Sobre(vivir)

Capítulo 14 - Hacia el peligro -

                Sol y Giacomo 

 

-Ya llevamos dos días aquí- afirmó Sol, cuando el cielo cambió de color para dar el bienvenido a un nuevo día.

-Ya lo sé, la comida se está acabando- afirmó Giacomo preocupado.

-Tenemos que ir a por mis padres.

-Esto significa ir a Valencia y es como entrar en la guarida del lobo, es un suicidio.
-No les voy a abandonar.
-Vamos a morir - avisó Gia, pero su pareja no quería cambiar de idea.

-Nunca me perdonaría de no haberlo intentado - explicó. - Además, hay muchas farmacias, necesito más pastillas. - añadió.

-¿Y cómo vamos? - preguntó Giacomo, sentándose en el sofá y esperando a que su pareja le diera un plan.
-No me mires así.
-No, pero ya que lo tienes todo muy claro, vamos a ver tu plan.
-Con el coche, son unos quince kilómetros, podemos llegar.

-Vale, tu plan es coger la autovía, que seguramente estará bloqueada- afirmó Giacomo.
-Por pueblos- dijo ella.

-Si aún hay alguien en el mundo estarían encantados de estar en un pueblo cerca del mar, lo mejor que podemos hacer es coger un barco y viajar por mar.
-Robar un barco- le corrigió Sol.
-Pienso que ya no existan estos verbos, ya no hay leyes, ni policías, ni presos, ya no hay nada de todo esto.
-Y vivimos de pesca, ¿no?- preguntó riendo Sol.
-Se supone- afirmó Giacomo.
-No sabemos ni arrancar un barco ni pescar- explicó Sol.

-No sabíamos matar, ni estar desconectados del mundo, ahora mismo es como si fuéramos bebés que aprendiéramos a andar, no sabemos nada de este mundo, ya no hay ni una sociedad, ni rutinas, ya no hay nada, quedamos nosotros y esos seres andantes. 

Sol se quedó callada, su pareja llevaba toda la razón, pero no podía dejar a su familia de lado.
-Iré yo- concluyó.
-No, iremos juntos, no te voy a dejar sola- afirmó.
Sol se acercó y le abrazó fuerte.

-A una condición.
-¿Cuál?

-Vamos, si no los encontramos volveremos.

-Vale.

-Bien- afirmó Gia, mientras la joven le daba suaves besos en el cuello.

-Yo también quiero poner una condición- afirmó Sol.

-Dime.

-Sin antes haberte comido- dijo ella, mientras se sentaba encima de sus piernas.

Giacomo le agarró por el cuello y le besó apasionadamente, su lengua jugaba con la de Sol, hasta cuando la joven empezó a besarle el pecho bajando hasta los pantalones.

Ambos se quitaron la ropa, luego Gia le agarró de la coleta y la tiró al sofá.

-Joder, cada vez mejor- gemía ella, mientras su pareja movía suavemente las caderas.

Después de unos buenos diez minutos ambos se quedaron satisfechos y se tumbaron uno al lado del otro.

-El mundo se acabó y nosotros aquí, follando- afirmó Gia.

-Hay más prioridades que otras- río la joven.

-¿Quieres salir?- preguntó seriamente el hombre.

-Sí.

-Es por eso que…

-No lo digas de broma, no follé como si fuese la última vez porque no lo es.

-No podría imaginarme el mundo sin ti- suspiró el joven.

-No pasará- afirmó Sol apoyando su cabeza en el pecho.


 

-No tenemos buenas armas- afirmó Giacomo, mientras cogía un palo bastante duro.

-Eso es útil- dijo Sol.

-Sí, pero nada de especial- suspiró.

-Por el camino encontraremos algo, seguramente.

-Ya veremos.

La pareja abrió la puerta y reinaba el silencio, no parecía que había nadie cerca. Bajaron las escaleras y todo estaba muy quieto, quizá demasiado.

-¿Qué te pasa? - preguntó Sol, viendo a su pareja afligida.

-Todo demasiado tranquilo - afirmó. 

Llegaron hasta la entrada del edificio y fue cuando sus rostros cambiaron de expresión.

-Eso es..

-Una horda.

-¿Cuánto serán?

-Miles.

-¡Vámonos, ya!- exclamó Gia, mientras corría hacia el coche, antes que el grupo pudiera alcanzarlos.

-Espera- avisó Sol.

-¿Qué pasa? - preguntó Giacomo.

-Sube al coche- le dijo Sol, mientras se adentraba en una casa.

-¡Sol!- gritó la pareja, pero no obtuvo respuesta.

Subió al coche como le había dicho Sol, decidió confiar plenamente en sus palabras sin saber qué ideas tenía, mientras tanto la horda estaba cada segundo más cerca, el joven arrancó el coche y se preparó para marcharse cuando su novia hubiera regresado, esperó unos minutos y finalmente vio a Sol salir de la casa con un arco y unas flechas.

-Ya tenemos una mejor arma- afirmó subiendo al vehículo. -Vamos- añadió.

-¿Cómo?

-Conocía la vecina, su hijo practicaba arco.

-La casa…

-No, estaban transformados.

-Los…

Sol no contestó.

-No eres una asesina, no lo somos, ya lo hemos hablado.

-Lo sé, pero es…

-Raro- concluyó él la frase.

-Nunca me habría imaginado esto.

-Ni yo, pero estamos juntos- afirmó el hombre agarrando la mano.

-¿Cómo llegaremos a Benimaclet?- preguntó Sol.

-Por autovía no puede ser- afirmó.  -Tengo una idea- añadió llegando al pueblo.

-Cuéntame.

-Vamos por el metro.

-¿Cómo?

-Este coche puede pasar por allí.

-¿Estás loco, Giacomo?

-No, es lo más seguro. Hay zonas donde se hizo un paso para personas y autos en algunas vías, cuando la encontraremos entraremos en ellas y llegando lo más cerca de Valencia saldremos.

-¿Y si hay algún metro que nos bloquee la carretera?

-Ya lo veremos. Es el mejor plan que he pensado- sugirió Giacomo.

Y así hicieron, entraron en el metro, por suerte no encontraron ni muertos, ni metros, nada que pudiese obstaculizar el recorrido. 

-Aquí tenemos que salir- afirmó cuando vieron la parada de Almàssera.

El metro pasaba a ser subterráneo y era difícil entrar con el coche.

-No nos falta mucho- afirmó Sol, intentando entender el mapa.




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