Siempre tuya

Diario de Christine (2)

05 de marzo de 1994

Querido Diario:

Desearía no tener que comenzar esta carta con una disculpa. Creo que te has dado cuenta de lo orgullosa que puedo llegar a ser: No me gusta equivocarme. Jamás. ¿Y disculparme? ¡Sobre mi cadáver! Pero es lo justo, he madurado lo suficiente como para reconocerlo, así que aquí va: Lamento mucho haber sido una cuidadora tan negligente. Te abandoné durante cuatro largos años, incluso cuando anteriormente había prometido hablarte con cierta asiduidad.

Han ocurrido muchas cosas desde la última vez que te escribí, a los trece, y como podrás adivinar, ¡tengo un montón de situaciones con las que ponerte al día!

Antes de comenzar a escribir, me dediqué a la tarea de releer lo que te había contado en 1990, y me acordé de que, cuando escribí aquella carta, tenía muy claro en mi mente el tema que deseaba tratar en la siguiente, puesto que faltaba solo una semana para ello:  la inauguración de la sala de reuniones de la Orden del Bendito, en conmemoración a lo ocurrido catorce años atrás, el 17 de octubre de 1976: La Tragedia de los Monjes del Bendito .

Así que comenzaré desde allí, y luego te explicaré lo que ha sido de mi vida, junto con todas las vueltas, piruetas y saltos mortales que ha dado desde entonces.

Era una noche hermosa como ninguna. Mi madre caminaba apresurada de un lugar a otro buscando sus aretes, mi padre acomodaba su corbata frente al espejo y me dedicaba una sonrisa brillante como las estrellas, una sonrisa que era sólo para mí.

Estábamos tan felices... esa noche, ¡tan hermosa! veríamos un sueño, nuestro sueño, nacer. Solidificarse. Finalmente, después de tantos años de ser una organización pequeña, un proyecto, mis padres y otros Médiums lograron que la Orden se convirtiera en una entidad seria y respetada por la ley: aunque la Orden había estado construyéndose desde hace trece años, finalmente la veríamos ser admirada, finalmente tendríamos una organización que se juzgaría a sí mi misma, con su propia corte, que controlaría y regularía sus asuntos y normativas, como lo hacían los ejércitos con sus cortes marciales. Además, finalmente tendríamos un símbolo que nos representaría, y nuestros dones serían tomados como verdaderos, lo que derivaría, según papá me había explicado, en mejores expectativas laborales a largo plazo para todos nosotros. Y el mayor honor de todos: Retomaríamos la tarea que anteriormente cumpieron los Monjes, el cuidar del legado de Niebä… su don y su estirpe.

Todo eso sucedería aquella noche. Una noche llena de caminos, posibilidades, triunfos y gloria.

Rebuscando entre las cajas que traje desde la casa donde en ese entonces vivía con mis padres, encontré el discurso de mi padre para la inauguración. Al leerlo recordé el aroma de su perfume. Un olor que solía describirle a mi mamá como “olor a hombre”. Recordé su mirada cálida, sus ojos verdes como los míos. Recordé su voz citando estas palabras una y otra vez en la sala mientras mamá lo veía con cariño y con cierto fastidio. Recordé su letra cursiva, pequeña, inclinada hacia la derecha, mientras mamá y yo lo ayudábamos a corregir y mejorar el discurso. Querido diario, te citaré alguna de las partes de dicho discurso para que entiendas mejor lo que trato de explicarte, y para que tengas un pedacito de mi papá:

“El mundo es caótico, pero nosotros somos equilibrio.
El mundo es trágico, pero nosotros traemos esperanza.
El mundo es luz, pero sin nosotros la oscuridad se filtraría en él hasta matarnos a todos.
Todos sabemos que el mundo no podría continuar sin los Médiums y ahora nosotros nos unimos de nuevo, como hicieron nuestros antecesores, los monjes, para proteger este mundo, no solo del desequilibrio intrínseco a la existencia del hombre, ni del mal que amenaza con cruzar el umbral tras el cual se le ha encerrado, sino también para luchar contra aquellos que envenenan nuestras almas al hacernos creer que el mal es el camino correcto, aquellos que afirmar que los Brujos Destructores deben volver, aquellos que por su irracionales creencias asesinaron a cientos de Monjes del Bendito, nuestros tíos, hermanos, padres....

Todos los aquí presentes, sin embargo, nos rehusamos a permitir que las derrotas del pasado determinen nuestro futuro: hoy nos levantamos más fuertes, renaciendo de las cenizas y de la destrucción. Y así permaneceremos: juntos, justo como Niebä y los suyos hicieron en su tiempo para derrotar a todos los males.

Nosotros, al crear y pertenecer a la Orden del Bendito, protegeremos el don de los mundos, lo cuidaremos y resguardamos, enseñaremos a su poseedor la gran responsabilidad que implica, y no permitiremos que en su mente entren las perversas ideas de Los Herederos de los Oscuros, aquellos que brutalmente asesinaron a los Monjes del Bendito, los encargados de proteger detrás de las puertas de su monasterio a la Bendita anterior, Magdalena Harmon, tía de la Bendita que ahora queda bajo nuestra protección: Alba Scarlett Harmon.



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En el texto hay: amor, amistad, brujo

Editado: 03.09.2018

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