Sin edad para el amor

Capítulo Cuatro

Sebastián 

No me sorprendía en lo absoluto que mi jefe me hubiese mandado el mensaje muy rápido. Lo que me cuestionaba era el porque me habían elegido a mí para ser el guardaespaldas de ella, me quedaba claro que era competente, pero para ese tipo de asuntos siempre mandaban a otros.

 Estaba con el celular recibiendo los archivos mientras Andrea pedía al mesero la comida, en ese momento abrí la foto e inmediatamente giré la cabeza hacia aquella rubia. Era ella. 

     Leí rápidamente algunas de las condiciones del padre en cuanto a que ella no se diera cuenta entre otras estupideces. Nunca había trabajado de esa manera, y me iba hacer difícil no seguir el protocolo. En ese momento pasaron una serie de incidentes donde ella terminó enganchando su vestido a mi silla y en un intento por ayudarla terminé rompiéndolo. 

     Se puso a hacer una escena para nada agradable y a gritarles a sus padres tonterías y media. Dios, este trabajo iba a ser el peor de todos. 

Salió del lugar enojada, entonces miré a su padre, este asintió y me hizo un movimiento de cabeza como diciendo que fuera tras de ella. 

     Me levanté de la mesa sin siquiera darle explicaciones a Andrea y me dirigí hacia Rachel. Después de discutir tuve que llevarla a su casa, no era bueno fingiendo y suplicaba que ella no lo notara. 

     Luego de intercambiar unas palabras en el estacionamiento y aguantar que echara pestes a mi carro se acercó a mí, en ese momento llegó Andrea y entonces Rachel me besó. 

     Me quedé inmóvil, tensó. Ella quería que le correspondiera, pero claro que no lo haría. Retrocedí alejándome de ella, ambos miramos a Andrea; estaba en muchos problemas. Andrea se acercó peligrosamente hacia nosotros y antes ͢͢͢͢de que Rachel pudiera subirse al auto la tomó de la muñeca, cuando se giró le dio una cachetada. 

—¡Sin vergüenza!—Andrea estaba molesta y con justa razón. 

La cara de Rachel cambió por completo, pero  inmediatamente después sonrió. 

—Rebajarme a pelear contigo. No, cariño, hay niveles—dijo ella—. Busca alguna gata como tú.

Antes de que otra cosa pasara, me acerqué a ella y tomando a Andrea de la cintura la hice retroceder. 

—¿Te estás poniendo de lado de ella? ¡Es una maldita malcriada!

Rachel rodó los ojos sin dejar de sonreír. 

—Somos adultos, Andrea, actuemos como tal—dije, aunque eso no hizo más que empeorar todo. 

—No defiendes a tu prometida, pero si a una mocosa que no conoces y que encima besaste. 

—Y que gran beso. —dijo Rachel para molestar. 

Andrea no podía creer lo que estaba sucediendo. 

—Viste a la perfección que yo no la besé, y no correspondí. Te explicaré todo, te llamaré en un rato. 

—¿O sea que te quedarás con ella?—preguntó con incredulidad.

Debí haberle dicho que era mi trabajo, pero Rachel no debía enterarse. Estaba en un aprieto. 

—Sí. Andrea, te explicaré todo. Ve a casa. 

—No me vuelvas a buscar—dijo dándose la vuelta y alejándose del lugar. 

Rachel negó.

—Que dramática. —dijo mientras se cruzaba de brazos y veía sus uñas.

—¿Perdón? — dije girándome y caminando hacia ella—. Acabas de ocasionar un problema muy grande y por lo que veo te divierte esa situación. ¿Qué tienes, 5 años? Odio a la gente como tú, que piensa que puede humillar a otros y que con su dinero puede tenerlo todo. 

—A ver gato, no tienes porque ponerte en ese plan.

Quería matarla. Sí, no era la primera que me decía ese tipo de comentarios, pero ella se encargaba de decirlos con desprecio. 

Caminé hacia la puerta del auto y me subí. Ella se quedó parada.

—¿No piensas entrar? —pregunté.

—No me subiré a esa chatarra. 

Tenía que pensar alguna forma de convencerla sin delatarme. 

—Mira, ya que vivimos en el mismo edificio no es tan mala idea llevarte, así que coopera y sube. 

—Stop, ¿de qué estás hablando?

¿Acaso tenía algún problema que no le permitía prestar atención? ¿No podía procesar la información? ¿Por qué debía estar repitiendo todo?

—Somos vecinos. 

Entonces se rio. 

—Ay por Dios, ni en tus mejores sueños podrías vivir en un lugar como yo.

—Rubia, no te hagas la tonta. Sabes perfectamente que vives en un edificio convencional.

Su expresión cambió.

—¿Y por qué sabes dónde vivo?

—Te vi salir esta mañana. —dije simplemente.

—Me has seguido. Esto fue una trampa. Ocultas algo.

Bueno, tonta no era. 

Empezó a caminar alejándose del auto cuando me acerqué rápidamente tomándola de la muñeca.

—Si quieres conseguir dinero fácil yo no soy la solución así que déjame en paz. 




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