséis años, me hicieron la misma pregunta. En aquel momento, la idea de encontrar luz en la oscuridad me parecía imposible e incluso ridícula.
Sin embargo, déjame añadir algo más. Aunque las situaciones suelen ser complicadas y a veces parecen un laberinto sin salida, hay una chispa de felicidad que puede surgir en medio del caos. Puede venir de un amigo leal, de la ternura de una mascota, de las páginas de un libro que te atrapa, de la melodía de una canción que te hace vibrar... o incluso de algo tan simple como sentarte a ver un atardecer mientras los pajarillos cantan su melodía en el fondo.
En mi caso, tuve la suerte de contar con una persona especial, y todo fue gracias a él. Nunca pensé que alguien pudiera tener el poder de hacer florecer lo que ya estaba marchito. Yo estaba marchita, como una flor olvidada en un rincón oscuro. Una vez, alguien me dijo que era una persona a la que no valía la pena salvar, alguien que no tenía arreglo. Esa afirmación caló hondo en mí, y, en ocasiones, me encontraba creyendo que era verdad.
Pero ese chico, con sus hermosos ojos verdes llenos de vida, me hizo darme cuenta de lo equivocada que estaba conmigo misma. Con su luz, iluminó mis rincones más oscuros y me enseñó a amar cada uno de mis defectos. Me hizo sentir preciosa, no solo para él o para el mundo, sino, sobre todo, para mí misma.
La vida cobró un nuevo sentido, una nueva esperanza. Todo parecía posible, como si estuviera en la cima de una montaña, contemplando un horizonte lleno de promesas. Pero, al abrir los ojos, la realidad se presentó nuevamente, confusa y abrumadora. Lo tenía frente a mí, pero no de la manera que hubiera querido que terminara.
La vida tiene una forma insidiosa de arrebatarnos a los que más amamos.
Ese chico paso de ser mi mundo, a ser mi universo.
Un universo donde cada persona es una estrella, y cada estrella un recuerdo.
Siempre, a pesar de todo, él seguiría en mi corazón.
Siempre sería la estrella más brillante de todas.