Sobre(vivir)

Capítulo 12 - Un nuevo encuentro -

                                                                        

               Yasmin 

 

Yasmin estaba preparando una mochila para salir, aún no sabía bien qué quería encontrar, pero necesitaba respuestas a muchas dudas que tenía.
-¡No puedes salir! - exclamó Sara, mientras Yas buscaba un arma blanca para llevarse con ella.

-Tengo que ir - contestó con voz tranquila.

-¿Y si te pasa algo?

-Por lo menos lo intenté.
-Nosotras te necesitamos.
-No, Lucía necesita medicamentos y en muy poco tiempo tú necesitarás comida.
-No quiero perderte - afirmó Sara, aguantando las lágrimas.

-Regresaré pronto, ya verás - dijo Yasmin, intentando tranquilizarla.
-¿Qué tengo que hacer? 

-Lucía tiene que comer, hazle una de tus sopas riquísimas, tómale la fiebre cada hora y media, dale los últimos antiinflamatorios que tenemos y protegeros, si escuchas algún ruido prepara el arma, yo cuando volveré diré la palabra llave y me abriréis, pero, solo si no corre peligro.
-No te dejaremos fuera - avisó Sara.
-Si hiciera falta, sí.
-Olvídalo, nunca lo haría.
-Tenéis que protegeros, es lo primero que os dije.
Sara suspiró, su amiga era muy cabezona, no había forma que cambiase de opinión, así pasó a otro asunto: - ¿Cuál es la palabra llave? 

Yas estuvo unos segundos pensando, no la tenía preparada, pero al final susurró: - ¹ taronja.
Sara sonrió, de todas las palabras que podía pensar le salió taronja, le hizo una cierta gracia.

-Bueno, ya tengo todo, nos veremos en unas horas- afirmó Yas, mientras abrazaba a su compañera.
-Ten cuidado, por favor, vuelves antes de que se haga noche.
-Tranquila, volveré, tú cuídate y cuida a Lucía - dijo, mientras le acariciaba la frente a su amiga.
-Lo haré, no dudes.
-No dudo - afirmó.
Yasmin, en cuanto  estaba fuera de la puerta, respiró hondo y silenciosamente bajaba las escaleras, tenía seis plantas que bajar, habría podido encontrar de todo, así que agarraba con toda la fuerza un cuchillo, sus ojos observaban cada minúsculo detalle, cortaba la respiración para que sus oídos pudiesen oír el sonido más mínimo, su corazón latía a una velocidad anormal, sus piernas temblaban y por cuanto intentase mantener un control sobre su físico y mente, era inevitable no sentir el miedo que le estaba comiendo por dentro.
“Yo puedo”, seguía repitiendo en su cabeza, tenía que hacerlo, quería dar respuestas a tantas preguntas que estaban en bucle en su mente, pero esa motivación cesó cuando oyó un ruido: unos pasos, pero no sabía si era un humano o un muerto, se escondió detrás de un pilar, mientras los pasos se acercaban, podía apreciar el sonido de alguien hablando, pero no eran frases compuestas, ni palabras, eran más parecidas a sílabas. 

Yasmin movió la cabeza y pudo observar lo que era: andaba cojeando, tenía la ropa desgarrada, no tenía piel, Yas podía observar los órganos, como si fuese algo totalmente normal, tenía el rostro desfigurado, Yasmin se quedó inmueble delante del muerto, pensaba en que su familia podía estar así, se le congeló la sangre y no pudo aguantar las lágrimas, mientras tanto se le acercaba cada segundo más. 

-Lo siento - dijo Yas, mientras le clavó el cuchillo en su cabeza y el muerto cayó al suelo; la joven recogió su arma y siguió la marcha, sabiendo que tenía la fuerza de poder matar a alguien.
Salió del edificio y aquella famosa calle que transitaba todos los días era completamente irreconocible: tiendas quemadas, coches destrozados, había mucha sangre en la carretera y Yasmin pudo ver también muchos muertos andar por allí, sabía que no podía con todos, así que se dirijo corriendo al hospital universitario que estaba a unos cinco minutos andando, claramente el camino se hacía más complejo, porque tenía que evitar encuentros peligrosos, también conocía las posibilidades de encontrar algún humano con no muy buenas intenciones, tenía que estar lista para usar su arma contra todo lo que le podía causar daño.
Llegar al hospital era verdaderamente difícil, más de lo que había pensado, la Avenida de Blasco Ibáñez era repleta de muertos vivientes, era imposible entrar por la puerta principal, por suerte Yas sabía que había unas escaleras de emergencias que le habrían permitido entrar en el edificio, solo tenía que acceder a ellas, estaba estudiando un plan para acercarse al hospital y recordaba que siempre había un puesto de flores, era muy hermoso, tenía muchos tipos de plantas, de varios tamaños y colores, además el puesto era muy precioso, todo de madera, según Yasmin era lo más inflamable que había a su alrededor y por suerte se había llevado un mechero, su plan podía fallar perfectamente, pero tenía que intentarlo, así que se acercó al puesto, que por suerte aún estaba e intentó encender fuego, mientras varios muertos ya habían olido su presencia y pronto se habría encontrado rodeada si su plan no hubiese funcionado. 

Yasmin sudaba frío viendo que la madera no cogía la llama como deseaba ella, a algunas plantas el fuego ni le hacía efecto, no era su día afortunado, pero a pocos pasos del puesto había unos coches aparcados, sabía que el combustible era altamente inflamable, así que abrió un depósito y con la lama del cuchillo lo mojó de gasolina, con el poco líquido que había sacado untó la madera y vio cómo se consiguió prender.
Yasmin estaba orgullosa de su plan maestro y más aún viendo como los muertos iban directos al fuego, así que pudo subir las escaleras de emergencia, llegó hasta la puerta de la tercera planta y no podía abrirla, así que tiró una piedra que estaba en el suelo y la destruyó, pero, con las prisas de abrir la puerta se rajó la muñeca. - ¡Mierda! - exclamó, mientras veía gotas de sangre caer al suelo, sabía que no era nada tan grave, pero el dolor no le ayudaba a pensar con lucidez. Yas estudió todas las salas, sobre todo la de enfermería, donde podía encontrar más medicamentos y vendas y era así, recogió todo lo que podía encontrar: gasas, vendas, antiinflamatorios, antibióticos, alcohol, agua oxigenada, incluso, medicamentos que no conocía ni los nombres, decidió parar a curarse la herida, para evitar una infección y justo cuando se estaba atando la venda algo le lamió la pierna.
Yasmin saltó del susto, pero sonrió al ver que era solo un dulce perro.
-¿Y tú qué haces aquí? - dijo, acariciándolo.
-¡Beethoven, vamos! - exclamó un hombre entrando en la habitación, pero se congeló cuando vio Yasmin. La joven se levantó del suelo y agarró fuerte su arma, mientras la apuntaba al joven hombre.




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