Cerré mi casillero cuando terminé de tomar mis cosas. Sonreí justo al darme la vuelta porque encontré a Hannah gruñendo, con sus rosados labios fruncidos y unos lentes de sol.
— ¿Qué pasa?, ¿No has dormido bien? —Pregunté en burla.
— Cállate. —Masculló— Estuve toda la maldita noche vomitando, me desperté con un horrible dolor de cabeza y, por si fuera poco, mi madre me ha dado un sermón sobre la importancia de medir lo que tomo y ser responsable ante el alcohol.
Reprimí una sonrisa por el tono que usaba. Pareciera que hasta respirar le costaba.
— Pues espero que te haya servido, porque me niego a volver a arrastrarte al auto y mucho menos enfrentarme a tu madre.
La señora Jones era muy temperamental y no era tan fácil de doblegar. Además de ser una mujer muy reservada era una madre muy estricta y correcta, siempre cuidó mucho el perfil de su única hija y el cómo se relacionaba y expresaba en sociedad. Se enoja muy fácilmente y... digamos que sus facciones no ayudan mucho. Parece como si estuviera enojada pero en realidad no lo está, así es su cara.
Y hasta la fecha me sigue dando miedo.
Supongo que su reacción al ver a su hija en el estado en que la dejamos anoche fue totalmente justificada. Ella no podía siquiera sostenerse por su cuenta, además llegó diciendo cosas un tanto... ¿Incoherentes?, ¿Locas? La noche había empezado muy bien. Fuimos a un bar y pedimos unas cervezas, platicamos, la pasamos bien... hasta unos chicos se nos acercaron y trataron de ligar con nosotras. Hannah le dio un rotundo "no", Alice dijo que tenía novio -refiriéndose claramente a Josh-, y yo... yo solo agaché la cabeza y los ignoré hasta que se fueron.
El punto es que todo iba bien hasta que mi mejor amiga bebió un poquito -demasiado- más de la cuenta y empezó a bailar diciendo que era Katy Perry mientras que Alice la jalaba del brazo tratando de sentarla, pero no funcionó. Después empezó a coquetear con el barman , a pesar de que este le dijo que tenía veintisiete años. Cuando por fin logramos sacarla de ahí -casi a rastras por cierto-, Alice nos llevó a su casa, donde yo tuve que contarle todo a su madre. No me dijo nada, solo me asesinó con la mirada y me dijo que me fuera a mi casa. La fiesta no nos duró mucho, no eran ni las doce y ya estábamos fuera de la casa de Hannah.
¡Ay por Dios!, Como si te afectara mucho haberte ido temprano.
No lo hizo, por mi mejor.
Era sarcasmo, tonta.
— Juro que no volveré a tomar de más. —Dijo Hannah suspirando.
— ¿Por la resaca? —Pregunté haciendo un movimiento de cabeza para que empezáramos a caminar.
— No, por mi madre, de verdad que es muy sobre-protectora.
— Lo hace por tu bien.
— Pues vaya que podría ahorrarse la molestia —Dijo cruzándose de brazos— Me acompañas al baño, necesito retocarme.
Acepté encaminándome con ella. Ya en el baño ella sacó de su bolso una enorme cantidad de productos de belleza.
Creo que ahí dentro hay más skincare que libros escolares.
Estoy totalmente de acuerdo.
Cuando se quitó los lentes de sol entendí por qué todo el drama. Sus ojos se veían totalmente caídos y bajo ellos unas ojeras muy marcadas. Ella hizo una mueca de disgusto y yo sonreí.
— Eres como una versión de ti misma pero en The Mad Addams.
— Cállate, Wednesday —Espetó mientras se ponía corrector.
Yo me reí. Después nos quedamos en silencio mientras ella se maquillaba y yo miraba mi bolso.
— No crees que lo hace para protegerte —Solté al aire y ella me miró con el ceño fruncido— Tu madre. —Aclaré.
— Estoy segura de que así es pero... es muy dura conmigo.
— Ella siempre ha sido así.
— No es cierto —Bajó la brocha de rubor para mirarme a través del espejo— Antes era más calmada, más abierta a opciones y... A veces desearía que él estuviera aquí.
Apreté los labios mirando como ella agachaba la cabeza.
— Lo extraño —Confesó con la voz rota— Lo extraño mucho.
Suspiré y me acerqué para abrazarla por la espalda. Ella rompió en llanto, dejándose caer al suelo conmigo a su lado. Me abrazó como pudo, apoyando su rostro en mi cuello. Su llanto terminó convirtiéndose en gritos de dolor, su respiración se transformó en jadeos que no le dejaban ni un minuto para respirar. Era difícil para ella recordar todo este tema, y aún siendo la persona más feliz y sonriente que conocía, ese tipo de recuerdos y situaciones la destrozaban por completo.
Este dolor era mucho más profundo que cualquier dolor. Es esa clase de dolor que te rompe desde adentro, que devora tu estómago, seguido de tus pulmones, continua con el corazón y termina en el cerebro. Es la clase de dolor que te deja con un vacío, con todo roto, quebrado, y no se detiene con nada. Es esa clase de dolor que, por más que lo intentes, jamás saldrá de ti, porque ya es parte de tu ser. Es el dolor más fuerte. El que se divide en dos bandos: el de tu corazón y el de tu mente. El primero, obliga a llorar y derrumbarte, a expulsar todo el sufrimiento; mientras que el segundo, este te manda a levantarte de nuevo, a cubrir todo el dolor con cualquier distractor. Y entre esos dos órganos vitales que luchan constantemente por un balance emocional... ¿sabes lo que se encuentra?
El nudo en la garganta.
Traté de calmarla acariciando suavemente su hombro mientras le decía que jamás la abandonaría, que siempre iba a estar con ella y muchas otras cosas que lograron calmarla notablemente. Levantó la cabeza suspirando agitada, se limpió las lágrimas y sorbió de su nariz para después mirarme y sonreír.
— Gracias, Maddy.
— No tienes nada que agradecer, Honey.
Nos levantamos del suelo. Yo volví a apoyarme de espaldas en el lavabo mientras ella se maquillaba de nuevo. Cuando estábamos a punto de tomar la puerta para irnos, esta se abrió mostrando a Alice agitada y con los ojos muy abiertos.