Sobreviviendo en Camada

14. No se escuchaba

Capítulo 14

Dedicado a Gonzalo

— ¡No estamos muertos!

La voz de Jerónimo resonó por las paredes de la oficina. Habían atravesado el pasillo de recreo sin ningún problema con la sombra. Les resultó muy raro y, a pesar de que no hubo indicios de peligro, corrieron y se apresuraron en llegar a la oficina.

Por las ventanas del pasillo, habían visto todo el patio manchado de un líquido rojo. Sangre. Su compañero. Se aguantaron las arcadas provocadas por la sangre y las lágrimas que querían dejar sus ojos.

Dentro de la oficina, tantearon sobre los muebles buscando algo que les brinde luz. Las linternas estaban en la sala de Educación Física enfrente al teatro. Se sintieron idiotas al recordarlo tan tarde. Además, ninguno de los celulares andaban. Después de un minuto de tropezarse y buscar a ciegas, Gonzalo sacó cinco velas aromatizantes de un cajón. Estaban usadas y la cera seca estaba estática en forma de gota sobre los bordes. El hilo que tenían en su interior era muy corto para prenderlas fácilmente.

— ¿Cómo la prendemos? —preguntó Agustín en el suelo. Se había tropezado con una tabla suelta.

—Tengo el encendedor de Bautista —dijo Gonza.

De su bolsillo trasero sacó un encendedor naranja, tenía bastante líquido en su interior. Sonrió de lado al recordar que estuvieron jodiendo a todos asustandolos prendiendoles el encendedor en su oreja. Con dificultad encendió las cinco velas quemándose un poco las yemas de sus dedos y les dio una a Jerónimo y otra a Agustín.

Se dispusieron a recorrer la oficina. Acercando las velas al suelo, vieron un cuadrado. Como una puerta. supusieron que ese era el pasaje. Tenía una cerradura oxidada y gracias a eso, la pudieron romper y abrir. Deba a una oscuridad. Con la poca luz que les brindaba las velas, vieron una corta escalera. Se miraron entre ellos.

—Ni loco voy primero.

—Agus, dale, alguien tiene que ir.

—Andá vos, Jero, entonces.

—No, ni en pedo.

—No me digas...

— ¡Uy! ¡Qué gedes! ¡Voy yo!

Gonza bajó la escalera de a poco con la vela delante suyo. Eran unos cinco escalones. Su interior tenía paredes de tierra y muy angosto, podían caber dos personas juntas al mismo tiempo. De altura era menos de dos metros, Gonza tuvo que agachar un poco la cabeza. Agus y Jero no tuvieron problema.

Avanzaron lentamente. La débil luz apenas iluminaba algo y no sabían lo que tenían delante, solo la inmensa oscuridad sin fin. El olor a tierra que reinaba era terrible. Cada tanto, veían algún gusano por el suelo o una rata pasaba corriendo y chillando por su lado. Cuando eso último pasó, Jero lanzó un grito y se pegó a Agustín. Gonzalo soltó una carcajada. Los otros dos ignoraron el hecho de que se estaba riendo de ellos, y se le unieron.

Sus risas eran lo único presente en el silencio del pasaje.

No habían reído así hace días. Estar encerrados les bajaba el ánimo muchísimo.

Cesaron las risas y continuaron el trayecto. No estaban seguros de dónde debían ir.

Gonzalo paró en seco.

—Chicos, Valen dijo que hay una construcción en frente y que este túnel sale por ahí -asintieron- ¿Cómo sabemos que no sellaron la entrada?

Se callaron. Era una posibilidad. Valen pudo haberse equivocado. ¿Qué si esto los llevaba a la muerte? ¿Qué si no había salida? ¿Qué si la sombra los encontraba?

Estuvieron quietos más de lo necesario.

La sombra ya los había encontrado.

Una bruma negra entró por la puerta del piso. Siguió el rastro de las huellas. Los encontró hablando entre ellos. Comienza a expandirse a su alrededor como un líquido sobre la mesa, ellos no lo percibieron.

No se escuchaba. No se veía. No se sentía.

Gonzalo arrugó la nariz.

— ¿Qué hacen? —dijo al ver a sus compañeros modular pero no emitir palabra. Los veía gritar y aullar pero no escuchaba nada. Lo peor de todo: no escuchaba su propia voz.

— ¡Chicos! —gritó forzando su voz mas no sabia si servía de algo.

Sus dedos quemaban gracias a la cera de la vela que se resbalaba por ellos. Pero no quería soltarla, era la única fuente de luz.

El terror le invadió el pecho y se tambaleó hacia atrás. Lanzó un grito de dolor. El fuego de la vela le lastimó. Tuvo que sostenerse contra una pared. Metió la mano dentro de la tierra para mantenerse a pie. Sintió como la tierra se metía dentro de sus uñas. No escuchaba sus propios pensamientos. Gritó. Gritó sin escucharse.

No se escuchaba. 

 



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En el texto hay: sufrimiento, muerte, amistad

Editado: 26.02.2021

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