Sinfonía del amor.

Capítulo 8.- El camino hacia el perdón.

✒️MADD*

Habían pasado ya un par de días desde lo de la llamada con Leo. En el taller trató de acercarse, pero su padre lo llamó por algo que necesitaba y no nos dio tiempo de hablar, aunque si él quisiera disculparse por lo menos lo habría hecho por mensaje, ¿no?

— Anímate Rose —Dijo Hannah mientras ponía los ojos en blanco.

— Es un día lluvioso, tengo frío, y mucha tarea, no me puedo animar así.

Caminábamos por el pasillo que daba hacía el patio de la escuela, donde estaban la cancha de fútbol y la de baloncesto. Ahí vimos a las Churner Girls, las porristas de los Churners -equipo de fútbol- tomándose fotos.

— ¿Para qué se tomarán tantas fotos? —Preguntó Alice.

Hannah sorbió de su chocolate caliente.

— ¿Te digo algo?, Ellas se toman quinientas fotos, borran cuatrocientos cincuenta, editan cincuenta, se quejan de cuarenta y siete, apartan tres y suben una a Instagram.

¿Si se notó la ofensa?, ¿No?, Bueno, pues lo fue. Hannah fue porrista en la secundaria, conoció a uno de los jugadores, se hicieron novios y él engañó a mi mejor amiga con otra porrista, creo que su nombre es Rosalid y hasta ahora se burla de ella, o por lo menos eso intenta porque a Hannah le importa muy poco.

— Las clases siguen señoritas —Dijo Rose caminando a su salón, con el mismo ánimo que había desprendido desde que había llegado a la escuela.

O sea, inexistente.

💌

Era mi última clase. El profesor H.min no paraba de hablar sobre las maravillas de la Ilíada y la Odisea mientras que yo estaba a punto de levantar la mano y decirle al profesor que ya había leído esos libros, pero dos cosas me lo impidieron: La primera -y la más importante diría yo-, es el pánico que tengo para hablar en público por el miedo a equivocarme; y la segunda, porque el sonido del timbre me lo impidió.

Salí del salón y caminé hasta mi casillero, era miércoles, se suponía que hoy había taller pero Eduardo me había avisado que se cancelaría por hoy porque el profesor tuvo no sé qué viaje de trabajo. No había hablado con Leo ni lo había vuelto a ver con los chicos en el estacionamiento. Asher llegaba en su coche, como todos los días, Eduardo ni lo mencionaba y yo la verdad es que tampoco notaba que me faltara su compañía. Era como si nunca hubiera existido.

¿No será que estás demasiado resentida por cómo te habló y por eso quieres hacerte creer que no te importa?

Claro que no.

Pues yo creo que sí.

Mientras terminaba de guardar unos libros en mi casillero alguien tocó mi espalda. Dí un respingo y me giré hacia Asher, quien me sonreía ampliamente.

— Hola.

— ¿Estás ocupada? —Preguntó metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta.

— No, ¿necesitas algo?

— Amm... es que, está lloviendo y no me gustaría que te fueras así, si quieres te puedo llevar pero... tengo entrenamiento, ¿Quieres quedarte? Después te llevaré a tu casa.

Lo consideré por unos segundos. No me apetecía ir caminando porque no quería acabar empapada; y la verdad es que no me molestaba del todo el hecho de ir a uno de los entrenamientos de Asher. Por lo menos solo por saber de qué iban esas cosas. Así que acepté.

Ya en la cancha me senté en la primera fila de las gradas y dejé mi bolsa a un lado. Me encontré a mí misma mirando al grupo de chicos hacer jugadas y corriendo. Del otro lado de la cancha estaban el grupo de porristas -las Starlighs-, todas luciendo sus uniformes amarillos con blanco, tan entallados que resaltaban su cintura y esa mini falda que les dejaba más de cinco dedos sobre la rodilla descubiertos. Para cualquier chica que no fuera novia -o que le interesara algún jugador-, verlos hacer deporte sería aburrido, pero para mí era relajante e interesante... y la escena se volvió mucho más interesante cuando una anatomía se sentó del otro lado de las gradas, moví la cabeza hacía mi izquierda para ver mejor a la persona.

Oh no. No. Puede. Ser. Real.

Leo estaba sentado admirando a los chicos jugar o... Espera... ¿Acaso...?, ¿A las porristas mostrando su perfecto y envidiable cuerpo?

¿Eso te supondría algún problema?

No.

Pues derrochas todo lo contrario.

No estoy celosa. Para nada. Solo veía como disfrutaba de ver a esas chicas... ¡Que mal me caen!... ¡Bien, sí estoy celosa!

Es lindo cuando lo admites.

¿P-por qué estoy celosa? Se suponía que estaba enojada con él.

Sinceramente, dudo que puedas estar enojada con alguien que te gusta.

No me gusta.

Si te gusta, pero no quieres admitirlo porque tienes miedo.

No me gusta.

¡Que sí!

No pienso discutir contigo.

Bien...

El castaño me miró y mi respiración se aceleró. Mi mente se quedó en blanco y mis mejillas rojas.

— Hola Eider —Dijo sonriendo.

— Hol-hola —Respondí.

¿Por qué balbuceaba?

Porque su presencia te pone nerviosa.

¡Demonios! ¿Qué es lo que este chico tenía como para ponerme nerviosa con un simple saludo?

Es guapísimo.

Claro que no.

¡Por Dios!, ¡Si me gusta hasta a mí!

— Eider yo... —Se levantó y en dos pasos estaba muy cerca de mí— ... yo siento... siento que debería dejar de hablarte.

¡Auch!

Se había agachado para que su rostro quedara al nivel del mío y la cercanía me dejó atontada por un momento, el momento exacto que necesité para procesar lo que acababa de decirme con el ceño fruncido. Supuse que se disculparía, que hablaría conmigo y que me diría que fue un error o simplemente me explicaría el motivo para hablarme así, pero me equivoqué. Asher se acercó a nosotros y frunció levemente su entrecejo.

— ¿Qué pasa?

— Nada —Respondí yo mirando hacia el suelo.



#3877 en Novela romántica
#1137 en Chick lit

En el texto hay: humor, musica, strangerstolovers

Editado: 11.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.