Síndrome del Corazón Roto

Prólogo

Cada quien es único y responsable de su propia vida, o eso es lo que me había quedado claro hasta entonces. No sabía en realidad porque, pero a mi alrededor todo parecía siempre ir demasiado mal, ¿Era un problema de genética acaso? ¿Quizá alguna que otra persona que me rodea tuvo problemas en su niñez? O porque no en término más simples; ¿Era yo el problema?

                Un brillo destellante que vino hacía mi como lucero me perturbo por un instante antes de que pudiese reaccionar a la viveza de mi colega, palabras técnicas para no usar alguna de más peso.

—Sosegado como siempre, ¿No es así? —farfullo mi compañero, con desdén. 

—Déjame en paz—replique irritado

—Me gusta tu animo por la mañana, Jack

                Michael era lo que llamaríamos vulgarmente un bocazas, quizá parte de mi pensamiento de hace un momento se debe casi por completo a su persona. ¿Éramos amigos en verdad? Estaba claro que no podría jamás saber lo que estaba pensando, aun así, él me aceptaba justo como era, quizá si era buen amigo después de todo.

—No estoy de humor Michael, lo siento—replique.

—¿Sucedió algo en tu extensa mente? ¿O solo estás en tus días? —No le di reiterada importancia a su chiste.

—Me he encontrado con Aly de nuevo esta mañana—dije, tomando en posesión algunos libros de mi casilla—; No planea dejar un cabo suelto con ese “asuntito”

Mierda colega—He usado esa palabra hace un momento—; ¿Qué piensas hacer?

—¿Parezco una persona capaz de hacer callar a una de esas perras? Se acabó Michael, no pienso hacer nada más, solo queda un año para graduarnos e irnos a la mierda, cada quien por su camino.

—¿Y sí te la encuentras en la universidad?

—Esa zorra ira a una universidad para niños ricos—dije, esperando que notase mi variedad de insultos para esa arpía—. Además, no es como si yo fuese a ir a la universidad.

—¿No has hablado con tu madre? —Michael era muy inocente.

—De lo único que he hablado con la señora es de lo mucho que se arrepiente de haberme dejado salir de entre sus piernas—dije, con un poco de humor—; Pero apuesto que no se arrepiente de haberse escapado con mi papá.

                De tanto divagar mientras hablaba con Michael me fije que ni siquiera había tomado los libros que necesitaba. Lance una maldición al aire y tire los libros que tenía de nuevo al fondo de mi casilla, de donde no solían salir mucho. El pequeño espejo que tenía colgado tembló un poco y fue cuando le preste atención, revelando mi demacrado rostro ante él. Tenía semicírculos oscuros e intensos bajos mis ojos, mi cabello desmarañado y negro colgaba con malicia sobre mi frente y los principios de una barba bastante prematura hacían presencia junto con algunos granos, quizá por el estrés o quizás por comer demasiada mantequilla de maní. Michael por otro lado tenía un rostro bastante atractivo, con su tez blanca casi pálida y su cabello castaño perfecto y peinado, ¿De verdad teníamos la misma edad?

—Colega—De nuevo ahí esa palabra—, no me parece bien que a ti te parezca bien no ir a la universidad, ¿No tienes un plan de respaldo? —lance una pequeña risa irónica.

—Quizá trabajé por ahí en un bar o algo parecido hasta reunir lo suficiente e irme a traficar narcóticos en Miami—dije intentando hacer una broma.

—Es buena idea, casi por el hecho de que es muy probable que te maten en solo en una semana.

—Se mucho del negocio, estuve jugando GTA el fin de semana pasado en casa de Rosé—el rostro de Michael brillo.

—¿Tuviste una cita con Rosé? —me pregunto de inmediato, parecía estar muy interesado.

—Llámalo como quieras, de igual manera no creo que Rosé me vea de esa forma, Aly ya se ha encargado de que NADIE me vea de esa forma.

—Por poco se me olvida ese “asuntillo”

                Antes de que pudiese formular otra palabra la campana que indicaba el inicio de mi infierno personal cada día de la semana hizo su ruido habitual. Sin ningún libro entre mis manos me dirigí a donde fuese que me llevara Enrique, no sabía que clase tenía así que solo me deje guiar. Aunque detestaba por completo tener que gastar horas interminables de mi vida en clases triviales como algebra y literatura, había sido salvado por la campana en ese justo momento donde menos quería hablar sobre ese “asuntillo” entre Aly y yo. Ojalá todo se lo llevara el tiempo, pero debía aceptar que ahora mismo era un problema que no tenía idea remota de cómo enfrentar, ¿Y qué suelo hacer en esos momentos? Ignorarlo por completo mientras juego algo, quizás solo o quizá con Rosé. Me gustaba mucho su amistad, lástima que pronto la perdería por una razón sumamente estúpida. No creo que Rosé me vuelva a hablar jamás, ni mucho menos Sarah, la chica que me gusta y que debe odiarme por completo luego de enterarse de mi problema. Mi última opción era esperar, esperar a que la preparatoria terminase y pensar que todo al final siempre mejoraría, ¿No es así?

 

 

 

 

 

 

 




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