Sobre(vivir)

Capítulo 4 - Juan -

-Ven aquí Beethoven- gritó Juan, mientras recogía los restos de un calcetín del suelo.

-¿Qué liaste?- le preguntó, mirándole el morro de Beethoven, un golden retriever, de unos cinco meses. Delicadamente, se acercó a Juan, llorando y chupando la mano.

-Joder, ¡no puedo enfadarme contigo!- exclamó él, sentándose en el suelo y abrazando fuerte.

-A ver, hoy trabajo hasta las tres, así que tendrás la casa para ti solo, por favor, no la líes más, ¿sí? - afirmó, mientras ordenaba la habitación antes de dirigirse al comedor.

Beethoven ladró y dio una vuelta buscándose la cola.

-Cuando llego vamos al parque y a ver si encontramos alguna perrita para ti con una dueña guapa- confirmó sonriendo. 

Cuando llegó a la cocina sacó un poco de paté de pollo y buey para su amigo con cuatro patas y él se preparó un café en su máquina seminueva; mientras escuchaba el ruido de las gotas del café que caían en su taza favorita del Valencia fútbol, se estaba abrochando la camisa. 

Juan era el típico español, patriota, orgulloso de su país y trabajaba en la bolsa, recientemente había conseguido la estabilidad mental y económica que iba buscando desde hace varios años. 

Adoraba a su pequeño golden retriever, pasear con él en el parque del Turia y cuando los rayos del sol calentaban bastante pasaba las mañana pescando en compañía de Beethoven; le gustaba pasar los fines de semana teniendo varias aventuras entre la naturaleza, pero también era un hombre que habrías podido encontrar en cualquier pub perdido de la ciudad. Juan era todo y nada a la vez, estar a su lado era como vagabundear en el medio del mar: nunca se sabe lo que puede pasar.

Por suerte, había encontrado un amigo, un hermano, mejor decir, que le ayudaba a encontrarse cuando se perdía, con un carácter así, solía pasar bastante; Sebastian era su amigo desde la primaria, durante el bachillerato se habían perdido, pero, sucesivamente, cuando ambos empezaron a trabajar, volvieron a juntarse, mucho más que antes, tanto que eran inseparables, aunque Bas, así le llamaba Juan, era su opuesto: odiaba vagabundear por el mar.

 

Juan, después de haber tomado su café rápidamente, cogió las llaves de su Range Rover  y salió, dejando a Beethoven dormir en su camita al lado del sofá. Subió al coche y poco después de salir de su puesto de garaje le llamó Bas.

-Hola Bas, justo ahora acabo de subir al coche para ir a trabajar- afirmó, conectando trámite bluetooth el móvil a la pantalla de su automóvil. -Hoy tengo muchas reuniones en la empresa- afirmó.

-Es difícil la vida de lobo - confirmó Sebastian, riendo.

Bas sabía que Juan había estado estudiando mucho por el rol que ahora ocupaba en su compañía, su sueño era ser un extraordinario bróker como Leonardo DiCaprio en Wall Street.

-Ríe ríe, este finde me iré de escapada.

-¿Solo?

-Hombre, no, con Beethoven - contestó, él sin su amigo peludo no iba por ninguna parte.

-Me iré contigo, a ver en qué líos te vas a meter - afirmó Bas.

Juan sonrió, del carácter de su mejor amigo, el sentido que tenía de protección era lo que más le gustaba.

-Mejor, así vamos a buscar nuestras medias naranjas- dijo.

-La mía es más fácil de encontrar, hazme caso Juan- avisó Bas, sabiendo la complejidad que llevaba en su interior su mejor amigo. 

-Ya veremos- suspiró, viendo que había unas calles cortadas por una manifestación. -Joder, estoy en el tráfico, por Primat Reig.

-Esa avenida está siempre bien traficada, llevas una vida pasando por ahí, deberías saberlo- afirmó Bas.

-Ya lo sé, pero hoy hay una manifestación, no sé de qué, sobre el racismo, a saber- afirmó Juan, mientras miraba moviéndose de su asiento para ver delante de los coches que le ocultaban la visual.

-¿Racismo?

-Sí, algo parecido, hay muchos extranjeros.

Bas, río. 

-¿Qué ríes? Supongo que si era sobre el sector de la agricultura estarían manifestando campesinos, ¿no?

-Sí, sí- seguía riendo.

-No hace gracia, España ya es una ONG para los extranjeros ilegales, pero bueno, por suerte la derecha no manda - afirmó irónicamente.

-Estamos en España - afirmó Bas.

-Justo por eso me quejo, España podría, si quisiese ser uno de los poderes europeos más fuertes, pero quien manda no quiere el bien del pueblo; la gente no lo entiende, bueno, ya lo entenderán cuando pase algo muy grave- explicó Juan, seriamente.

-Te has despertado bien, veo- puntualizó Bas.

-Es la realidad, cada día más cruda- afirmó, mientras seguía viendo las personas pasar: había familias, padres, hombres, mujeres, niños, llevaban carteles, banderas, gritaban algo que Juan no conseguía comprender, hasta que de un segundo para otro el escenario cambió: las personas empezaron a correr por todos lados gritando desesperados, mientras los niños lloraban sin parar.

-Qué cojones...- dijo sorprendido.

-¿Qué pasa? ¿Juan? - le llamaba Sebastián, pero la línea cayó.

 




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