✒️MADD*
Leonardo me había enviado un mensaje esa mañana para avisarme que no podría pasar por mí para llevarme a la escuela, pero que Asher lo haría en su lugar. Ese día me había levantado más temprano de lo normal -sobre todo porque aquellos sueños extraños con Leo y Jason juntos interrumpían la mayor parte de mi noche- así que en ese momento me encontraba sentada en los escalones del porche de mi casa a la espera de un auto blanco. Con el pasar de los días la brisa se volvía más helada y las hojas secas comenzaban a desaparecer de los suelos indicando la llegada del invierno. Subí al auto tan pronto estacionó frente a mi casa, saludé al chico desde la parte trasera y me concentré en mi libro; durante el trayecto estuvimos hablando de un par de cosas de la clase de geometría, sus ojos se iluminaron con tan solo mencionar a Hannah, y una gran sonrisa le apareció en el rostro, más no dijo absolutamente nada.
Tuvimos un pequeño retraso gracias a Asher, quien había decidido tomar una ruta diferente a la habitual y donde lo único que encontró fue una fila de autos que tocaban el claxon con desesperación. En cuanto llegamos al estacionamiento de la escuela me di cuenta que no habíamos sido los únicos en llegar tan tarde.
— Parece que Leonardo ya está aquí... —dijo Asher estacionando justo frente a la motocicleta del castaño.
— Y también parece que llegó un poco apresurado, porque ni siquiera se estacionó bien.
— Tendría mucha prisa —soltó Asher con simpleza.
— ¿Sabes que es lo que lo mantiene tan ocupado últimamente? —cuestioné mientras desabrochaba el cinturón de seguridad.
— Juntas matutinas —se limitó a decir mientras apagaba el auto.
— ¿Ahora también por la mañana?
— Clifford trata de acelerar las cosas lo más que puede, cree que si las juntas son por la mañana temprano Leonardo no tendrá como escapar.
— Debe ser estresante para ambos, no creo que sea muy cómodo despertarte con un montón de gente extraña en tu sala.
Soltó una risita mientras bajábamos del auto.
— La verdad es que no, pero después de un tiempo te acostumbras.
Entramos en el edificio y, aunque en el camino encontré a todas mis amigas, no logré divisar a la persona que realmente estaba buscando. Caminé hasta los casilleros con la esperanza de encontrarlo ahí, pero tampoco estaba. Con algo de desilusión metí la cabeza en el pequeño cubículo de metal para rebuscar por mis libros y -como ya era costumbre- encontré una nota con un pequeño dulce envuelto, suspiré mientras lo lanzaba al fondo de mi bolso y terminaba de recoger mis cosas. Unas manos tomaron mi cintura por detrás y me pegaron a su cuerpo, el aroma cítrico de su perfume me envolvió mientras sus labios depositaban un beso en mi cabeza; me giré hacia él, sus ojos verde esmeralda brillaban de un modo peculiar, sus labios formaban una enorme sonrisa, iba con una camisa negra de botones, unos pantalones de traje del mismo color y, en el dorso del brazo izquierdo, descansaba su saco.
— Me encanta que me comas con la mirada, pero no creo que este sea el lugar apropiado —susurró con malicia y sentí las mejillas ardiendo mientras me echaba a reír.
— ¿Por qué vienes así vestido?
— La junta que tuve un rato se demoró un poco y no me dio tiempo de cambiarme... ¡Me siento ridículo!
— Luces bien —aseguré dándole un repaso rápido— A mí me gustas.
— Genial, porque eso es lo que importa —dijo extendiendo los brazos para cubrirme en un cálido abrazo donde yo aproveché para inspirar profundo mientras apretaba su torso con toda la fuerza que pude reunir.
— Tomaré mis cosas rápido y nos iremos a clase, ¿vale?
Asentí con la cabeza mientras me separaba de él y observaba atentamente cada uno de sus movimientos. Me permití a mí misma darle otra repasada rápida... ¡Dios, era tan guapo! Cuando se remangaba la camisa se podían apreciar perfectamente sus brazos con algunas venas sobresaltadas.
— ¿Te has hecho algún tatuaje? —pregunté en cuanto él cerró su casillero y se acercó, me miró con el ceño fruncido por unos segundos y después sonrió.
— A veces me sorprende la rapidez con la que puedes preguntar cosas que no tienen contexto.
Le devolví la sonrisa.
— Soy muy curiosa y me gusta saber cosas, por más mínimas que sean.
— Y eso me encanta —aseguró posando su brazo en mi espalda para empezar a caminar hacia el salón de geometría.
— Aún no respondes...
— No, no tengo tatuajes, ¿y tú?
Rodé los ojos, como si no conociera la respuesta de antemano.
— Soy menor de edad.
— ¿Te lo harías si no lo fueras?
— Puede —respondí asintiendo con la cabeza.
— ¿Y si yo firmara para que te lo pudieras hacer ahora?
— Mi padre te mataría si se entera —se echó a reír mientras presionaba mi cuerpo contra el suyo, de pronto, un pensamiento fugaz recorrió mi mente— Tengo una idea, cuando cumpla la mayoría de edad podemos ir a tatuarnos juntos.
Hizo un mohín mientras parecía pensárselo, supuse que no le agradaba del todo o que tal vez le parecía algo muy bobo. Miré nuestras manos entrelazadas esperando por su respuesta, pero al no recibirla y con el corazón latiendo en los oídos decidí llenar el silencio yo misma.
— Aunque si no te gusta no tenemos que hacerlo, podemos hacer cualquier otra cosa... de hecho no tenemos la obligación de hacer nada si tu no quieres, es decir, podemos acordar algo que no guste a los dos para hacerlo, pero solo si quieres, ¿tú quieres? —hablé tan rápido que ni siquiera me detuve a ver su rostro, en la cual se mostraba una mirada divertida y unos labios curvados en una enorme sonrisa.
— Sí quiero, me gusta lo del tatuaje —aseguró con una sonrisa mientras tiraba de mi cuerpo para dejarlo pegado al suyo, acunó mi rostro entre sus manos y se acercó para besarme, pero sus labios terminaron chocando con mi mejilla.
— Ahora no —susurré y él soltó un suspiro mientras se apartaba con una clara expresión de molestia— Creí que ya había quedado claro.