Velam, 10 de marzo del 2018.
De: Eloisa González
Para: El Dr. Heim
Estimado Dr. Heim, ante todo, un cordial saludo.
Probablemente le extrañará el recibir esta carta de la mano de uno de los chiquillos Vell, porque lo usual es que las personas se presenten en su casa y expliquen en detalles sus inquietudes. Pero, debido a lo que voy a explicarle a continuación, me pareció poco prudente salir, aunque fuera sólo por un corto periodo de tiempo.
No es un misterio para nadie que no soy de este pueblo, así como tampoco lo es el que se desconocen mis razones para viajar a este lugar, tan diferente de donde claramente vengo, en el cual se respira la sensación de antigüedad y abunda en todos los aspectos de la vida el arcaísmo. Sin embargo, no me queda más alternativa que la de rogarle que no recele de mis intenciones y, en cambio, me ayude cuando urgentemente lo necesito.
He llegado aquí hace diez días exactamente y, como sabrá, no he llegado sola.
Muchos de los habitantes se han sentido asustados al ver mi rostro, donde aún abundaba el rastro amarillento de lo que hace unos días eran moretones. No obstante, no es sobre eso sobre lo que quiero pedirle consejo (aunque si conoce un medio para aliviar el dolor que siento en el rostro y en las costillas, le estaría agradecida).
Retomando el asunto en cuestión, el motivo de esta carta es el pedirle ayuda con respecto a mi compañero. Él llegó aquí con un aspecto incluso peor que el mío. El viaje a caballo logró menguar su ya tambaleante salud. Hace días que se rehúsa a comer y levantarse de la cama, al mismo tiempo que se retuerce de un dolor físico que desconozco como sanar.
Le ruego que venga a verle, y, aunque carezco de los medios para pagarle por sus servicios en este momento, le prometo que en cuando mi compañero de viaje mejore conseguiré un empleo y pagaré lo que usted considere justo.
Atentamente, Eloisa.