Siempre Tuya

Capítulo 2

 

Alexandra

Siento el corazón salir del pecho —se cuan amigo es Fernando de Noé —sé que Judith esta con el mismo miedo —Adriano esta agarrado de la mano de Judith —mis pequeños lo coloque detrás nuestro en sentido de protección —los ojos de Fernando se intercalan en la numerosa familia que tiene frente suyo, puedo ver sorpresa en su rostro —si Fernando logra ver a mis hijos se dará cuenta del parecido que tienen con Noé sin obviar que conocerá a su hijo —¡mierda! —exclama Judith, al ver que Fernando está intentando cruzar la pista.

—Ale, llévate a los niños —yo entretendré a este idiota — anuncia mientras me da la manita de Adriano.

—¿Estas segura? —pregunto algo dudosa.

—Sí, estoy segura —enfatiza, se suelta del agarre del bebé y le deposita un tierno beso —ahora es Judith, quien camina hacia Fernando —nosotros aprovechamos aquello para subirnos al auto, debemos salir de aquí cuanto antes —con aquellas palabras en mi cabeza me meto con los niños y David al auto que nos llevaría en casa.

Siento a David tomarme de la mano —todo estará bien, lo escucho decir mientras me sonreí gentilmente.

—Eso espero —dije soltando un pequeño suspiro y miré por última vez hacia atrás —Judith y Fernando estaban parados frente a frente.

—Ya la conocemos —dijo David en tono sonriente, haciéndome recordar cómo era mi amiga —no había nada que temer, me aferre al brazo de David —nuestros pequeños estaban acomodados en sus respectivos asientos para bebés. El auto se puso en marcha y con ello nos alejamos de un primer encuentro inesperado que pude tener grandes consecuencias.

—Por fin en casa —dije cuando vi el auto estacionarse en la que sería nuestra casa temporal.

—Salimos del auto —vino la señora que estuvo a cargo de cuidar la casa todo este tiempo —señores sean bienvenidos —nos saludó junto a su esposo con quien cuidaba la casa.

David empujo los coches de los gemelos mientras yo tome a Adriano de la mano, la señora María y el señor José nos ayudaron con las maletas —entramos a casa —dividimos lo que sería las habitaciones de los bebés, la nuestra y la de Judith. Una vez organizo todo, teníamos que ir al hospital donde estaban mis padres.

—David, ¿puedes quedar con los bebés? —pregunte.

—Claro que si mi amor, se te olvida que también son hijos míos.

—Lo se cariño —gracias —me sentía tan conmovida con David, sentía que si le ponía más ganas podría enamorarme de él, pero no era momento de pensar en aquello —mis padres eran mi prioridad, así que deposite un tierno beso en los labios de David y me despedí de él tanto como de mis niños —camine hacia la cochera donde teníamos nuestro auto.

—Hola bebé, cuanto tiempo sin vernos —dije mientras entraba a mi auto, años que no conducía, me sentía medio temerosa.

—Salí con dirección hacia el hospital donde estaban mis padres —me preocupaba no tener noticias de Judith —encontré a Carmen, la señora que estaba a cargo del cuidado de mis padres quien al verme corrió a saludarme —mi niña —dijo mientras me abrazaba.

—¿Cómo están mis padres? —pregunte después de nuestro efusivo encuentro.

—Están recuperándose poco a poco —ya sabes son un poco mayores y la recuperación es más lenta —terminaron con múltiples fracturas en su cuerpo y no están colaborando con los médicos para sí tratamiento —finalizo Carmen.

—Gracias Carmencita —ya llegué y me encargare que esos señores sean más colaborados —dije en tono tierno —por favor ni una palabra a mis padres que estoy aquí —solicite.

—Pico de cera mi niña —respondió.

—Aquellas palabras me hicieron reír, después de despedirme de Carmencita y decirle que podía volver a casa me apersone al consultorio del médico que estaba a cargo del tratamiento de mis padres, quien muy amablemente me explico lo que deberíamos hacer y como estaba avanzando el tratamiento —gracias doctor —dije mientras procedía a retirarme de su consultorio para ir a la habitación donde estaban mis padres.

—Toqué la puerta de la habitación antes de ingresar, vi los ojos de mis padres ponerse brilloso, no sabía si estaban tristes o alegres de verme, pero yo corrí a su lado y les di unos tiernos besos en sus mejillas a ambos.

—Su mala hija está de vuelta —dije entre lágrimas, me dolía ver a mis padres enyesados y con golpes en su cuerpo.

—Aún no hemos muerto, porque lloras —dijo mi madre.

—Lo sé, solo que los he extrañado demasiado —dije en sollozo.

—¿Dónde están mis nietos? —pregunto mi padre, era el más feliz de haber tenido dos nietos varones y una princesa como ellos lo decían.

—Se quedaron en casa con su padre, ya sabes no puedo estar trayendo a los bebés al hospital —enfatice.

—¿Vino Judith? —pregunto mi madre.

—Si mamá, crees que ella alguna vez se separara de mi —dije en tono de burla.

Después de hablar con mis padres y suplicarles que dejaran a los médicos hacer su trabajo, tuve que volver a casa, me preocupaba no saber nada de Judith, habían ya pasado varias horas y su teléfono sonaba apagado, era mejor volver a casa y planear como haríamos con los niños y el tratamiento de mis padres quienes se comportaban como niños rebeldes al no dejar que los médicos lo trataran.

Todo el camino que conduje a casa fui pensando que haría —al estar de vuelta en esta ciudad me traía gratos recuerdos —extrañaba viajar y seguir haciendo mis videos —extraña muchísimo más esta ciudad de la que había imaginado, me sentía estúpida por haber dejado las cosas que amaba solo por una decepción amorosa —el idiota de Noé viviendo de lo más feliz y yo complicándome la vida  —<<Ale deja de pensar en Noé>> —me decía la vocecita en mi cabeza —no invoques al diablo que se te puede aparecer.

—Dios no lo quiera —respondí en voz alta —creo que ya me estaba volviendo loca, ya que hablaba conmigo misma, yo misma me preguntaba y yo misma me respondía haciendo voces raras —reí a carcajadas al darme cuenta de lo que hacía y moví la cabeza.




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