Siendo Padre, Aceptando tu llegada.

Capítulo 3

Capítulo 3


 

Liam


 

—Liam, Liam, Liam… — la voz de mi hermana queda reboteando en el aire a medida que me alejo de ellos.

No quiero saber nada, no quiero que cuestionen la decisión que acabo de tomar, ni por asomo quiero escuchar que me he equivocado.

El médico acaba de decir sin ningún tipo de recelo que Nora prácticamente ya no está, lo único que queda de ella es ese bebé por el que peleo conmigo, por el que dejo nuestra vida a un lado.

La imagen de ella defendiendo a su hijo por encima de nuestra relación me taladra la mente, ella toda llorosa y triste pero decidida a interponer a su hijo.

Ahora esa lucha ya no está, ella se fue, y se fue creyéndome el peor ser del mundo.

Los pasillos pintados de blanco y con un fuerte olor a limpio me ahogan, ¿por qué estoy en esta posición? ¿Por qué tengo que decidir sobre la vida de dos personas? ¿Por qué la vida y muerte de Nora quedo en mis manos?

Este si es un verdadero castigo, no sé e en donde me encuentro, llegue a una parte del hospital muy solitaria.

Me siento en una silla, respiro profundo y trago la espesa saliva  que se ha acumulado en mi boca. 

Iba a buscarte, la voz de Savannah cuelga en mi mente, tu abandono, las palabras se repiten y se repiten.

Sacudo la cabeza, tengo que sentir que tengo el control, saco el celular de uno de los bolsillos de mi saco. El aparato está apagado, ni cuenta me había dado. Hundo el botón de encender con demasiada fuerza, impaciente, espero a que la pantalla se prenda. Cuando la pantalla está encendida las notificaciones empiezan a llegar y el primer nombre que aparece hace que me sienta como una escoria, como lo que soy.

Nora, las notificaciones de ella empieza a llegar, me llamo varias veces ¿Qué mierdas hacia mi teléfono apagado? Aunque pensándolo, no sé si al ver las llamadas las hubiera contestado.

Voy a los mensajes, temblando, abro la conversación tocando su foto.

<<Liam, tenemos que hablar, aún tengo tanto por decirte, la noche anterior fue una de las más largas, todavía me pregunto por qué no quieres a tu hijo, a mí ¿qué más da? Pero ¿a tu hijo?>>

Quiero toser, a que se debió esas repentinas ganas de hablar, ocho meses llenos de silencio, de no saber nada de ella. 

<<Creo que es más fácil entender que no querías hijos, pero es tan fácil remplazar nuestros años juntos. Qué tanto era esperar a que el niño naciera>>.

El paparazzi que público esas fotos va  a saber de mí, es un imbécil.

<<No quiero quedarme con esto que me está ahogando, estoy hiendo a verte. Mi hijo nace dentro de poco, no le voy a quedar debiendo que le negué a su padre, por cierto es un niño, nadie más lo sabe, quise guardar ese secreto y lo comparto contigo, quiero que se llame Nate, aún no sé por qué, pero creo que es porque me recuerda a ti>>.

—Maldita sea Nora. Por qué escribías mientras manejabas —una furia indescriptible se apodera de mí, retuerzo el celular entre mis manos, posteriormente lo estrello contra el suelo haciendo pedacito.

—Yo te quería a ti, no a tu hijo.

Dejo el celular tirado, tengo que salir de aquí, busco la salida, cuando la encuentro me tiro al frío de la noche sin pensarlo.

Es mi culpa, la muerte de Nora ba a hacer enteramente mi culpa, yo la lleve  a estar tirada en una cama sin posibilidades de vivir, y deje a un niño sin el único padre que lo quería.

Un fuerte claxon hace que me detenga, una fuerte luz blanca me ciega la vista.

—¡¿Qué te pasa imbécil?! —espabilo y me doy cuenta de que estoy en medio de la calle, de verdad soy un imbécil.

—Disculpe señorita —digo sin percatarme de quien me habla, sigo mi camino dejándola atrás.

Necesito alcohol, mucho alcohol, que me borre la memoria, eso necesito.

—Oiga espere… —una mano hace que me detenga —¿Está usted bien?

—Perfectamente.

—¿A dónde iba?

—Por un trago.

—Un trago. Yo lo llevo señor Dankworth —la mención de mi apellido me hace mirarla.

—¿Te conozco? —la observo, la mujer va vestida como un jornalero, no sé quién es.

—Y eso que menciono que mi padre llevaba años hablándole de mí.

—¿Sophie? —el espectacular vestido de lentejuelas ya no estaba.

—Oiga, no sé qué le pasa, pero puedo ser un buen amigo y usted se ve que necesita uno, le invito un trago. 

Las pequeñas manos que sobresalen de la enorme camisa de cuadros que lleva puesta me señalan en auto, la observo, Sophie no es normal, parece un espantapájaros.

Alzo mi mirada un poco más allá de ella, las luces del hospital me recuerdan la realidad, sin contestarle me subo al auto. La chica también lo hace.



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En el texto hay: hijos, romance, amor

Editado: 13.06.2023

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