Era un lunes cualquiera, un día en la cual la agobiante rutina ya había tocado a la puerta de la familia Jiménez-López: Adonay regresado de las vacaciones, había acumulado mucho trabajo en su laboratorio; sí, era un gran científico y después de graduarse y varios másteres con la nota más alta de todo el curso consiguió un empleo en una importante empresa que estudiaba la evolución biomédica, descubrir nuevas vacunas y asuntos de estos temas. Durante sus estudios, conoció a Vicky, su actual esposa; la mezcla cultural no fue bien acogida por parte de ambas familia, pero ellos decidieron seguir adelante y después de unos quince años de casamiento habían realizado varios sueños: recientemente había comprado una pequeña casa cerca del pueblo de Bétera, en Valencia; ambos eran amantes de los animales, tenían dos Husky respectivamente de cuatro y tres años; además de esto, seis años atrás nació su hermosa hija: Beatriz.
La alarma de Adonay ya había sonado, pero él aún estaba acostado al lado de su mujer, compartían la cama desde hace más de una década, pero, él, aún, seguía probando las famosas mariposas en el estómago viéndola dormir. Vicky tenía el rostro relajado, una mecha pelirroja le cubría el ojo derecho, su respiro era suave y caliente, Adonay, suavemente, le acariciaba la pierna desnuda con los dedos, mientras su cara se acercaba a la suya para darle un mojado beso en la nariz.
Ese momento tan íntimo fue interrumpido por la alarma de ella, el sonido del mar, Adonay nunca entendió cómo era posible que ese tipo de alarma le despertara.
-Que bonito el sonido de las olas del mar- afirmó Vicky aún medio dormida, mientras sonreía.
-Sí, cariño, sí...- -... es la alarma, amor- dijo riéndose Adonay.
-Jolín, déjame imaginar de estar en una playa, solos, donde tenemos que
preocuparnos de qué bañador poner- dijo abrazando a su marido.
-Falta poco menos de un año para otras vacaciones- afirmó él.
-Ni lo digas, no quiero pensarlo. A veces me gustaría que todo cambiase - confesó ella, su rostro ya no estaba relajado, al contrario, se había tensado.
-¿En qué sentido? - preguntó él, curioso.
-Que podamos despertarnos y hacer lo que queremos, los tres: ir a la playa, leer juntos una historia, cosas así, cada día - explicó ella, sus ojos tenían la emoción de lo que estaba contando.
-En un mundo donde el dinero no tiene valor - afirmó Adonay, pensando ya en el largo día que le estaba esperando.
Su conversación acabó, ya que Beatriz irrumpió en la habitación corriendo y saltando encima de la cama.
-Buenos días mi princesa - le dio un beso Adonay.
-¿Soy tu princesa? - preguntó sonriendo avergonzada.
-Claro, y tu mamá, mi reina - dijo besando a Vicky. -Ve a vestirte que te preparo el desayuno - añadió.
-Galletas con leche, papi.
-A las órdenes, mi princesa.
Beatriz era una niña alta un metro y poco más, su piel era rosada, pero con pocas horas de sol cambiaba a morena rápidamente; eso era genética, así decían. Tenía un rostro muy único, algunos pensaban que era extranjera, “este no es un rostro típico español”, así le comentaban, pero ella no se entristecía, al contrario, siempre preguntaba, entonces, cómo tenía que ser una niña española, nunca tenía respuesta.
Era una niña a la cual la creatividad y la palabra siempre preparada no le faltaban.
-¿La acompañas tú al cole? - le preguntó, mientras Beatriz estaba bebiendo su taza de leche caliente.
-Sí, Vicky no te preocupes, antes de irme al laboratorio la llevo.
Mientras Adonay se preparaba para ir a trabajar, Vicky ayudaba a su hija en la elección de la ropa.
-Vamos cariño, que si no llegamos tarde- presionaba su padre.
-Ahora voy, me estoy haciendo guapa.
-Tú ya lo eres amor - afirmó cogiendo en brazo a Beatriz.
Vicky le pasó la pequeña mochila de unicornios a su hija y abrazó a Adonay.
-Que pases un buen día, mi amor - le susurró dándole un apasionado beso a su marido.
-Nos vemos para comer, ¿sí? - le preguntó antes que saliese con la niña hacia el coche.
-Claro mi amor, hasta luego - y cerró la puerta de entrada.
Subieron en el coche y a unos pocos kilómetros Adonay recibió una llamada por parte de su compañero Sergio.
-Hola Sergio, estoy llevando a Beatriz al cole y voy.
-Ven urgentemente, hubo unos cuantos problemas.
-¿Qué problemas?
-Robaron varias cosas, material científico, libros y abrieron la caja fuerte.
-¿Esa caja fuerte?
-Sí.
-No es posible. Es necesario una doble verificación.
-No la forzaron.
-¿Cómo? ¿Por qué alguien de nosotros habría tenido que robar? - preguntó Adonay, aún sin creerse lo que estaba escuchando.
-La cosa grave no fue quién, es lo que cogieron.
-No me digas qué.
-Sí, Adonay, sí, robaron los libros top secret. Si llegas en las manos equivocadas puede haber serios problemas.
-No me jodas.
-¡Papá! - gritó Beatriz del asiento trasero.
-Perdón cariño, tienes razón - dijo. -Ahora ll… - estaba diciendo cuando fue interrumpido por su compañero: - Adonay, pienso que está pasando algo muy extraño.
-¿Dices qué?
-Alguien ya usó lo que robó, tengo ese sexto sentido.
-Si fuese así estaríamos todos en peligro - afirmó Adonay.
Desde el espejo interior miró a su hija, estaba jugando con sus peluches favoritos; al pensar que el mundo podía estar sufriendo una catástrofe, su corazón latía más rápido. “Todo irá bien”, se repetía, en su cabeza, mintiéndose.