Sinfonía del amor.

Prólogo.

Sus pies se mueven por la acera perezosamente. Tan solo ha caminado unas cuadras y su cuerpo ya le implora por un descanso, podría decir -sin miedo a equivocarme- que su mochila no pesaba nada y que su ropa era demasiado cómoda y fresca, aún así ella caminaba como si usara unos zapatos de acero.  Estábamos a principios de febrero, el día estaba soleado y fresco, muy cómodo a mi parecer, por esa razón me encontraba afuera disfrutando de unas vistas muy simples: Una acera gris y larga, calle poco transitada, casas de colores neutros y aburridos y uno que otro carro viejo mal estacionado.

Ella mira a su alrededor y, aunque yo alcanzo a bajar la vista a mis piernas, siento como su mirada se centra en mí por unos y minutos. De reojo veo como se acerca hasta mí pero ahora con más velocidad que antes, se adentra en la sombra de aquel lugar donde yo me encontraba y se sienta justo frente a mí.

— Leyendo como siempre.

— ¿Qué sería yo sin los libros? —pregunto sin quitar la vista del que reposaba en mis piernas.

— No puedo si quiera imaginarlo.

Me tomo mi tiempo ordenando mis cosas en la mochila para después levantar la mirada hacia ella. Su cabello castaño claro, salvaje y ligeramente rizado le cae por la espalda, sus ojos oscuros me miran con un destello de diversión y en sus labios se dibuja una pequeña sonrisa. Sus mirada viaja hasta la caja negra que descansa a mi izquierda, la examina como si de un tesoro se tratara y después vuelve a mí.

— Es un piano —repongo entonces.

— Lo sé, no soy tonta.

Sonrío.

— ¿No deberías estar adentro? —pregunta mientras señala con la cabeza el enorme edificio a mi espalda.

— Dager aún no llega, y dudo que lo haga.

— ¿Dager es...?

Me humedezco los labios con una sonrisa danzando en ellos.

— Es un amigo.

— Ajá...

— Lo juro.

— Ajá...

Ruedo los ojos.

— En serio, es mi amigo.

— Aja...

— Basta.

— ¿Te gusta?

— No —suelto casi enseguida.

Su sonrisa se hace más grande.

— No me gusta, es estúpido, inútil, egoísta, grosero...

— Claro que si.

— Sammy... —advierto con una ceja alzada.

— Bien, bien... Te haré compañía mientras llega tu "amigo".

La miro cansada y ella se suelta a reír, se coloca a un lado mío y mira hacia la nada.

— ¿Te cuento algo?

— Mjm...

— Hay un problema con unos amigos, no sé muy bien que pase entre ellos pero creo que se pelearon con una de ellas porque hacía cosas a sus espaldas, así como hablar mal y vitimizarse por todo...

Suelto un suspiro.

— Odio a la gente así...

— Y eso no es todo, uno de ellos empezó a salir con alguien y de repente empezó a haber problemas, pero el centro de todo fueron ellos dos, ¿entiendes?

Asiento con la cabeza.

— ¿Cómo es que una persona puede conectar a muchas otras?, ¿Y cómo puede haber tantos problemas por una relación? —cuestiona a forma de reflexión— ¡Por Dios!, ¡Ni que fueran la única relación!, ¡O la más enamorada!

— Bueno... cada uno vive su historia de amor de forma diferente.

— ¿Y tú como vives la tuya?

Tomo una gran bocanada de aire y la retengo en mis pulmones, después de un rato la suelto lentamente mientras ladeo la cabeza. Tomo mi mochila y saco de él un libro de portada celeste.

— ¿Que haces? —pregunta mirándome con el ceño fruncido, se cruza de brazos en cuanto ve que abro el libro en la primera pagina— ¿Vas a leer e ignorarme categóricamente?

— No, voy a contarte una historia.

Bufa al tiempo que rueda los ojos.

— Lizbeth, no tengo siete años, ¿lo sabes verdad?

— Lo sé, tonta.

— El hecho de que seas ocho meses mayor que yo no significa que necesite un cuento para...

— Cállate —interrumpo colocando el libro en la primera página— Esta te va a gustar, te lo aseguro.

Al parecer terminó por resignarse, porque se limitó a soltar un suspiro y acomodarse mejor.

— Además, creo que va a responder a tus preguntas —añado.

— ¿Y no vas a entrar a tus clases?

Miro el enorme edificio color crema, las ventanas de roble talladas y barnizadas, las plantas que colgaban de algunas de ellas otorgándole un aspecto bastante pintoresco. Vuelvo a mirar a Sammy a los ojos y me encojo de hombros.

— Dudo que me extrañen ahí dentro, además, Dager me verá aquí afuera y me cubrirá.

— Bueno... te escucho.

— Esta historia ocurrió cerca de estas fechas, en un lugar parecido a este y con una chica un tanto... bueno.... 

 

Sinfonía del amor: Toda canción nace de un sentimiento.



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En el texto hay: humor, musica, strangerstolovers

Editado: 16.11.2024

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