Capítulo 21
Yaroslav terminó la sopa, se limpió los labios con la servilleta y le preguntó a Inga:
— Por cierto, Inga... Pensaba si no te importaría que Lesya viniera mañana por unas horas. Es mi exnovia. Terminamos hace poco, pero seguimos siendo buenos amigos.
La voz de Yaroslav sonaba muy triste, e Inga pensó que él estaba realmente afectado y preocupado por la ruptura con su chica.
— Ella quisiera hacer unas fotos de la mansión. Es fotógrafa. Colabora con varias revistas de moda, a veces les envía tomas interesantes. Lesya, como siempre, busca algo bello, fuera de lo común.
Inga alzó las cejas, sorprendida.
— Yo… no lo sé. Supongo que sí… —miró a Artem—. No recuerdo absolutamente nada. Me parece que no soy la dueña de esta casa, sino una simple invitada. O una extraña que ha entrado aquí y lo observa todo como en un museo —Inga se encogió de hombros.
Yaroslav continuó con su petición, aunque sin insistir demasiado:
— Si no quieres, no pasa nada. Después de lo que sucedió, seguramente debas acostumbrarte a la casa, adaptarte a la situación en la que te encuentras. Pero piénsalo. Lesya no es pesada. Y sus fotos son realmente buenas. Tú, como amante del arte, lo apreciarías. Hace tiempo que quería presentaros, pero ella no sabe nada de los planes de mi padre ni de nuestros acuerdos. Por eso está terriblemente celosa. Y lo entiendo. Quiere venir y conocerte, como para ver a su rival. De hecho, fue justamente por eso que discutimos. Pero ustedes no son rivales, porque…
Yaroslav calló, e Inga pensó que no terminó la frase porque seguramente iba a decir que amaba a Lesya. Cuando hablaba de esa chica, cambiaba por completo: la indiferencia desaparecía y en sus ojos brillaban chispas de enamoramiento.
Inga miró a Artem. Él bebía tranquilamente su té. Gertruda, sentada a su lado, parecía una sombra gris, callada durante toda la conversación en la mesa.
Inga se animó y respondió:
— Está bien. Que venga. Pero mañana por la mañana Esteban y yo iremos a mi oficina. Así que será mejor que llegue por la tarde.
— Gracias —asintió Yaroslav—. Se lo diré. Le hará ilusión.
Entonces Esteban levantó su taza de té y, sonriendo, exclamó:
— ¡Por el regreso de la dueña de esta casa! ¡La reina headhunter y la rica prometida más codiciada! —y sorbió ruidosamente de su taza.
Inga esbozó una leve sonrisa, pero en realidad no tenía ánimos de reír. En esos momentos comprendió de verdad que no conocía en absoluto a las personas que compartían la mesa con ella. Y que tras sus sonrisas sinceras, sus palabras amistosas, sus extrañas historias, podía ocultarse cualquier cosa. Porque cada uno podía contar la versión que más le conviniera, incluso inventarla. Por ahora no confiaba en nadie, salvo un poco en Esteban, que realmente le agradaba. Sentía que él era sincero. Pero entendió que debía confiar no en las palabras, sino en la lógica y en sus propias sensaciones…
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Suya,
Wanda Trezor ❤️
Editado: 04.09.2025