✒️MADD*
Volví a mirar el exterior de la casa como si estuviera comprobando si ese era el lugar correcto. Admiré cada pequeño detalle, cada ventana, cada planta que había en el porche mientras consideraba si era realmente una buena idea.
— Llámame si necesitas cualquier cosa —dijo mi mejor amiga captando mi atención.
Me giré para sonreír y asentir con la cabeza, ella arrancó su camioneta y me dejó ahí. Di otro vistazo a exterior de la casa y, con toda la determinación que pude juntar, me encaminé hacia la puerta. Había hablado con Hannah la noche anterior y ambas estábamos de acuerdo en que mi reacción ante lo sucedido con Bonnie había sido muy precipitada y emocional, Leo había tratado de calmar y arreglar las cosas, pero yo me había negado, así que estaba ahí para disculparme. Estaba segura de que lo arreglaríamos como siempre solíamos hacerlo, y después de que Hannah terminara de decir todo lo que pensaba de Bonnie, las cosas que le habían molestado de la situación y amenazar con que golpearía a Leo ahí abajo si me lastimaba de cualquier forma... ella accedió a llevarme hasta la casa del chico.
Media hora rogando...
Por lo menos me trajo, peor era nada. Subí las escaleras del porche mientras tomaba una gran bocanada de aire, la cual solté antes de tocar el timbre, esperé por unos segundos que me parecieron eternos y, al no recibir respuesta, di dos golpecitos a la puerta, la cual se abrió enseguida mostrándome a una chica con expresión de cansancio.
— No estoy detrás de la puerta, para que lo sepas —soltó después de darme una repasada rápida.
Yo hice lo mismo, y me sorprendió lo que encontré. Iba descalza, con el cabello recogido en un prefecto moño, usaba unas medias de licra negras y -lo que más me desconcertó- una camisa ancha de cuadros rojos. Una camisa de Leo. Me quedé mirándola como una idiota por un buen rato mientras buscaba una explicación en la que Leo no quedara como yo lo estaba pintando.¿Ella se había quedado a dormir?, ¿Habían pasado la noche juntos?, ¡¿Habían dormido juntos?!, ¿Por qué?, ¿Qué razón tendría Leo para hacerme eso?, ¿Estaba molesto porque no quisiera hablar ayer con él y se estaba vengando con esto? Si era así, significaba que todo lo que yo había sospechado era cierto: Yo solo era una sustituta. Todo había sido falso, todo lo que me había dicho no lo sentía por mí, solo era el sentimiento que tenía hacia Bonnie y lo reflejaba en mi persona por la enorme similitud física.
Sentí mi pecho oprimirse, mi estómago cerrarse, mis ojos picaban y las lágrimas amenazaban con salir, en parte porque yo realmente lo quería a él y creía en todo lo que me decía; y a la vez me sentía demasiado estúpida por creer que de verdad podría quererme. Abrí y cerré la boca un par de veces, buscando la voz que se escondía en mi garganta con palabras que se atascaban y raspaban cada que intentaba soltar. De pronto, algo se movió detrás, miré la espalda de Bonnie y mi mirada chocó con la persona que menos quería ver en ese momento y, al mismo tiempo, la razón por la que estaba ahí en ese momento. Él me miró con el ceño fruncido mientras que yo tomé una enorme bocanada de aire, ahuyentando las lágrimas.
— ¿Podemos hablar? —pregunté ladeando la cabeza y enseguida supo que algo no iba bien, porque le lanzó a Bonnie una mirada de advertencia, después volvió a mí con desconcierto y terminó por cerrar los ojos al tiempo que se presionaba el puente de la nariz.
— Bonnie, vete a la cocina —dijo al tiempo que se dirigía a nosotras.
— Pero yo me quiero quedar, voy a cuidar que esta no te insulte ni te diga nada malo porque...
— ¡Deja de meterte en lo que no es te tu incumbencia y vete a la jodida cocina! —bramó con hastío y ella suspiró, se cruzó de brazos y al final se fue.
Hubo unos minutos de silencio en los que él se limitaba a mirarme mientras yo lo evitaba a toda costa.
— ¿No vas a pasar? —cuestionó y negué con la cabeza cruzándome de brazos, él suspiró.
— ¿Qué te dijo?
— ¿Quién?
— Bonnie.
— Nada.
— ¿Entonces por qué estás molesta?
Levanté la cabeza y encontré sus ojos fijos en los míos, pero ni el cautivador verde esmeralda que brillaba en ellos pudo hacerme olvidar que estaba molesta. Esta vez no podría distraerme con sus encantos ni palabras bonitas, pues la situación había escalado de nuevo por cierta personita.
— ¿Tiene que decirme algo para que yo esté molesta?, ¿Qué escondes con ella?, ¿Qué hay entre ustedes que podría hacerme enojar? —solté entrecerrando los ojos y su ceño se frunció aún más.
— Hablemos adentro.
— No quiero.
— Por favor...
Desvié la mirada de nuevo. Estiró su mano para tomar mi brazo, pero yo se lo impedí dando un paso atrás, él suspiró.
— Vamos... hablemos adentro.
Si uno de los dos no cedía, esto no iba a llagar a ningún lado, así que suspiré y di un paso al frente. Él se movió para dejarme más espacio y cerró la puerta a su espalda, nos encaminamos a la sala y se sentó en uno de los sofás, por lo que yo copié su acción posicionándome frente a él.
— ¿Te ofrezco algo?, ¿Café?, ¿Jugo?
— Un café está bien.
— ¿Ya desayunaste? cuestionó y yo negué —Preparé waffles, ¿quieres?
Estuve tentada a decirle que no, pero aquella sonrisa tan dócil y tierna me lo ponía muy difícil. Tuve que morderme el labio inferior para no regresarle la sonrisa y asentí con la cabeza. Se levantó y corrió a la cocina, dejándome sola ahí mientras observaba las fotografías que colgaban en la pared. La mayoría eran de él y su hermano de pequeños, una de la boda de sus padres y otra -la más grade de todas- era una pintura de los cuatro juntos; en ella, Leo y Asher lucían más jóvenes, más pubertos. El castaño entró en mi campo de visión cargado con un plato y una taza, las dejó sobre la mesa del centro y volvió a su lugar con una sonrisa.
— Disfruta, los hice yo, siéntete libre de escupir su lo odias, tampoco soy el mejor chef del mundo.