✒️GABRIEL*
Ya estábamos a mediados de marzo, había pasado casi un mes desde lo ocurrido con la parejita de incomprensibles, Leonardo seguía buscando la forma de acercarse de una manera no tan obvia, pero el idiota estaba tan desesperado que era más que obvio. Sobra decir que la rubia lo evadía de todas las formas posibles, aunque se podía notar que ambos querían hablarse pero no sabían qué querían decirse exactamente, o más bien lo sabían pero no querían admitirlo.
A veces tengo ganas de encerrarlos en una habitación y no sacarlos hasta que se digan que se gustan.
Mala idea no es.
Yo y Alice habíamos empezado a tener más comunicación, salíamos seguido al cine y desayunábamos juntos cuando podíamos. Ella era muy bonita e interesante, siempre tenía un buen tema de conversación y lo mejor de todo... ¡Se reía de mis chistes! Sí, todo el mundo se reía de mis chistes, pero que ella lo hiciera me gustaba todavía más. Era una chica encantadora con la que podía hablar por horas sin aburrirme, además, noté algo que -al parecer- nunca nadie había visto: Cuando algo le disgustaba hacía una mueca hacia su lado derecho y cuando mentía mordía las uñas de sus pulgares, solo la de los pulgares.
Era fin de semana, estaba pensando en invitar a Alice a salir, gracias a Hannah había conseguido el número de su casa y quería sorprenderla con mis grandiosas habilidades de detective.
¿Llamas "grandiosas habilidades de detective" a ir a su casa para ponerte de rodillas por quince minutos mientras rogabas que te diera el número? ¡Sorprendente!
Cállate.
En ese preciso momento me encontraba en la habitación de Asher, el aludido estaba tirando su pelota de baloncesto dentro de la canasta que estaba colgada en su puerta, Leonardo lo miraba como si quisiera matarlo y al mismo tiempo me escuchaba hablar de lo que yo le contaba acerca de Alice, o eso creía yo, porque solo se limitaba a sonreírme o hacer algún sonido. El timbre sonó y esa fue la salvación para Leonardo, se levantó de golpe y salió corriendo hacia el pasillo como si Bonnie lo estuviera siguiendo. Obviamente fui detrás y continué parloteando de camino a la puerta, la cual él abrió con más fuerza de la necesaria, mostrando a un Eduardo irradiando felicidad... Que se esfumó al ver la cara de amargado del castaño.
— Hola Eduardo, ¿Qué necesitas? —preguntó cansado.
— Me alegra encontrarte de tan buen humor —ironizó a lo que Leonardo rodó los ojos.
— Hasta parece |que la novia no le habla —dije divertido— ¡Ah, cierto! No nada más parece, ella no te habla.
Me reí de mi propio chiste, pero a él no pareció hacerle ni puta gracia, porque se giró lentamente hacia mi, enarcando una ceja. Me puse serio al instante, adoptando una postura erguida y ambas cejas levantadas.
¿Ves a lo que me refiero cuando digo que Alice es perfecta? Por lo menos ella se ríe.
— No estoy mal, simplemente estoy cansado, y escuchar a uno parlotear y al otro dando pelotazos a la puerta no ayuda mucho la verdad —explicó lentamente.
— Ve el lado positivo, ahora no solo vas a escuchar a una persona parlotear, vas a escuchar a dos, porque dudo que Eduardo venga a observarnos solamente —dije.
Leonardo resopló y se giró para subir las escaleras y volver a la habitación, Eduardo y yo lo seguimos y, justo cuando el castaño abrió la puerta una pelota salió disparada, esta estuvo a punto de dar en su cara, pero Leonardo la atrapó con una agilidad impresionante y se la lanzó al rubio, que estaba tirado en la cama. En cuanto entramos en la habitación, el pelirrojo gritó:
— ¡Rose me besó!
Leonardo se giró con expresión sorprendida.
— ¿En serio? —cuestionó a lo que el otro chico asintió, entusiasmado— No me importa.
Asher y yo nos echamos a reír mientras que el castaño volvía a su mirada inexpresiva tirándose al sofá. Y mientras el trasero de Leo caía en el sofá, con él caían las esperanzas de Eduardo a ser escuchado.
— Cuéntanos cómo pasó —pidió Asher.
Todos en esta habitación sabemos que fue para no hacerlo sentir mal.
Ya ni yo, siendo su hermano, lo quiero tanto.
Eduardo abrió la boca, pero yo lo interrumpí aclarándome la garganta y tomando, con una mano algunas hojas de papel y con la otra el desodorante de Asher, usándolo como micrófono:
— En otras noticias tenemos el privilegio de entrevistar al diputado principal del estado de Idiotilandia, quien nos hablará de cómo una ciudadana llamada Rose ha cometido un asalto en el corazón de éste... Señor, ¿quiere contarnos cómo ocurrieron los sucesos?
Lo apunté con el desodorante y, mientras él me miraba receloso, Leonardo se reía abiertamente de él. El pelirrojo se sentó y se puso cómodo, pero nunca nos avisó a los demás que también teníamos que ponernos cómodos para la media jodida hora que se iba a tardar contándonos hasta el más mínimo detalle de lo que pasó.
Si así se pone con un beso, no quiero imaginar qué va a ser de nosotros cuando tenga sexo y quiera contárnoslo.
¡Qué asco!
— ¡Qué bien, me alegro por ti! —exclamó Asher
¡Ay cosita!, ¡Todos aquí sabemos que lo dijo solo para rellenar la conversación!
Mi hermano nos miró, esperando una reacción de alguno. Leonardo estaba con el brazo apoyado en el sofá y la cabeza apoyada en este, yo estaba recostado en el hombro del castaño con expresión cansada y me vi obligado a decir algo para llenar el silencio que se había formado.
Dato importante: lo que dijiste no lo dejó muy contento que digamos.
Nadie dijo que yo estaba para complacer a la gente.
— ¿Y qué?, ¿Te aplaudo?, ¿Te hago una fiesta?, ¿Preparo mole?, ¿Qué chingados?
Leonardo se echó a reír y Eduardo nos puso mala cara.
— Yo también me voy a reír de ti cuando salgas con Alice —amenazó.