Sobreviviendo a Gon (leopika)

Capítulo cinco

"Aferrándose al borde del escritorio, Kurapika cerró los ojos con fuerza intentando que la habitación dejara de moverse a su alrededor. Había estado sintiéndose mal por unos días y comenzaba a pensar que tal vez se estaba enfermando, su estómago se revelaba en su contra llevándolo a aferrarse al inodoro cada mañana y había tenido mareos y dolores de cabeza que lo preocupaban bastante.

Acercándose a la cama, se sentó en el borde de la misma y se dejó caer contra las almohadas, cerrando los ojos cuando un suspiro salió de sus labios. Había recurrido al té y a las galletas dulces sin mucho sabor para el desayuno y su estómago había estado comportándose, no podía decir lo mismo del resto de su cuerpo. Era fin de semana por lo que bien podía acurrucarse en su cama y dormir, aunque él realmente prefería poder acurrucarse bajo las sábanas azules pertenecientes a la cama de su novio, rodeado del cálido cuerpo del mismo.

Dios, él estaba extrañando a Leorio y lo había visto la noche anterior. Comenzaba verse patético a su parecer.

Su teléfono sonó en el bolsillo de su jean y una sonrisa tonta tiró de sus labios. Ellos parecían estar mimetizados luego de un año entero de noviazgo o lo que sea que fueran, nunca lo habían oficializado realmente. Se habían conocido cuando su hermana había invitado a su nuevo amigo a casa para la fiesta de cumpleaños número dieciseis de Kurapika, ellos habían tropezado en el pasillo del baño y se habían enamorado a simple vista. O eso era lo que a Kurapika le gustaba creer. 

Alcanzando el teléfono aún con la tonta sonrisa en sus labios, aceptó la llamada, escuchando la suave voz que había estado esperando. - Kurapika, necesito hablar contigo. 

Frunció el ceño, esperando el "mi amor" o "bebé" que por lo general acompañaban ese tipo de frases, pero nada pasó. Sentándose en la cama, miró a través de su ventana distraídamente. - ¿Qué sucede, Leo?

- Yo... - Hubo una pausa bastante larga. - Me gustaría verte cara a cara, pero no creo tener la fuerza para hacer esto si te veo.

- Leorio, ¿qué está pasando? - Esto comenzaba a asustarlo.

- Terminamos. - Soltó, la simple palabra hizo que el corazón de Kurapika se saltara un latido. - Volveré a la universidad este fin de semana. No me busques, lo que sea que hubiese entre nosotros ya no existe.

Kurapika se aferró al plástico en su mano, intentando comprender las palabras cuando la llamada ya había sido terminada. No, eso no podía estar sucediendo, no podía. Ellos habían compartido absolutamente todo, le había dado su inocencia a Leorio y él había prometido que lo cuidaría, que se amarían por siempre. No podía entender nada, ni siquiera logró llorar por la ruptura porque no pudo procesar la misma hasta días después cuando intentó llegar a Leorio y este se negó a abrirle la puerta de su departamento. 

¿Cuán humillante era eso? Dios, él se había quedado sentado en la puerta por horas en espera de alguna señal, pero Leorio no dio señales de vida. 

El sábado en la mañana, Leorio se había ido de la ciudad y Kurapika se había quedado solo, con el corazón roto y el montón de sueños que Leorio había creado para él, destrozados a sus pies."

Despertando de golpe, Kurapika se sentó en la cama y pasó sus manos por su rostro, intentando alejar las imágenes de su mente. No había pensado en la ruptura con Leorio desde hace bastante tiempo, no podía creer que ahora estaba soñando con eso. Su mente estaba haciéndose trizas por estar en el mismo edificio que el imbécil, debía alejarse. 

Sentándose en el borde de la cama, arrojó su cabello húmedo por el sudor lejos de su rostro y miró hacia la cuna donde Gon dormía tranquilamente. Otro recuerdo lo golpeó. 

"Había pasado un mes desde que Leorio se había ido y una semana desde su cumpleaños número diecisiete. Kurapika había estado en la casa de Hisoka cuando su mundo se oscureció y se desmayó en el suelo de la habitación del chico. Había despertado con un asustado Hisoka a su lado, mirándolo con preocupación. 

- ¿Qué sucedió? - Susurró, sentándose en el suelo con la ayuda del pelirosado.

- Caíste como un edificio en ruinas. - Respondió. - Nunca había visto un desmayo antes, pero seguro que eso que hiciste se vio como uno. 

- ¿Me desmayé?

- Ajá. - Asintió. Pasando una mano por su cabello miró a Kurapika. - ¿Te has estado sintiendo mal o algo? No sé mucho de medicina, pero no creo que desmayarte sea normal. 

- No lo es. - Miró a su alrededor. - ¿Me desmayé y no fuiste por ayuda o algo? 

Se encogió de hombros. - No le ví el caso, tú estás despierto y además, mi madre creería que estamos drogándonos y eso no sería tan genial como parece. 

Kurapika rodó los ojos hacia el chico y pasó las manos por su rostro. Había algo que estaba picando en su mente hace días y no había tenido el coraje de poner fin a sus dudas antes, pero ahora estaba seguro de que debía hacerlo o alguien más se daría cuenta de ello y estaría en problemas. 

- Debo irme. - Dijo luego de unos momentos de recuperación. Se puso de pie, asegurándose de que su mundo seguía en eje, y se dirigió a la puerta. - Nos vemos luego, Soka. 

Saliendo de la habitación, se apresuró escaleras abajo y salió por la puerta principal, tomando su bicicleta y apresurándose hacia la farmacia más cercana. Había tenido el dinero justo en su bolsillo, pero nunca había estado más agradecido que cuando pudo encerrarse en su baño y sacar la prueba de la caja. 

Quince minutos después, se estaba aferrando a una prueba positiva mientras lágrimas bajaban por su rostro. 

¿Qué se suponía que haría él con un bebé? Estaba aterrado, su cuerpo entero temblaba mientras miraba las dos pequeñas líneas rosa que afirmaban que un pequeño estaba creciendo en su interior. No podía llamar a Leorio, ni siquiera tenía un número de teléfono para poder comunicarse con él, sus padres lo matarían cuando supiesen que tendría que dejar la escuela cuando su abdomen creciera. 




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