– ¡No trabajaré con moteros! – Vel tiró de forma teatral una carpeta insultantemente delgada sobre la mesa. Para un caso del que hablaban todos los medios, había realmente muy poco material allí. Y en cuanto a Vel, con sus contactos, podía permitirse ese comportamiento, incluso a veces lo necesitaba. Al fin y al cabo, era el sobrino del fiscal: un chico de oro, rubio de ojos azules, con cara de ángel y carácter de tiburón.
– Nosotros tampoco. – respondieron al unísono los “Twix”, dos novatos del departamento que apenas se habían adaptado al lugar, pero ya intentaban imponer su opinión.
Yuri Dmitrovich, quien había convocado la reunión, ya veía cómo sus vacaciones y su viaje a los Cárpatos se alejaban cada vez más. Suspiró profundamente.
– Tres asesinatos y una víctima en el hospital. No está claro si sobrevivirá. Todas son mujeres jóvenes, castañas, estranguladas con alguna prenda de su propia ropa: medias, ropa interior. Todas encontradas fuera de la ciudad, junto a dos de ellas se encontraron huellas de neumáticos de motocicleta. Esto, en solo un mes, en un pueblo de treinta mil habitantes. ¡Es una bomba de tiempo! La cuarta chica sigue viva, pero está en coma por una grave hipoxia. Y ustedes aquí perdiendo el tiempo.
– ¡Sabemos! Y estamos trabajando. Pero su idea de meter la cabeza en la guarida del enemigo, por así decirlo, es demasiado. – Vel miró descaradamente a los ojos de su jefe.
– El asesino se mueve en motocicleta. Está 100% relacionado con ese maldito club de moteros al que ninguno de ustedes se ha acercado ni un poco. ¡Explíquenme, a este viejo idiota, cómo se supone que vamos a trabajar en este caso sin comunicarnos con los moteros!
– Bueno, podríamos interrogar… a alguien… de la zona, por ejemplo… – uno de los “Twix”, llamado así porque siempre iban juntos, se levantó e iba a decir algo más, pero su “otra mitad” lo jaló de la manga y lo sentó de nuevo.
– ¿Qué teorías tienen?
– ¿Y si el asesino solo finge ser un motero?
– Es posible. Pero tampoco lo sabremos sin la cooperación del club. ¡Así que pregunto por última vez: ¿quién se encargará de esta tarea? – finalmente, al jefe se le acabó la paciencia.
Silencio.
– Uno…
El silencio se hizo más pesado, parecía que podía cortarse con un cuchillo.
– Dos… – en la voz de Dmitrovich sonaron unas notas siniestras que no auguraban nada bueno para los presentes.
– ¡Yo iré! – La voz de Nika, que como siempre llegó tarde a la reunión y entró apresurada, casi derribando a su novio y futuro prometido, Vel, hizo que incluso un par de ficus marchitos voltearan hacia ella.
– ¡Felicidades! ¡En nuestra comisaría al menos hay un hombre! – exhaló Dmitrovich con alivio.
– ¡Nika no irá a ningún lado! – Vel la cubrió de manera teatral con su cuerpo.
– ¡Iré! – A Nika no le hacía ninguna gracia pelearse con Vel allí, frente a cinco pares de ojos curiosos, pero ya había tomado una decisión sobre este caso hacía tiempo. Y también sobre Vel, quien la había ayudado a entrar en este trabajo después de la academia. La reunión de la mañana había jugado un papel importante en esa decisión...
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Editado: 08.01.2025