✒️EDUARDO*
Miré a mi alrededor con poco interés. Estábamos en una de las mesas del jardín trasero de la casa. ¿De quién era la fiesta?, No tenía ni idea. ¿Quería estar ahí? No. ¿Por qué estoy ahí? Porque mi hermano me arrastró. ¿Me estoy divirtiendo? No, pero escuchar a Leonardo hablar de sus penas si que me entretiene.
Madd nunca llegó a la cita, y Leonardo estaba a punto de ir a buscarla a su casa, pero Hannah me lo contó y yo a él. Mi hermano tenía ganas de venir aquí y no soy el único al que ha traído a la fuerza solo para tener compañía. Leonardo tampoco parece muy feliz de estar aquí, sobre todo porque Bonnie está en el rincón mirándolo fijamente. Hannah, en cuanto nos vio, nos dejó encargados su bolso y bebida y se fue a bailar. Muy felizmente por ahí.
— ¿Qué le dijiste? —Preguntó mi hermano a Leonardo.
— Lo último que le dije fue que si no se sentía a salvo conmigo haríamos las cosas a su ritmo.
— Eso es bueno, ¿no?
— Ni tanto, lo dejó en visto —Bromeé pero a él no le hizo nada de gracia.
— ¿Y cuál es el plan B? —Preguntó de nuevo mi hermano.
— No tengo, estoy improvisando.
— ¿Tú?, ¿Improvisando?, Eso sí que es nuevo —Dije para después darle un sorbo a mi cerveza.
Mi hermano lo miró sonriendo y le dijo:
— Pues espero que puedas improvisar ahora mismo, porque está justo allá.
Señaló un lugar detrás de mí, todos posamos nuestras miradas en la chica rubia que estaba parada en el marco de la puerta. Un chico se le acercó y le dijo algo.
— Ella no luce muy cómoda que digamos —Señaló mi hermano.
— Y el chico no ayuda, parece borracho —Comenté y me arrepentí al instante en el que me giré para ver a Leonardo a punto de levantarse.
Estaba enojado. ¿Por qué? No tengo ni idea, pero lo estaba. Supuse que sería mejor evitar una masacre con el pobre chico que estaba al lado de Madd, así que me levanté y tomé al castaño por el hombro antes de que pudiera avanzar.
— Déjalo, yo voy por ella, seguro que busca a Hannah.
No muy convencido, Leonardo volvió la vista hacia la chica para al final volver a su asiento. Después de ir con la sonrisa más cordial que tenía y ella accediera a seguirme nos encaminamos por el jardín hasta llegar a la mesa. Miré a mi hermano, quien se reía de la cara de odio que el castaño le estaba lanzando al tipo que hablaba con Madd. Todo porque le gritó que le diera su número. En cuanto la chica lo miró, sus ojos cambiaron abruptamente su expresión para convertirse en una que estaba entre el cansancio y la sorpresa. Miró a la chica de pies a cabeza, examinando cada parte de ella.
— No puede ser —Escuché que murmuraba a mi lado con expresión avergonzada.
— ¡Cuánta alegría por verte, ¿eh?!, ¡La tienes... Perdida! —Susurró mi hermano sonriendo.
Supuse que la chica no lo había alcanzado a escuchar, porque no dijo nada. O tal vez estaba demasiado sorprendida y centrada en el otro chico como para mirar al pelinegro.
— Siéntate —Ofrecí mi silla al ver que se quedaba de pie— ¿Te traigo...?
— No tomo, gracias —Susurró sentándose tímidamente.
— ¿Quieres un juguito? —Preguntó mi hermano a modo de chiste.
Ella se ruborizó y agachó la cabeza.
— ¡Déjala en paz! —Masculló Leonardo.
Él solía hacer demasiados chistes y también se metía demasiado con la gente, pero ninguno de nosotros nos molestábamos por eso, al contrario, eso ocurría tan seguido que terminamos acostumbrándonos. Pero al parecer él no sabía que Madd solía tomarse todo demasiado en serio. Tampoco es que yo la conociera mucho a ella, pero por lo que me ha platicado Hannah, es muy insegura y suelen molestarla mucho en la escuela. Lo que nadie me cuenta es la causa de tantas bromas y desprecio.
— Solo era una pregunta con tono de broma, no iba en serio — Aclaró para ambos.
— Yo... solo venía a buscar a mis amigas, no quiero molestar. Ya me voy.
Hizo el ademán de levantarse.
— ¡No!, ¡No molestas! —Exclamó Leonardo levantándose de su asiento— Puedes quedarte aquí, tu amiga viene de vez en cuando a tomar algo y se vuelve a ir.
— Igual debería volver, no encuentro a mi amiga Alice.
— ¿La castaña de ojos claros de esta mañana? Está con la prima de Eduardo, por allá —Señaló a los chicos bailando.
La rubia se quedó un rato más mirando para comprobar que estaba ahí.
— ¡Vamos!, Ya me rechazaste una vez, ¿Lo harás dos veces?
Ella volvió a ruborizarse.
— No... yo... es que... lo...
Leonardo se acercó a ella, agachó la cabeza hasta que quedó al nivel de la suya y susurró:
— ¿Vas a romperme el corazón de esa manera?
— ¡Eso es chantaje! —Reclamó la rubia con el mismo tono que usó él.
— Depende, ¿está funcionando?
— Pues no —Respondió.
— ¿Por qué susurran? —Pregunté a un lado de la chica.
Leonardo me miró fijamente mientras que yo levantaba ambas cejas.
— ¡Vamos!, ¡Quédate un rato! —Exclamó mi hermano levantando su cerveza.
Ella dudó notablemente. Volvió a mirar hacia el montón de gente que estaba bailando y finalmente se sentó de nuevo. Leonardo también volvió a su asiento con una felicidad que trató de disimular.
— Eduardo, tráele algo de tomar —Me ordenó el castaño.
¡¿Y yo por qué?!, ¿Me vio cara de sirviente?, ¡¿Acaso parezco vestido de mayordomo?! Levanté una ceja indignado y él me hizo una señal significativa con los ojos. Una que me daba a entender que si no iba me tiraría a la piscina que estaba a nuestra derecha.
— ¿Qué quieres tomar? —Pregunté.
— Cualquier cosa sin alcohol por favor.
Asentí sonriendo. Me dí la vuelta pero la voz de mi hermano me detuvo:
— ¡Eduardo!, ¡Tráeme otra cerveza!
— ¡Levanta tu trasero de la silla y ve por ella! —Contesté.
Escuché como ahogó un grito antes de perderme en la cocina.