Sobre(vivir)

Capítulo 15 - Un nuevo viaje -

Juan


Juan paró el coche en un callejón donde no había sin cerebros que le podían molestar, sacó el móvil y abrió la aplicación del mapa, pero no había internet, por lo cual no funcionaba bien. 

Su plan, bastante improvisado, era viajar con el coche, a otra ciudad, a otra comunidad o mejor aún, buscar algún campamento militar, seguramente había para los supervivientes, pero sin mapa y las supercarreteras bloqueadas era cruzar pueblo por pueblo y que la suerte decidiera su destino. 

-Bas sabría qué hacer- dijo a voz alta, mientras su amigo a cuatro patas frotaba la cabeza en su pierna.
No podía parar de pensar en que alguien había perdido la vida por su culpa, no era capaz aceptar que Sebastian ya no estaba.
Suspiró y miró de la ventanilla, el cielo era nublado, era el típico día de manta y película, como le hubiera gustado a Bas, unas palomitas saladas para Juan y unas dulces para su amigo; hace pocas semanas resultaba ser un plan muy banal, pero aquella mañana, Juan, suplicó para que pudiesen volver aquellos momentos.
Entonces fue cuando pensó en que algún conocido se había salvado y antes de empezar su largo viaje quería averiguarlo.
Arrancó el coche y su objetivo era Paterna, donde vivía su última novia, Juan no era la mejor pareja del mundo, aún no había conseguido encontrar una mujer a la cual valiese la pena entregar sus miedos, sus fragilidades, por contrario tuvo muchas relaciones poco más que ocasionales, la última, María, una joven de Paterna que estudiaba economía en la universidad de Valencia, se habían conocido en un festival en el puerto de la ciudad, la misma noche se encendió un fuego con altas llamas entre los dos, se frecuentaron unos meses, salían al cine, comían sushi, pedían pizzas a domicilio, lo que suelen hacer una pareja que recientemente empieza una relación, pero el fuego puede apagarse con un poco de agua y eso fue lo mismo que le pasó a Juan y María, ideologías diferentes, opiniones opuestas que llevaban a muchas discusiones y cuando, en un lugar ya no estás a gusto, te marchas y eso sucedió.
Juan no se sorprendió mucho, sabía que el amor verdadero ya no existía, ese amor puro, antiguo, real y sincero; ya ni lo buscaba. -¿Para qué si no lo voy a encontrar?- siempre le preguntaba a Bas cuando tocaban el tema.
Juan, durante el viaje, rememoraba los momentos felices con María, las noches de charlas hasta que amanecía, las tardes en el cine cuando se sentaban en la última fila para que se pudieran besar sin parar.
El joven notaba una sensación de nostalgia, ya habían pasado varios meses, pero aquella emoción no era hacia María, sino al amor; cuando afirmaba que no iba a encontrar su media naranja, una pequeña parte de él sabía que mentía porque al fin y acabo pronto o temprano el amor toca a tu puerta, pero, cuando llega el fin del mundo recordarse que significaba ese sentimiento ya se hacía complejo. 

Hasta llegar a Paterna el viaje era muy corto, pero pasar por la Autovía podía ser mortal, así que Juan decidió alargar el recorrido y pasar por los pueblos hasta entrar a Burjassot y subir por el cementerio hasta llegar a su destino final.

Efectivamente, el tiempo era el doble, pero mucho más seguro, por las calles de los pueblos podía observar la autovía y habría sido imposible pasar con el coche, estaba literalmente bloqueada por varios vehículos y sin cerebros que seguramente eran personas que habían intentado escapar cuando acabó el mundo.

Frenó el coche bruscamente cuando, en el túnel, poco antes de entrar en el pueblo de Paterna, encontró a quien estaba buscando. -No puede ser- afirmó, bajando del automóvil. - María- susurró con las lágrimas a los ojos, cuando su exnovia yacía en el suelo sin poderse mover, se había convertido en un sin cerebro, Juan intentó dar una explicación a eso y lo entendió todo cuando vio su auto en la carretera de la autovía; sabía que iba a morir y prefirió acabar con su vida, pero no se golpeó la cabeza y se transformó igualmente.
Juan se sentó a su lado, sollozando como un niño, se sentía extremadamente solo y sabía que era una sensación real y que habría perdurado en el tiempo, las probabilidades que encontrase a alguien que conociera eran casi nulas. 

Sacó el bate que llevaba con él y decidió acabar definitivamente con María, seguramente ella habría preferido así, suspiró y con su arma empezó a golpearle la cabeza hasta reducirla en mil trocitos. Volvió al coche y su plan era el decisivo: tenía que marcharse y buscar algo o alguien, que le diese sentido a su nueva vida.
Decidió acercarse lo más posible a la playa, así de Paterna se movió hacia Benimaclet, claramente pasando por los barrios más periféricos de la ciudad, menos gente podía haber, menos sin cerebros había, más fácil era cruzarlos, pero sabía que si seguía esa teoría tenía que pasar delante del estadio y podía resultar difícil, así se adentró a la ciudad hasta llegar a donde su vida cambió: Avenida del Primado Reig, una sensación de escalofríos le recorrió el cuerpo, de la punta los pies hasta el pelo, recordó la manifestación, la atmósfera de miedo y terror que en pocos segundos cambió la vida de muchas personas, pensó en la señora que le pidió ayuda y él no se la dio, quizá el karma había actuado quitándole a Bas. Sus pensamientos fueron interrumpidos por un humo negro a pocas calles de donde se encontraba, dejó el coche a pocos metros del Hospital y cuando bajó se dio cuenta de que algo estaba quemando: tiendas, casas y coches en llamas ya no eran una novedad, pero aquello era un puesto de flores, difícilmente puede prender fuego y sobre todo provocar llamas tan altas. “Alguien lo quemó”, reflexionó entre sí mismo, además, casualmente, al lado, había un hospital. -Vamos Beethoven, vamos a ver- dijo, mientras subía las escaleras de emergencias, nunca había entrado en aquel edificio, pero pasaba por allí todos los días y más de una vez vio personas subir por aquellas escaleras metálicas, subía intentando no hacer mucho ruido, hasta que se encontró delante unos cristales rotos, decidió entrar despacio, pero su amigo a cuatro patas corrió hacia una habitación, no dudó en entrar. -¡Beethoven, vamos! - exclamó Juan, su Golden Retriever estaba al lado de una joven, al hombre se le congeló la sangre, no sabía qué hacer y decir, pero el asunto se complicó cuando la chica apuntaba a Juan con su cuchillo, fue entonces, cuando el hombre sentía que había llegado su fin y sus últimas palabras fueron: -Hola, soy Juan, un mar en tormenta. 




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