Siendo Padre, Aceptando tu llegada.

Capítulo 1

 

 

 

Capítulo 1

 

PARTE 1

Liam


 

—Me quiero ir —la queja de mi hermano hace que deje de mirar la hermosa pelirroja que se encontraba al otro lado del salón.

—No te puedes ir, eres uno de los anfitriones —voltea los ojos.

—No me interesa serlo, por mí tú te puedes encargar de la parte social de la empresa, odio la hipocresía que se viven en estos eventos, todos queriendo quedar bien con nosotros.

—Deja de quejarte, ¿quieres? —le regaño —Estamos presentando nuestra nueva inversión, que por cierto es tu proyecto.

—No veo la hora de irme a vivir al campo alejado de todo esto.

—Sigue soñando, no lo vas a hacer… —le digo —al menos que tu presencia sea absoluta necesaria. El desarrollo de telas veganas y que no contamine fue tuya. Mencionaste las ganancias debido a la nueva mentalidad de la gente.

—Y tú mencionaste que hay mucha gente que le encanta comer carne.

—Deja de fastidiar, hay una empresa que manejar y es de los dos —digo para que entienda —ya no eres uni niño estas a un escalón de los treinta.

—Y de Savannah—lo miro con rabia —sé que nuestra hermanita tiene ocho meses que no te habla.

—Ella tiene su consignación puntual cada treinta días, vive a pie de rey.

Extrañaba a mi hermana, oír su voz, sus constantes llamadas para preguntar cómo estaba, sus visitas inesperadas a mi casa, que se quedara semanas conmigo. 

—Y a mí tampoco me habla —continúa —no contesta mis llamadas. Dejo claro por un correo electrónico demasiado formal que no vendría, que ella había firmado un poder para que sus hermanos se encargaran de su parte de la empresa. Se quedaría con Nora, de hecho hace varias semanas vive con ella. 

Trato de disimular la turbulencia que me abarca al escuchar el nombre de mi expareja, sobre todo por la razón de nuestra separación, la cual es la misma por la que mi hermana me quito el habla.

—Tampoco viene —me dice —mando en representación a su hermano, Daniel tampoco te quiere ver.

—Cállate, sé muy bien quien me habla y quien no —lo miro —Y ya lo vi, vino con Summer.

Su habitual semblante de enojado cambia por uno de preocupación. La pequeña Summer solo tenía catorce años, la primera vez que vio a mi hermano en una cena  de negocios ofrecida por sus padres hace diez años. Y desde entonces lo único que hacen ambos es pelear.

—¿Te preocupa? —le digo mientras Roman está mirando de un lado a otro —Ya no es una niña.

—Para mí lo sigue siendo.

—Como sea, ya viste cómo termino todo con Nora, mantente alejado de las mujeres que despierten las intenciones de sentar cabeza.

—La única intensión que me despierta ella es meterla en una caja con rumbo a Japón y sin retorno.

Me alejo de mi hermano, los últimos ocho meses han sido largos como el infierno, la ausencia de mi hermana, la separación definitiva con Nora, los negocios llenos de trabas. Todo un desastre. 

Intento buscar nuevamente a la espectacular pelirroja, necesito despejar mi mente. En los pasados ocho meses, volví a esa vida que tenía antes de Nora, mujeres a montones, ya no me importaban que quieran ir de compras. Es mucho mejor de lo que al final quiso Nora.

Camino por el salón, saludando a cada uno de los asistentes, haciendo a plomo el papel de anfitrión, tratando de mostrar interés en la conversación de cada uno de los posibles compradores.

Me tomo un minuto y me alejo a una esquina con un vaso de Whisky, sintiéndome de repente cansado dejo que mi cuerpo se apoye en la pared.

—Ah… —ese quejido hace que me aleje. 

Extrañado muevo, las cortinas que cubrían las paredes, pegada a la pared se encuentra la pelirroja que había estado observando.

—¿Puedo preguntar que hace ahí, señorita?

La joven mujer me mira espantada, la miro esperando una respuesta, no obstante su próximo movimiento no me lo esperaba.

—Disimule señor Dankworth —me toma del brazo, me jala y quedo dentro de la cortina con ella.

—¿Qué hace? —le pregunto al mismo tiempo que me muevo para salir detrás de la cortina.

—Si va a salir hágalo con prudencia —dice mientras me jala y quedo otra vez pegado a la pared.

—Señorita, ¿qué le pasa por la cabeza?

—Me estoy escondiendo de mi padre —dice apurada.

—Cuantos años tiene, ¿doce?

—¿Me rio? —dice con ironía —Tengo veintiséis años. 

Tiene la edad de mi hermana; sin embargo, difieran en mucho, empezando porque mi hermana jamás hace cosas tan tontas.

—Señorita, creo que está muy grandecita para estés jueguitos.



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En el texto hay: hijos, romance, amor

Editado: 13.06.2023

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