Sobreviviendo a Gon (leopika)

Capítulo siete

Un tiempo después...

- ¡Gon, recoge tus juguetes o los olvidarás! - Kurapika jugueteó con uno de los autitos olvidados sobre la isla mientras bebía su café y releía la propuesta que debía entregar hoy. Cuando la cabeza de Hisoka cayó en la mesa frente a él, levantó la mirada. - ¿A ti qué te pasa? 

Hisoka gimió. - ¿Recuerdas la camarera que conocí en la boda de tu hermana? 

- ¿La chica alta, pelirosada y ojos azules? - Hisoka asintió. - ¿Qué pasa con ella? 

- Sufre de asma.

Kurapika cerró la carpeta y miró a su amigo con confusión. - ¿Y eso qué tiene que ver con tu estado desanimado?

- ¿Qué es lo que nunca, jamás de los jamases debo hacer cuando estoy cerca de Gon o tú cortas mis pelotas? 

- Oh, mierda. - Susurró cuando lo entendió. - Tú no puedes fumar. 

- Sí. - Gimió.

Kurapika rompió en carcajadas cuando el chico subió la mirada, una expresióm torturada en su rostro. Levantando la mano, le enseñó el dedo medio logrando que la risa se incrementara.

- ¿Papi? - Gon entró a la sala dando saltitos antes de detenerse y girar sobre sí mismo. - ¿Cómo me veo? 

Recuperándose de la risa, Kurapika se giró hacia él y sonrió. - Te ves encantador, cariño. - Dejó la taza vacía sobre la mesa y se acercó a su hijo, acomodando el gorrito con orejitas sobre su cabello. - Serás el osito más lindo del lugar. 

Las pequeñas mejillas se sonrojaron por el cumplido y una gran sonrisa apareció en su pequeño rostro. Kurapika no pudo resistir abrazarlo y salpicar su rostro con pequeños besos, su hijo era simplemente adorable. 

Cuando el timbre sonó, los ojos de Gon se ampliaron. - Papá aquí. 

Poniéndose de pie, Kurapika tomó el bolso dónde había guardado las cosas de Gon: su maletín, el jugo que el pequeño no se había terminado y a Leo, el patito de peluche, antes de tomar la manito de su hijo y apresurarse hacia la puerta, gritando sobre su hombro: - Cierra la puerta cuando te marches, Soka. Y no te quedes todo el día lamentándote, haz algo productivo por tu vida. 

- Sí, tal vez pueda inventar un cigarro que no afecte a los asmáticos, pero que me siga matando con la misma lentitud. - La voz del chico llegó amortiguada hasta él, pero Kurapika lo escuchó de igual manera y rodó los ojos. 

Abriendo la puerta principal, se encontró con la sonrisa brillante de Leorio desde el otro lado. Ellos no habían tocado el tema de su relación nuevamente, pero habían llegado a un acuerdo con las visitas de Gon. Leorio lo tenía dos días a la semana en la mañana, eso al menos hasta que pudiese hacer los arreglos para conseguir un trabajo y mudarse más cerca de ellos. 

- Hey, campeón. - Se agachó, recibiendo a Gon en sus brazos. - ¿Serás un osito hoy? 

- Osito, sí. - Asintió, inclinando la cabeza para mostrar sus orejitas, como si Leorio pudiese perderse un detalle así. 

El pelinegro miró a Kurapika. - ¿Nuevo disfraz de halloween? 

Kurapika hizo malabares con las cosas en sus manos por un momento hasta que Leorio tomó un par de cosas. Se encogió de hombros hacia la pregunta. - Lo vio en la tienda, le gustó y no tuve corazón para negarselo. 

- Dijiste lo mismo del disfraz de princesa de la semana pasada. - Rió. 

- Hey, sólo lo dejo tener libertad de expresión. - Se defendió dirigiéndose al auto de Leorio con ellos. - Si él quiere ir por ahí disfrazado de osito o princesa, ¿quién soy yo para negárselo? 

Leorio se encogió de hombros mientras ponía a Gon en la sillita que había colocado en su auto. - Tienes razón, él tiene todo el derecho de ir vestido como quiera. 

Viéndolo acomodar el bolso, le tendió el patito de peluche. - No te olvides de Leo o él enloquecerá. Sólo bebió la mitad de un jugo esta mañana, pero seguramente le dé hambre dentro de poco y tenga ganas de ir al baño, aún no controla muy bien eso, así que mantén un ojo sobre él. - Pidió. - Recuerda que es alérgico a los cítricos y no dejes que se le acerque ninguna abeja si van al parque, deberías llevar alguna inyección de epinefrina por si... 

Sus palabras murieron cuando Leorio se inclinó y unió sus labios en un suave beso. - Lo tengo, amor. Me lo has dicho varias veces ya, y si tengo alguna duda prometo llamarte al instante, ¿sí? - Susurró con media sonrisa. 

- Lo sé. - Dió un paso atrás, mirando hacia adentro del auto donde su hijo se encontraba y suspiró. - Lo siento, estoy nervioso por la presentación de hoy. 

- Estarás fantástico.

- No puedes saber eso. - Se rascó la muñeca con nerviosismo. 

Leorio se acercó y detuvo el movimiento antes de dejar un beso en su nariz. - Cariño, tú me enamoraste con un parpadeo de esas hermosas pestañas en mi dirección, estoy seguro de que estarás encantador en esa presentación y todos amarán tu trabajo. 

- ¿En serio hice eso? - Susurró con voz pequeña, hipnotizado por los ojos de Leorio. 

El pelinegro sonrió. - Oh, sí. - Jaló suavemente su mano para que estuvieran más cerca antes de rodear su delgada cintura con su brazo. - Recuerdo que ni siquiera quería ir a ese cumpleaños, pensé que sólo serían un montón de adolescentes revoltosos haciendo ruido, pero Melody insistió y cedí. Nunca podré agradecerle lo suficiente porque cuando llegué allí y te vi, realmente pensé que estaba soñando. Te veías precioso en la ropa blanca que tu madre te había obligado a usar, como un ángel, quedé hipnotizado. Y cuando pensé que no podías ser más impactante, me miraste con esos hermosos... - Besó un párpado antes de hacer lo mismo con el otro. - Hermosos ojos, y caí totalmente enamorado de ti. Un parpadeo en mi dirección y te había entregado mi corazón envuelto en papel de regalo. 

Casi por instinto, comenzó a inclinarse en busca del beso que los labios de Leorio prometían. A sólo un respiro de distancia, la voz de su hijo hablando con su pato de peluche lo sacó del ensueño y se alejó de un salto. ¿Qué mierda estaba haciendo? Él no podía caer tan fácilmente de nuevo, maldición. Pero era Leorio y él siempre había tenido un don para enredar a Kurapika con sus palabras y su suave voz para tenerlo donde quería. 




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