Sinfonía del amor.

Capítulo 18.- La feria.

Nunca le dije a Leo que su madre me daba terapias, no pude, no tuve la valentía suficiente para hacerlo. Desperté dos horas después aún en sus brazos, él estaba viendo una película, pero la quitó en cuanto me vio con los ojos abierto. Pasamos un rato platicando sobre todo lo que había pasado, sobre Asher, su padre... Incluso su madre, dónde hice mi mayor esfuerzo para parecer realmente sorprendida cuando me mostraba las fotos. Él mismo me llevó a casa, asegurándose de que entrara y, después de eso... Desapareció por dos semanas dejándome un mensaje de antemano como ya había acostumbrado a hacer. Aún seguía teniendo esas dudas sobre a dónde iba y para qué, pero nunca pregunté. Él me dijo que algún día me lo contaría todo. Yo tendría que esperar ese momento y, mientras tanto, respetar su espacio.

— ¿En qué piensas? —preguntó el castaño cerca de mi oído.

Parpadeé un par de veces y lo miré con una sonrisa. Estábamos sentados en el kiosko, nuestro "lugar secreto" -no tan secreto-, mientras tomábamos un helado y hablábamos de nuestra infancia. No sabía como habíamos llegado a ese tema, tampoco cómo fue que termine aceptando que compartiéramos un helado, pero ahí estábamos, sentados el uno al lado del otro, mirándonos como si no nos conociéramos, como si quisiéramos grabar a fuego en nuestra memoria el rostro del otro.

— En tu pregunta —respondí de la misma forma— Mi juguete favorito de la infancia... era un peluche de conejo...

— ¿Aún lo tienes? —cuestionó y yo negué con la cabeza.

— Tengo algunos años que no lo veo, recuerdo que lo tenía en mi cama cuando rondaba los... ¿Quince años?... Pero parece que desapareció.

De pronto él pareció desconectar, estaba mirando mis labios pero no parecía que realmente me viera a mí. Pasé una mano frente a sus ojos, él parpadeó mientras se aclaraba la garganta y subía la mirada.

— Seguro que si haces una limpieza en tu habitación o algo por el estilo... lo encontrarás.

— Creo que está en mi closet, entre toda la ropa —asentí para después lamer el helado de chocolate que tenía en mi mano— ¿Cuál era tu juguete favorito?

Él sonrió.

— Los autos donde yo podía meterme, me encantaba pasearme por las calles en ellos.

— ¿Asher te empujaba? —bromeé sonriendo causando que él también lo hiciera.

— No... casi siempre se quedaba en casa, y cuando me acompañaba solo se empeñaba en tirarme al agua.

Sin poder evitarlo me eché a reír.

— Yo siempre quise tener una hermana...

— Créeme que cuando lo tienes lo único que deseas es que se vaya... aunque no puedo negar que hay momentos que son increíbles con él —comentó sonriendo.

— Yo soñaba con una hermana mayor... ya sabes, para que me diera consejos.

— Yo siento que cada tipo de hermano tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, pero siempre son más las buenas —aseguró mirándome a los ojos— Cuando tienes un hermano mayor lo ves como un protector, como aquella persona a la que puedes acudir cuando necesitas ayuda, mientras que a un hermano menor lo ves como una cosa que quieres proteger y advertir de todo para que no sufra y para que no le duela... Pero un gemelo, es completamente diferente.

— ¿Por qué?

— Porque es tu otra mitad, no en el aspecto romántico no, me refiero a que es la persona que siempre está ahí, a veces uno de los dos va a caer, o puede que ambos lo hagan pero el punto es que siempre se levantan juntos. Tu gemelo es la persona que más te conoce en el mundo, porque es en la que más confías y con la que has crecido... no hay años de diferencia, las etapas las viven juntos... esa es la parte buena, la mejor.

No supe en que momento había sonreído, pero él hizo lo mismo en cuanto vio mi rostro. Él no solía ser expresivo, ni profundizar en un tema, pero que lo hiciera en esta ocasión hablando de su familia me hacía sentir de cierta forma especial. Ese sentimiento que se tiene cuando una persona te comparte algo solo a ti, es como un pequeño tesoro que guardas a toda costa para que nadie más pueda verlo.

— Me gusta cuando hablas así... tan abierto, tan frágil, en el buen sentido, claro.

Relamió sus labios antes de sonreí.

— Me gusta ser frágil si es contigo.

Mis mejillas ardieron cuando deslizó su mano hasta rozar la mía mientras me miraba cálidamente a los ojos.

— Si algún día tengo hijas me encantaría que tuvieran un hermano mayor para que la cuiden —solté sin apartar la vista de él.

— ¿De qué?, ¿De los chicos que quieran salir con ella?

— No —negué con una sonrisa— De las personas que la molesten y le pongan apodos tontos, como a mí.

— Tal vez no tengas un hermano mayor, pero Asher es como uno y yo... yo puedo ser lo que tú desees.

— ¿Lo que yo desee?

— Lo que sea —aseguró acercando su rostro al mío.

Acerqué mi cuerpo al suyo hasta que su rodilla estuvo pegada a la mía, entreabrí los labios cuando su vista bajó a ellos, la mía se centró en como tragaba saliva por la anticipación. La última vez había sido yo la que se había separado, porque no me sentía preparada para ello y, aunque aún no estuviera lista para soltar a Jason, necesitaba besarlo con urgencia. Quería sentirlo, tener esa experiencia de poder besar a alguien más, conocer el sabor de sus labios, su textura, su temperatura, todas las emociones que causaría y los sentimientos que se podrían transmitir.

No supe con exactitud quien dio el primer paso -seguramente él- pero sí pude notar que mi cuerpo entero se tensó en cuando sus labios chocaron con los míos... eran suaves y cálidos. Relajé el cuerpo después de unos segundos y él hizo el ademán de separarse, pero yo lo detuve poniendo una mano en su cuello y arrastrándolo a mí. Besé su labio inferior mientras ladeaba la cabeza para tener más acceso, él suspiró tomándome de la cintura para acercarme más a él, quedando completamente pegada. Envolví su cuello con ambas manos cuando él se abrió paso en mi boca y apretó delicadamente mi cintura, profundizando así el beso.



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En el texto hay: humor, musica, strangerstolovers

Editado: 16.11.2024

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