Sobre(vivir)

Capítulo 5 - Los muertos vivientes

 

                                                                                             Yasmin

 

Yasmin volvió a su habitación, abrió la puerta y vio que también sus compañeras se encontraban en el piso.

-¿Vosotras también estáis aquí?- preguntó muy sorprendida.

-Buenos días Yas, sí, nosotras también, suspendieron las clases a toda la uni - avisó Sara. Lucía apareció en el comedor vistiendo su pijama floral favorito.

-¿Ya en pijama?- preguntó Yasmin.

-Sí, ya que no hay clase, veré una serie y comeré papas, aún estoy con resaca de este finde- confirmó Lucía.

Las tres jóvenes empezaron a reír a carcajadas hasta que Lu puso una cara muy seria.

-¿Qué pasa?

-No hay internet - dijo Lucía, molesta.

-¿Cómo? Si hemos pagado este mes- afirmó Yas.

-Bueno, a ver los datos- afirmó Sara, cogiendo su móvil de la mesita al lado del sofá. -¡Mierda, ni los datos!- exclamó.

-Será por el viento- avisó Yasmin, mirando fuera de la ventana y viendo como el cielo estaba cubierto de nubes negras y las hojas del árbol que daba al ventanal se movían a una velocidad que nunca había visto. 

-Supongo que todo esto es por el tiempo- confesó Sara, acercándose a Yas.

Lucía también se levantó del sofá y se dirigió al lado de las chicas. 

-¿Habéis visto aquel rayo?- preguntó, casi asustada, Lucía.

-Sí, pero bueno, estamos en casa, no va a pasar nada- afirmó Sara.

-Ya- susurró Lu.

La conversación de las chicas fue interrumpida por varios gritos que llegaban de la calle. 

-¿Qué está pasando?- preguntó Sara.

-No lo s…- estaba diciendo Yasmin, hasta que desde aquella ventana vieron ver una persona correr hacia un niño y morderle la mejilla, cayó al suelo y la persona, si así se podía definir, seguía mordisqueando y tragándose los trozos del pequeño.

Las chicas se miraron entre ellas, se podía ver el miedo en sus pupilas, el color de sus caras ya no eran rosadas, sino un blanco pálido. Lucía, enseguida, vomitó sin pensarlo dos veces, Sara seguía mirando la escena, pero sin decir ni hacer nada, sus párpados ya ni parpadeaban, Yasmin fue la única que después de unos pocos segundos consiguió mantener la frialdad y actuar con lógica.

-Chicas, cualquier cosa sea eso, tenemos que hacer algo - afirmó, pero no obtuvo respuesta de sus compañeras.

-¡Chicas! Tenemos que cerrarnos aquí, bien, tapar cualquier salida, empezamos por la puerta- avisó, mientras daba vueltas por la casa buscando el mejor mueble; fue a su habitación y enseguida pensó que lo mejor era su armario: grande y con un material bien resistente; lo vació rápido, dejando toda su ropa encima de la cama, sus manos estaba temblando, pero el sentido de salvación y supervivencia le ganaba al miedo que estaba sintiendo. Del comedor escuchó un gran golpe y unos gritos.

-Lucía- dijo, reconociendo su voz.

Corrió hacia la entrada y vio la peor escena de su vida, la puerta estaba tumbada y una persona, con la ropa rasgada y llena de sangre, estaba a pocos centímetros de sus amigas, parecía hablar, pero realmente emitía vocales sin ningún sentido. Yasmin en su cabeza pensaba que no podía ser real, parecía una gran y horrible pesadilla, cerró los ojos y volvió a abrirlos, pero la escena era la misma. 

Sus compañeras seguían gritando, Yas, sin pensarlo muchas veces, cogió una botella de cristal, la tiró al suelo, recogió la parte más afilada y la clavó en la cabeza de aquel monstruo que inmediatamente cayó al suelo.

Dejó caer la pieza de vidrio y sus mejillas estaban mojadas por las lágrimas, lloraba, lloraba fuerte, Sara y Lucía la abrazaron fuerte, mientras ellas también sollozaban.

-Esa persona- dijo Sara.

-Eso no es una persona- afirmó Yasmin.

-Yas tiene razón, no lo es y tenemos que protegernos bien- confesó Lucía, manteniendo la lucidez.

-Vamos a cerrar bien la entrada, cubrimos las ventanas y dejamos a esa cosa fuera de la puerta- explicó Yasmin.

Lucía se sentó en el suelo, Yasmin le miró y vio que tenía una mordedura en la muñeca, estaba perdiendo mucha sangre.

-Vale, Sara, tapa la herida con este trapo limpio, aunque le duela, hazlo, yo ahora cierro la puerta y lo curamos.

-Pero yo…- susurraba Sara.

-Lo puedes hacer, necesito que lo haga- decía Yasmin acariciándole el rostro. - Tú puedes- le motivaba.

Sara cogió el trapo rosa e hizo presión sobre la herida, Lucía apretaba fuerte la mano a su compañera, intentando guardar los gritos que le estaban comiendo por dentro.

Yasmin rápidamente buscó un martillo y unos clavos para arreglar la puerta, no sabía cómo, pero consiguió encontrar todo en casa; cogió el muerto y lo tiró fuera del piso, tenía las pupilas dilatadas, como si hubiese consumido alguna sustancia extraña, lo dejó en el pasillo y cogió el martillo para cerrar la entrada, intentaba clavar la puerta, pero varias veces se equivocó y martillaba sus dedos.

-Tú eres el médico, ocúpate de Lucía, yo haré esto- afirmó Sara acercándose a ella.

-Bien.

Yasmin se acercó a Lu, quitó el trapo y lo que vio fue algo que en ningún libro de medicina había visto.

-¿Tienes un mechero?- preguntó Yas.

-Sí, cerca del microondas.

-Vale.

-¿Por qué?- su mirada estaba asustada. 

-Es una infección demasiado grande, puede ser que tú también te pongas así.

-¿Cómo aquella cosa?

-Pues sí.

-¿No hay solución?

-Sí, tengo que cortarte el brazo- afirmó Yasmin.

-¡¿Qué coño dices?!- exclamaba llorando Lucía.

-Es la única solución, te lo juro que lo haré lo mejor que pueda.

Lucía estaba llorando, Yas le cogió la cara y le susurró: - Irá todo bien, te lo juro- Lucía afirmó moviendo la cabeza y ayudó Yasmin a sacarse la manga de su pijama favorito.




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