Sin Recordar

El hombre más afortunado del mundo

Un sonido algo fuerte con una melodía familiar resonaba en la madrugada de un normal lunes. Robert se despierta y en seguida reconoce el sonido que lo despertó, su celular. Eran las cinco de la mañana, y Robert se preparaba para su trabajo. Poco a poco comenzó a abrir sus ojos, intentando adaptarlos a la gran iluminación que le impedía abrirlos, para luego, con su leve esfuerzo, levantarse y dirigir su mano al celular, apagó la alarma y se dispuso a salir de su cama. 

A pasos lentos, se dirigió a su baño para limpiarse sus dientes y bañarse. Ya en la ducha, encendió el agua para que saliera tibia, se dispuso a tratar de bañarse rápido, aunque tuviera tiempo. Él era de un gran tamaño, casi tocaba la boca de su ducha, y esta es alta. Al terminar, apagó su ducha, sacó un brazo de la bañera y agarró la toaya que utilizaría para secarse. Ya seco, se puso su ropa interior y se dirigió a su habitación para ponerse más ropa. Escogió un Jean de color azul oscuro, un cinturón largo y con la punta plateada, una camisa blanca, un par de calcetines grises, unos zapatos de cuero color café, un traje casi negro pero con semejanzas grises, y una corbata de color café oscuro.

Bajando por las escaleras en dirección a la cosina, pensaba en el horario y, aunque no era tarde, siempre se preocupa por él. Al llegar, se preparó un café y unas cuantas tostadas. Se colocó su desayuno en su redonda mesa y comenzó a comer. Mientras lo hacía, hablaba en chat con un colega y gran amigo del secundario, Janet. Entre un par de sonrisas de parte de Robert por los chistes de su amigo, terminó su desayuno y se dispuso a salir. Apagó el gas he hizo todo lo que tenía que hacer, luego salió y cerró la puerta, bajó por el ascensor y se fué caminando a su edificio de trabajo.

Caminando tranquilamente por las calles de su ciudad, Robert se adentraba en sus pensamientos poco a poco (sin perder la atención de las calles). Sus pensamientos siempre se centraban en su trabajo, en si era feliz. Mientras divagaba entre sus pensamientos, un acontecimiento pasaría frente a sus ojos, un niño vió algo que le llamó la atención en medio de la calle y se dispuso a recogerlo, su madre (que estaba al lado mirando otra cosa) se percató de eso y comenzó a gritarle desesperadamente con tonalidad de orden. El niño la miraba, y al lado izquierdo, más o menos a mitad de cuadra, llegaba el bus a toda velocidad. El niño giró la cabeza, y miró como venía ese vehículo ante él, pero no hizo nada, simplemente se quedó atontado mirando lo que aparentaba ser su trágica muerte. El bus pegaba bocina, pero el niño no reaccionó, y es ahí cuando un hombre lo agarró y lo corrió a la vereda. Su madre, asustada y enfadada, le gritaba y le decía de todo, aún así el niño no reaccionó.

Todo paso muy rápido ante los ojos de Robert, aunque él trate de dar una explicación a por qué el niño no reaccionó, la realidad es que él tampoco lo hizo, quería hacerlo pero su divagado cerebro con múltiples pensamientos se lo impedía, y esa es la respuesta que Robert buscaba, ¿por qué? Robert siempre acostumbra ponerse en los zapatos de la gente, y en ese momento lo hizo con la madre del niño. Pensaba y se pocisionaba en el miedo y susto que muy probablemente sufrió la madre, y es ahí cuando pasa por su cabeza la idea de un trauma, ya no por parte del niño, si no de la madre. Robert se centró mucho en la idea del trauma, y la mezcló con el principal pensamiento que tuvo antes del acontecimiento, si era feliz con su vida. Él pensó en un posible trauma de parte de su vida, y aunque intentará recordar en algo que le haya afectado, no encontró nada, y esta no es la primera vez que le pasa, ya varias veces a tratado de encontrar algo que le afecte pero no pudo, y es por eso que Robert se considera un hombre muy afortunado. Incluso sus propios compañeros de trabajo lo consideran así, un hombre simple con una vida genial y sin desgracia alguna, he incluso muy humilde, ya que Robert nunca se negaría a ayudar.

Luego de unos cuantos minutos, Robert llegó al edificio, y se dirigió para el ascensor y subir a su puesto. Entró y apretó el botón del ascensor, pero justo una mano impidió que se cerraran las puertas y de ahí entró su compañero, Janet. Robert lo saludaría y le contaría lo del niño, y Janet sorprendido diría un simple y frío "wow". Ambos llegarían a sus destinos, Janet se dirigió a su puesto mientras que Robert buscaría el suyo. Y es en ese momento cuándo  la ve, desde lejos, la palidez de esa muchacha era lo que más resaltaba en los ojos penetrantes de Robert, al principio sintió una gran sensación en su cuerpo seguido de un escalofrío, Robert se confundió, no reconocía a esa chica pero desde lejos le parecía familiar. Es en el momento en que ella se hacerca y Robert contempla más de cerca su cara. Sus ojos estaban algo separados y eran grandes, su cara era algo pálida, su pelo era largo y llevaba unos cuantos rulos. Pero lo que más resaltaba de ella, y era lo que más le impresionó a Robert, son sus pupilas, cada una de diferentes colores. Robert sintió una desesperación repentina, su cara se puso pálida y muy caliente a la vez, se congeló ante la mirada penetrante de aquella mujer, una sensación en los ojos hizo largar unas cuantas lágrimas, y un nudo en la garganta hizo que su respiración se note desesperada he incluso asustada. Todos lo miraban con condición, mientras que él no despegaba su temerosa mirada de la chica. Robert sintió pesado su cuerpo, y poco a poco se caía, y antes de hacerlo susurro un nombre que casi nadie pudo oír, "Verónica".

 

 

 

 



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En el texto hay: misterio, nostalgia, trauma

Editado: 26.09.2020

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