✒️MADD*
¿Qué si me sentí mal por cómo me habló Leo?, Pues sí, no le encontraba explicación a lo que había sucedido. ¿Había pasado toda la noche llorando por ello? Claro que no, simplemente me indignó que me hablara así cuando yo no le había hecho nada. ¿Hannah pensaba todo lo contrario y quería golpearlo en cuanto lo viera? Por supuesto que sí. De hecho, ahora mismo estaba soltando maldiciones al aire mientras yo leía en mi habitación. Alice estaba haciendo su tarea en mi escritorio y a Rose no le había apetecido venir, así que solo éramos tres.
—...y te juro que se las verá conmigo... Será mejor que se esconda en cuanto me vea, porque voy a encargarme de que no tenga descendencia, y lo voy a hacer con unas tijeras de plástico, de esas de juguete, para que le duela más...
— Oye, calma, ¿por qué mejor no dejas que Madd arregle las cosas con él de una forma menos... descuartizadora? —sugirió Alice mirándola por encima de su hombro.
— Porque ambas sabemos que Madd lo va a perdonar y seguirán como si nada hubiera pasado.
— ¿Crees que no estoy enojada? —pregunté indignada.
— Estoy segura de que no lo estás.
— Pues no —admití rodando los ojos— Simplemente quiero saber qué le hice para que se pusiera así.
— ¡Ahí el problema!, ¡Tú no hiciste nada! —exclamó tirándose al sofá.
— Bueno, tal vez algo le molestó, además, no tiene nada de malo, solo fue un comentario.
— Así empiezan, Madd —dijo seria— Con comentarios sin sentido, después los gritos, insultos y... ¿Quieres rememorar? Porque no creo que sea lo mejor.
Apreté los labios y desvié la mirada a la ventana.
— Hannah, basta —advirtió la castaña— Sé que estás molesta y que no quieres que nada malo le pase, pero tampoco hay porque escarbar en eso.
Tocaron a la puerta de mi habitación, y una voz alegre y conocida pronunció un:
— Toc, toc, ¿Puedo pasar?
En cuanto hice un sonido de aprobación, la puerta se abrió mostrando un chico alto, de cabello rubio y ojos verdes, quien se acercó a la cama para abrazarme.
— ¿Cómo estás?
— Muy bien, ¿y tú?, ¿Qué haces por aquí?
— Iba de pasada para entrenar y decidí llegar a saludarte.
— Sí... gracias por saludarnos a nosotras también, Asher —dijo Hannah.
Él se giró con una sonrisa hacia Hannah.
— Hola, Hannah... y hola, Alice.
La primera rodó los ojos con una sonrisa divertida; la segunda saludó y volvió a sus deberes.
— ¿A qué debo la reunión del Consejo de Chismes? A la que por cierto no fui llamado.
— A que el idiota de tu amigo le dijo idioteces a Madd por teléfono.
— ¿Eduardo? —preguntó confundido.
— Leo —aclaré.
Se cubrió la cara con ambas manos y suspiró.
— Sí... bueno, no es muy común que lo haga, supongo que debía estar muy estresado, suele tener mucha paciencia.
— Pues no parece, mi mejor amiga pasó toda la noche llorando por eso.
— ¡Hannah! —replicó Alice girando la silla.
Asher me miró sorprendido.
— ¿Si?
Me alarmé enseguida. Lo último que quería era que él tuviera problemas con su amigo por culpa de las mentiras y exageraciones de Hannah. Al ver que no respondía, Asher se tensó. Cerró los ojos y respiró profundamente.
— No... yo...
Fue lo único que pude articular, porque su celular vibró. Lo sacó para responder. Al parecer era su entrenador, porque en cuanto colgó se despidió -con prisa y aún tenso-, y salió de la casa. Alice se la pasó discutiendo con Hannah sobre el por qué no debía mentir, ni siquiera para "protegerme". Yo traté de leer, pero me encontré a mi misma leyendo la misma página tres veces, de pronto ya no veía más que letras.
Bloqueo lector... ¡Genial!, ¡Justo lo que necesito en estos momentos!
Bufé soltando el libro y tirándome a la cama mientras miraba al techo. Esa situación con Leo no era algo muy complejo de resolver, lo que me atormentaba era la razón para tener esa actitud conmigo. Y ahora, el hecho de que Asher estaba enojado y posiblemente se pelearía con su amigo.
✒️LEO*
— Ok, repíteme lo que dijiste, pero despacio y fuerte, tus balbuceos son estresantes —pidió el chico estirando los brazos.
Gabriel era mi mejor amigo desde los ocho años. Nos conocimos en una presentación para el día de las madres, él tocó la guitarra y yo el piano. Actualmente estamos en el taller de música haciendo lo mismo -guitarra y piano-.
Le llamé al chico para contarle lo que había pasado con Eider, claramente después de que se fuera Hannah-, le dije que me sentía mal por haberle hablado de esa forma y que fue sin intención. Desde pequeño he tenido problemas para controlar mis emociones, y si mezclamos eso con la adolescencia, no tenemos la mejor combinación que digamos. A eso sumemosle que estoy muy propenso al trastorno bipolar, aunque no he presentado síntomas muy graves de él, solo un par de cambios de humor e insomnio.
En ese momento nos encontrábamos en el búnker que estaba dentro del parque frente a mi casa. Uno que hace dos años papá y yo descubrimos que el abuelo creó en este parque. Desconozco las razones, pero fue una muy buena idea, pues aquí es donde vengo cuando quiero contarle algo a mi amigo sin que mis papás o mi hermano se enteren.
Seguro es por si había una guerra.
¿En el siglo veintiuno?, Ajá.
O una invasión zombie.
Repito, ¿en el siglo veintiuno?
O tal vez el viejo está loco y ya.
Para mí, este lugar era como un cuarto secreto, y también donde practicaba mi música, pues decidí meter instrumentos, posters de bandas, discos de vinilo con su respectivo tocadiscos y unas bocinas.
El chico que me hacía compañía suspiró pesadamente lo que causó que los miles de pensamientos que albergaban mi mente en ese momento, se desvanecieran.