✒️MADD*
Había sido un verano interesante, y con interesante me refería a que había hecho varios amigos, había salido con esos amigos mucho más de lo que salí en los últimos dos años, Leo y yo seguíamos siendo amigos, canté en público por primera vez sin el miedo pegado a mi espalda, compré varios libros que a duras penas alcancé a leer... Y estaba a punto de comenzar mi penúltimo año de secundaria.
Todos veían ese nuevo inicio de clases como una oportunidad para renovarse, para cambiar, para ser mejores... o peores. Lo primero que veía al llegar a la escuela era un montón de adolescentes con muchos ánimos -cosa que solo se veía la primera y última semana- y personas con un cambio de look. Asher, por ejemplo, se había cortado el cabello -cosa que jamás creí que pasaría-, dejando atrás su peinado habitual; él y Eduardo estaban hablando apoyados en el auto del rubio y reían de algo. Sentados afuera del edificio, en la banca de mármol, estaban Alice y Josh que cada vez empezaban a hablar más mientras el pelinegro seguía acercándose a mí para ayudarle con los regalos. Al entrar al pasillo principal me encontré a Hannah hablando con una de sus amigas porristas y también a Rose que platicaba con un chico que no reconocí.
Ya en mi nuevo casillero me tomé mi tiempo para acomodar las cosas, decorarlo con algunas fotografías y stikers y ordenar todo con mucho esmero. Mi celular vibró en el bolsillo del pantalón, cerré la puerta y comencé a caminar mientras sacaba el teléfono: Era un recordatorio de mi cita con Penélope.
Aún no le decía nada a Leo acerca de eso, no me sentía del todo segura para hacerlo porque no quería que me viera con lástima o con desprecio como todos los demás, pero sabía que tendría que hacerlo pronto porque él odiaba que le ocultaran cosas y mucho más si se trataba de su familia. Aún me seguía preguntando como es que Asher no se había enterado, tampoco es que yo pensara que Penélope le contaba de sus pacientes a sus hijos, y yo tampoco recordaba haberle dicho nunca a Asher de mi psicóloga, pero aún así eran cosas que me dejaban pensando.
Guardé el teléfono de nuevo cuando giré en el pasillo, pensando que esta vez no chocaría con nadie, y no lo hice... Pero si caí al suelo por culpa del pie de alguien. Todo pasó tan rápido que solo pude escuchar el ruido de mi cuerpo cayendo junto con el de mi propio ser quejándose. La persona se levantó y se arrodilló para ayudarme a recoger las cosas que se habían salido de mi bolso.
— Lo siento, fue mi culpa, de verdad lo siento mucho... —se disculpaba atropelladamente una voz masculina.
Levanté la cabeza cuando me extendió mi libreta de historias, la cual él miraba con detenimiento. Era un chico de cabello negro que vestía un suéter color beige y unos jeans de mezclilla rotos. Tomé la libreta, avergonzada, y en eso sus ojos azules se centraron en mi rostro mientras se formaba en sus labios una sonrisa tímida.
— ¿Te lastimaste? —preguntó con expresión preocupada.
Negué con la cabeza mientras me ponía de pie, él copió mi acción y ahí noté que era muy alto.
— Lo siento, es que estaba sentado con el pie estirado y no me fijé en que ibas pasando, yo... estaba atento a mis cosas.
Observé entonces que se encontraba sentado afuera de la dirección, lo que significaba que esperaba turno para entrar. Dudaba mucho que fuera para regañarle o algo por el estilo dado que era el primer día y nadie... Bueno, casi nadie, visitaba ese lugar el día de inicio a clases. Me tomé mi tiempo para guardar la libreta en el bolso mientras baja el color rojizo de mis mejillas, cuando levanté la cabeza para mirarlo seguía de pie frente a mí con los labios apretados, esperando por una respuesta de mi parte.
— Yo... soy nuevo —añadió con timidez.
— Lo noté —respondí mirando sus jeans— No permiten los pantalones rasgados aquí... solo como dato.
Él sonrió mientras caminaba para recoger de una de las sillas el montón de cuadernos, lápices y colores que tenía regados y los guardó en su mochila. Creí conveniente alejarme y seguir con mi camino a clase, pero tenía el impulso de quedarme ahí con él y preguntarle si necesitaba ayuda porque ciertamente parecía un poco perdido. Miré a la dirección del pasillo hacia la que me dirigía, pensando seriamente en qué hacer; terminé por suspirar y girarme hacia el chico, que había vuelto a sentarse mientras centraba su atención en un pequeño llavero de guitarra eléctrica que yacía entre sus dedos.
— ¿Hiciste algo malo? —cuestioné a lo que él me miró confundido— Nadie está sentado afuera de la dirección a menos que tenga problemas.
— O que sea nuevo y no sepa que está sentado afuera de la dirección —añadió sacándome una sonrisa involuntaria.
— O que sea muy ciego como para no ver el enorme letrero arriba de la puerta —proseguí señalando el letrero con el índice, él lo miró por unos segundos sin borrar la sonrisa de sus labios.
— Nos citaron aquí a los que ingresaremos este año —explicó sonriendo— Mi primo y otro chico están ahí dentro.
Asentí con la cabeza.
— ¿Así que viniste a estudiar con tu primo?
— Sí, desde Chicago. Soy Boris.
— Madd —dije extendiéndole la mano, él la aceptó con una sonrisa— Por cierto, todos los años dan una charla para los que ingresan a primer grado, por si quieres asistir...
— Oh, yo no voy a primer grado —interrumpió— Entraré a último año.
Elevé las cejas en señal de sorpresa mientras separaba nuestras manos, preferí no preguntar nada al respecto para no verme tan mal y decidí ofrecerle ayuda en lo que necesitara, pero la puerta de la dirección se abrió y de ella salió un chico alto de apariencia similar a la de Boris, pero con el rostro más cansado y detrás de este... ¡Oh. Por. Dios! No podía ser real. Un chico alto, castaño rubio y de ojos verdes me miraba con una amplia sonrisa mientras sostenía un montón de papeles en una mano y su mochila en la otra. Lo miré con los ojos muy abiertos al tiempo que él se acercaba a mí.