Sobreviviendo a Gon (leopika)

Capítulo tres

- ¿Qué harás para que Gon no te diga papá frente a todos?

Kurapika luchaba contra Gon, intentando que el pequeño se quedara quieto para poder cerrar su chaqueta mientras el mismo saltaba en la cama cantando a viva voz la canción de Bob Esponja, cuando Hisoka salió del baño. Kurapika había impuesto la regla inquebrable de no salir del baño desnudo luego de que Gon tomara eso como un pase libre para correr desnudo por la casa sin importarle que alguien podía verlo por las ventanas. 

El cierre subió y Kurapika suspiró antes de tomar un gorro de lana y colocarlo en la cabeza de Gon. El pequeño se detuvo y tocó el mismo con sus dedos. - ¿Frío, papi? 

- Lo hace, pero no estamos en el polo norte. - Hisoka jaló el gorro y lo tiró a través de la habitación antes de proceder a quitarle la bufanda y la chaqueta al niño. - ¿Por qué rayos lo abrigaste tanto? ¿Acaso no te enteraste de que el hotel ofrece aire acondicionado? Iremos a cenar, no a esquiar en la Antártida. 

- Hisoka, él es igual a Leorio. - Susurró en el oído de su amigo. - Si alguien lo ve, se dará cuenta. 

- Si alguien lo ve vestido como un muñeco de nieve sin movimiento, pensarán que es raro. - Rodó los ojos. - Además, les diremos a todos que yo soy su padre. 

- ¿Papi? 

Hisoka se giró hacia Gon. - Sí, yo soy tu papi ahora. - Se señaló a sí mismo. - Papi Soka.

Los hermosos ojos del pequeño se ampliaron. - No. - Chilló. - Titi Sokal, tú. 

- No, ahora soy papá Hisoka. - Volvió a aclarar antes de señalar a Kurapika. - Y él es el tío Kurapika. 

Gon frunció el ceño, mirando de uno a otro antes de que las lágrimas aparecieran. - ¡Papi! - Extendió los brazos hacia Kurapika, quién lo tomó al instante. 

- Genial, Hisoka. Tu habilidad con los niños es increíble. - Se meció a los lados, acariciando el cabello negro de Gon. - Todo está bien, nene, ya no llores. 

- ¿Tú mi papi?

- Sí, cariño, yo soy tu papi. - Le envió una mirada fulminante a Hisoka cuando esté rodó los ojos en su dirección. - No quiero que ellos me atrapen, pero no voy a permitir que mi hijo se angustie por una cosa así, se supone que hago todo esto para protegerlo.

- ¿Entonces qué haremos?

Moviéndose en un suave vaivén, Kurapika suspiró. - Ir allí y esperar lo mejor. 

¿Estás loco? - Hisoka se dejó caer en la cama, tomando una de las camisetas que había "desempacado" cuando arrojó todo el contenido de su maleta sobre la cama, y se la puso sobre la cabeza. - Ese niño es como tu sombra, ellos se darán cuenta al instante de que eres su padre. 

- ¿Qué quieres que haga? No es como si pudiésemos faltar a la cena, mi madre estaría aquí buscándonos antes de que puedas decirle hola.  

Hisoka soltó un suspiro antes de ir alrededor de la cama y comenzar a arrojar su ropa, desordenadamente, dentro de la maleta. - Voy a tomar mis cosas en caso de que debamos salir corriendo de aquí cuando tus padres estallen en tu contra. 

- Gracias, esa frase acaba de tranquilizar mis nervios totalmente. - Ironizó. 

- Siempre es un placer.

Rodando los ojos, se dirigió al baño y lavó rápidamente el rostro de Gon, eliminando la humedad de las lágrimas. Su hijo no pareció muy contento con el tratamiento, pero en cuanto terminó, se aferró a su chaqueta como si la vida se le fuera en ello. Hisoka tenía razón, no había manera de que su hijo se desprendiera de él lo suficiente para hacerles creer a los demás que no compartían ese lazo.

Apretando sus brazos alredededor de Gon, se dijo a sí mismo que no importaba lo que sucediera. Si alguien se daba cuenta del parentesco, que se jodiera. Él iba a asistir a la boda de su hermana y luego correr lejos para poder volver a su vida donde todo era más fácil para él.

Seguía repitiéndose lo mismo mentalmente mientras salían de la habitación, Gon aún aferrado a él cuando subieron al ascensor. No podía creer su mala suerte cuando una mano paró las puertas de cerrarse y Leorio entró, acompañado de una joven mujer que se colgaba de su brazo. Kurapika se dijo que no eran celos o una estupidez similar lo que hizo ruido en su estómago cuando los vio y en vez de eso se concentró en la charla sin sentido que Gon estaba manteniendo mientras comenzaban a bajar. 

- ¿Cuántas patas tiene una araña?

Kurapika sonrió hacia él. - Tiene ocho patas. - Respondió, siguiendo el ritmo. 

- Ocho. - Asintió, como si realmente comprendiera cuánto era eso. - ¿Eso es mucho?

- Es mucho, tienen muchas más que nosotros.

- ¿Como las hormigas? - Cuestionó. - Las hormigas tienen seis.

- Oh, pero que niño más inteligente. - Rió, dejando un sonoro beso en su mejilla antes de hacerle cosquillas.

- ¡Papi, no! - Rió cantarinamente.

Y esas simples palabras lograron que el aire dentro del ascensor se espesara. Kurapika podía sentir la mirada de Leorio sobre ellos como si estuviese tocándolo, por lo que en un movimiento inconsciente, llevó la cabeza de Gon contra su cuello y soltó un suspiro aliviado cuando las puertas se abrieron y despegó de allí lo más rápido que pudo. 

- No te desesperes. - Hisoka sopló hacia él. - Los niños se equivocan todo el tiempo, sólo se equivocó de palabra, ¿sí?

- Sí, está bien. Tienes razón y... - Lo miró con atención. - Acabas de tener razón en algo, no sé si es la primera vez que te veo sobrio o me drogué sólo por estar cerca de ti.

- No me lo recuerdes, me estoy muriendo por un cigarrillo.

- Te doy dos horas más antes de que empieces a arrancar tu cabello y querer beberte el agua de los floreros. - Bromeó.

- Me ofendes, pero esa es la actitud que quiero. - Golpeó su hombro. - Mantente de esa manera hasta que esto termine y estaremos bien.

Kurapika dejó a Gon en el suelo cuando este comenzó a revolverse al ver a un grupo de niños, la mayoría hijos de sus primas, pero había también familiares del novio. - Ten cuidado y no te ensucies. - Pidió con suavidad, recibiendo un asentimiento descuidado que no le dio mucha tranquilidad. Enderezándose, se volvió hacia Hisoka y sonrió. - Puedo hacer esto. 




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