Capítulo 71

Todo estaba siendo un caos.

Gente corriendo de un lugar a otro.

El pitido constante de las diferentes máquinas retumbaba en el lugar.

Su característico olor a desinfectante hacía que mis pulmones se ensancharan.

Por suerte, la camilla en la que me habían ingresado, era cómoda.

- Tranquilo, no te dolerá – dijo el doctor mientras se giraba en su silla y sostenía una aguja.

Vi cómo le quitó el aire a la jeringa y, seguidamente, le dio dos pequeños golpecitos con el dedo antes de pegarlo a mi piel.

- Con esto no sentirás nada – sonrió.

En cierto modo, me recordaba a Chan, tan sonriente. No podía parar de pensar en ellos tres, las tres personas que se habían convertido en mi familia.

- Perfecto – continuó el señor hablando como si estuviéramos teniendo una conversación – Ahora voy a ponerte unos cuantos puntos. – alcé la mirada – Ya verás, ni lo notarás. Además, lo haré de forma en la que, la cicatriz resultante, sea mínima.

Le seguí con la mirada hasta mi piel. Allí limpió la herida, la cual no dejaba de sangrar por muchos intentos y productos que utilizaron – si es verdad que, la cantidad de glóbulos blancos y rojos que brotaban de ella eran mínimos – pero no la había cortado del todo. Después, empezó a "coser mi brazo".

Y...para mi sorpresa... he de decir que... ¡me sorprendió!

- Es mejor que quites la mirada – dijo el médico mientras no apartaba la vista de su trabajo – Puede ser algo desagradable – me recomendó.

Yo negué con la cabeza.

Este soltó una carcajada.

Aunque era una herida fea, sangre, agujas....me agradaba aquello. Ver cómo, con avances científicos, podías resolver problemas físicos. Esto salva vidas. Ellos salvan vidas mientras, personas como yo, intentamos quitárnosla.

Era una ironía, pero algo que sucedía constantemente.

A la vez que mi mente no paraba de pensar, el muchacho que se encargó de mi desde que estábamos en el parking del parque, terminó de suturarme la herida.

- ¡Listo! – me echó una pomada y la cubrió con grasas y una venda – Pasado mañana puedes quitarte la venda y dejarla al aire libre, para que se cure bien.

Asentí.

- G...gracias. – hablé de nuevo en un susurro.

Era la primera vez que le hablaba a alguien completamente desconocido.

Y...me resultó agradable.

Era tranquilizador.

- Sabes que la gente de tu alrededor te apoya. Pude ayuda si la necesitas – habló sin más, mientras recogía sus utensilios y los miraba con tristeza – Hace varios años, mi primo se suicidó. Hicimos todo lo posible por salvarle pero... - suspiró – Te cuento esto porque me recuerdas a él, ambos tenéis más o menos la misma edad, lleváis el mismo corte de pelo y sois de hablar poco. – soltó una pequeña sonrisa irónica. – No voy a permitir que los jóvenes que lo pasáis mal hagáis esto.

- E... - quise decir algo, pero él me interrumpió.

- Recuerda que es una solución permanente para un problema temporal.

Aquello último me dio mucho que pensar.

Mis acciones no tienen vuelta atrás.

Pero los problemas siempre terminan.

¡Hasta aquí el capítulo de hoy!

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AUTORA DE: Kaori, la esfera mágica.

EDITORIAL: Ediciones Arcanas.

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