Sin casta

Capítulo 2: El comienzo

-Sigrid...Sigrid despierta tienes que levantarte ya.- me remuevo en la cama ante el llamado de mi abuela y me siento.

-¿Qué ocurre abuela? ¿Por qué tanto jaleo?

-Hay un joven en la puerta. Dice que quiere verte.-miro extrañada a mi abuela y voy hasta la puerta. Sentado en el suelo, veo a un niño de no más de trece años; con el pelo rojo fuego repleto de rizos.

-Hola, ¿me buscabas?-se levantó rápidamente, sacudió su ropa y me tendió a mano. La acepté sin llegar a entender realmente lo que ocurría.

-Gracias, gracias por salvar a mi hermana de sufrir una paliza por parte de un Puro. Mi nombre es Adrien, Melissa es mi hermana. Ella dice que fuiste muy valiente, que sin importar las consecuencias te enfrentaste al peligro y aceptaste el castigo sin titubear.

-No hace falta que me agradezcas nada Adrien, lo habría hecho por cualquiera a quien se le castigara por algo que no merecía ser castigado. Me contaron que el motivo por el que iban a azotar a tu hermana era por a ver robado un poco de pan. ¿Vuestros padres no pueden manteneros?

-Nuestros padres están muertos.- al escuchar esas palabras sentí como mi corazón se comprimía ligeramente.

-¿Y dónde vivís?

-En el albergue general al que van los huérfanos.- puedo ver como su mirada se entristece pero rápidamente la tristeza es sustituida por un brillo especial en los ojos.- lo importante es que puedo estar con ella.- asiento ligeramente aún aturdida por la noticia.

-Bueno, cuando queráis podéis venir a mi casa. Siempre tendréis un caldo caliente y una hogaza de pan.

-M-muchas gracias eres la primera persona que se presenta tan amable con nosotros sin apenas conocernos.-sonrío ampliamente y beso su mejilla. Su cara se torna roja, agacha la cabeza, me dedica una especie de despedida y se marcha.

El día transcurrió con normalidad. Puesto que hoy era domingo teníamos el día libre, a excepción de esta noche que es el aniversario de cuando todo cambió. Durante dos horas principalmente lo que hacemos es adorar a los Puros y comportarnos como sus sumisos o perritos falderos, los cuales aplauden cuando uno sus niños se saca un moco y se lo comen.

Durante ese periodo de tiempo se celebra La fiesta, los Sin Casta recibimos la comida que podamos cargar para pasar el año. Evidentemente a no ser que seas una familia muy grande nunca se puede coger toda la comida necesaria para abastecernos durante ese período de tiempo. Lo único que nos salva es el mercado de la ciudad y que en ocasiones los Puros para los que trabajamos nos dan comida, y aún así es difícil poder subsistir.

Termino de colocarme el vestido color marfil cuando alguien toca mi puerta. Doy la señal de que pueden pasar y de detrás de la puerta con el cabello recogido en un moño bajo y con un vestido del mismo color que el mío está mi abuela.

-Estas preciosa cariño.- besó mi mejilla y se situó tras de mí. Veo como rodea mi cuello con una cadena preciosa de la cual pende un colgante.- feliz cumpleaños cariño. Me doy la vuelta y la estrecho entre mis brazos.

Mis ojos picaban, y pronto, lágrimas rodaban por mis mejillas. Un sollozo ahogado escapa desde el fondo de mi garganta.

-Les echo tanto de menos abuela… si no hubiera sido por mi ellos todavía estarían vivos.

-No digas eso mi niña, no es culpa tuya. No pienses eso.

-Si es mi culpa. Si yo no les hubiera insistido en llegar a mi cumpleaños a tiempo no se habrían ido de la celebración antes y no habrían chocado contra ese camión.

-Deja de decir estupideces. Ellos no murieron por tu culpa, simplemente algunas veces le ocurren cosas malas a personas buenas.- comenzó a retocar mi peinado, una vez había terminado me miró y dedicó una pequeña sonrisa. Mis ojos volaron al colgante de mi cuello y una sensación de deja vú se instaló en mi.

-Abuela, este colgante… ¿lo has llevado alguna vez en casa? Porque lo cierto es que resulta familiar.

-Era de tu madre.- me di la vuelta para encarar a mi abuela con lágrimas en los ojos y una vez más estreché a mi abuela entre mis brazos.

-Muchas gracias abuela, no sabes lo que significa para mí.

-Me alegro que te guste. Considéralo mi regalo de despedida.

-¿Regalo de despedida? No digas tonterías abuela aun eres joven no vas a morirte.-no había apenas terminado la frase cuando sentí un golpe en la nuca.

-Ya se que no me voy a morir. Es probable que os entierre yo a todos antes de que lo hagáis vosotros.

-Y entontes, ¿qué quieres decirme?- veo como se aleja de mi y se sienta en el borde de la cama.

-Lo que quiero decir es que esta tarde, cuando el festival haya terminado harás las maletas y te marcharás de aquí.- ¿qué? Me está echando…mi propia abuela me está echando.

-A-abuela, se que no soy la más obediente del mundo. Pero prometo portarme bien yo…-mi abuela comenzó a reír.

-No digas tonterías no voy a echarte de casa. Tu simplemente termina de arreglarte y baja.- asentí y bajé.

En el pie de las escaleras se encontraba David, con una camisa blanca y unos vaqueros marrones.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.