Sobre(vivir)

Capítulo 10 - Un lugar seguro -

 

Sol y Giacomo

 

-Tenemos medio depósito, con esto podríamos alejarnos unos… - estaba calculando Giacomo cuando su pareja exclamó: -¡tenemos que ir a casa!

-No se puede, amor, es demasiado peligroso.

-Pues, déjame aquí, iré yo - afirmó con un tono de voz elevado y las lágrimas a los ojos.
-¿Qué coño te pasa, Sol?

-No tengo los medicamentos conmigo - susurró, mientras sus mejillas se mojaban. - no los tengo - repetía a voz baja.
Giacomo la miró, le cogió la mano y afirmó: - iremos por tus medicamentos y buscaremos un lugar seguro.
-Amor, lo siento, pero no puedo…
-Lo sé, tampoco debes estar sin ellos, iremos e irá todo genial - dijo Gia, mientras cogía el camino hacia su piso, con la esperanza de poder llegar sanos y salvos.

Para llegar del pueblo a la playa había una carretera con una pista de ciclistas recién estrenada, todo el municipio estaba muy satisfecho de aquella obra porque, sobre todo en los días de calor, permitía llegar del pueblo a la zona marítima con más facilidad y practicando un poco de deporte; lamentablemente aquella nueva joya no se pudo aprovechar por mucho tiempo y en ella ya viajaban seres andantes y el asfalto había cambiado color: de gris a rojo sangre.
El silencio reinaba en el coche, la pareja tenía dudas, preocupaciones y preguntas a las cuales aún no daban respuestas y eso le causaba una angustia indescriptible.

-¿En Italia también habrá pasado esto? - rompió el silencio Gia.
-No tengo idea, deberíamos verlo, igual, podríamos viajar hasta allí.
-¿No hay cobertura?

-No, nada.
-Pruebo a conectar la radio - dijo Giacomo, mientras con las manos temblantes movía los dedos en varios canales, pero ninguno funcionaba.
Suspiró, dando golpes al volante.
-Hey - dijo Sol, cogiéndole el brazo.
-Perdón mi amor.
-Cariño, irá bien, ¿sí? - le intentó asegurar Sol.
 

Consiguieron llegar hasta la entrada de la zona de playa, pero a unos pocos metros había una multitud de seres andantes y era imposible pasar con el coche, incluso intentando atropellarlos.
-Tenemos que aparcar aquí- concluyó Giacomo.
-¿Cómo llegaremos a casa?- preguntó Sol, esperanzada que su pareja tuviese un plan.
-Matando.
-Amor…
-No son personas.
-Yo nunca…

-Yo tampoco Sol, pero tenemos que decidir si ellos o nosotros…
-Entiendo.
-¿Estás conmigo? - preguntó Gia, mirando fijamente a Sol.
-Siempre lo estaré. - le cogió la mano y salieron del coche.
-Algo afilado, que tenga punta - afirmó Giacomo, mientras buscaban algo.
Sol entonces se acordó de sus tacones, se los quitó y miró a su pareja.

-Probamos - dijo Gia, mientras cogía uno.
Un ser andante se acercaba a la pareja, parecía una mujer porque llevaba el pelo largo, el rostro estaba desfigurado, no se podía apreciar exactamente su sexo, se podía ver su mandíbula, la piel de las mejillas se le caía.
Sol a ver esto de muy cerca sufrió varias arcadas.
-Ahora no cariño, te necesito - afirmó Giacomo.
-Sí, sí, estoy bien - mintió.
Gia suspiró, levantó el tacón con toda su fuerza y se lo clavó en el cráneo de la supuesta mujer; dejó de emitir los sonidos que hacía, se cayó al suelo, con el taco clavado en la cabeza y perdiendo sangre.
La pareja se quedó observando la mujer, Giacomo se había quedado en shock, no reaccionaba, ni movía un dedo, pero mientras tanto, varios seres andantes se acercaban a ellos, entonces, Sol, se observó a su alrededor, vio una papelera y fue corriendo para buscar alguna botella de vidrio, estaba seguro la habría encontrado y no se equivocaba, la sacó y la tiró al suelo, conseguido así varios trozos afilados, los recogió y empezó a clavarlos en los cráneos de aquellos seres, no miraba quien podía ser, ni que sexo eran, ni si eran mayores o jóvenes, lo hacía sin más.

Giacomo, viendo como su pareja había conseguido esa fuerza sobrenatural, consiguió salir de aquel estado de trauma y ayudó a su mujer, juntos y rápidos pudieron llegar a la entrada del edificio, claramente estaba abierta y subieron las escaleras.

-¡Cuidado!- avisó Gia, mientras lanzaba un ser andante.
Corrían planta por planta, tirando muertos y clavando vidrios, llegaron a la décima planta, su piso estaba cerrado, nadie había forzado la cerradura, Sol sacó las llaves y entraron, cerrando nuevamente la puerta con la máxima seguridad.
Giacomo tenía en la mano un cristal, revisó el piso, pero no había nada, ni nadie.
-No sé qué me pasó - dijo Sol, explotando en una crisis de llanto y tirándose al suelo.
-Instinto de supervivencia se llama - afirmó Gia - y déjame decirte que fuiste increíble - añadió sonriendo.
-¿No me ves como un monstruo? - preguntó Sol, confundida. - ¡He matado! - gritó.
-No, nos has salvado la vida y no puedes matar a alguien que ya está muerto - suspiró Giacomo.
-¿Son muertos?

- Sí, lo son.
-Necesitamos saber lo que pasó.

Sol encendió la televisión, pero no había conexión.

-Cariño, de momento aquí estamos seguros, ¿qué dices si comemos algo y descansamos? - preguntó Giacomo.
-¿En serio? El mundo se está yendo a la mierda y tú me dices de comer y dormir. - río irónicamente la joven.
Gia no dijo nada, se sentó en el sofá y miró al techo.
-Lo siento, no quería ser grosera - afirmó Sol, mientras se acercaba a él.
-Tranquila, está siendo un día difícil.
-¿Tú dices? - preguntó Sol, sonriendo.  -¿Cómo podríamos saber lo que ocurrió? - añadió. 

-No tengo idea, hoy en día se hace todo con internet, si no hay pues, no tengo idea, tampoco hay cobertura para llamar a alguien, ahora mismo el móvil está siendo el invento más inutil de la historia - afirmó Gia.
-El mundo cambió en unas horas.
-Ya, este no es el mundo que conocíamos, desde luego.




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