Yasmin y Juan
-La única cosa de la cual me alegro es saber que descansará en paz en un lugar que siempre soñó - precisó Sara, acariciando la manta que cubría el cuerpo de su amiga.
-¿Lo dices por...?
-Por todos, por mis padres, mis abuelos, mi familia, la tuya Yas, la suya - dijo, indicando a Juan - por todos, cualquier persona que conocemos e incluso cualquier desconocido; todos se merecen descansar en paz - concluyó, mientras se secaba los ojos con los dedos.
-El mundo es cruel - afirmó Yas.
-Las personas lo son - le corrigió Juan - tenemos que seguir unidos y ser fuertes, la desesperación no nos ayudará a sobrevivir. - añadió.
-Este es el puto problema - dijo Sara, mientras se levantaba del suelo - estoy cansada de sobrevivir, no me gusta este nuevo mundo, no quiero vivir así - explicaba Sara, mientras miraba fuera de la ventana.
-Oye, no digas eso, por favor, yo te necesito y sé que juntas podremos conseguir lo que queramos.
-Quiero ir al cine a ver una película que se acaba de estrenar, comer palomitas y luego cenar una increíble hamburguesa poco hecha con patatas fritas y salsa ranchera - decía llorando.
-Quiero comer helados hasta hincharnos como hacíamos antes.
-Incluso, muero de ganas, para volver a clase y escuchar los gritos de la profe Diana - dijo, no pudiendo evitar una sonrisa entre las lágrimas.
-Cariño - susurró Yasmin, mientras, juntos a su compañera, lloraban abrazadas.
-Estas cosas, que antes era la normalidad, ya son un lejano recuerdo, ya no hay cine, ni películas nuevas, ni palomitas, ni restaurantes, poco a poco no recordaremos que será una hamburguesa y los helados y quizá no volverá a existir la universidad.
-Todo esto aún estará si habrá personas como tú para recordarlo - dijo Juan, acercándose a las chicas.
-Es una puta mierda todo esto, pero si seguimos vivos es por algo, no sé el qué, pero no podemos llorar sin más, tenemos que crear algo, mejor dicho, reconstruir - afirmó Yas.
-¿Cómo qué?
-No lo sé, pero algo que valga la pena en este nuevo mundo - explicó Yasmin. -De todas formas, hoy no es el día para pensarlo, ya tenemos algo muy importante que hacer - añadió, mirando a su compañera fallecida debajo de la manta.
-Es mejor que vayamos, para no regresar muy tarde - explicó Juan.
Se prepararon cada uno una mochila con el mínimo indispensable para salir de casa y en la mano una arma: Yasmin tenía su cuchillo, Juan su bate, mientras Sara cogió un trozo de madera afilado.
-Yo llevaré a Lucia, ¿vosotras me podéis cubrir la espalda?
-Claro, no lo dudes - afirmó Yasmin, mientras abría la puerta del piso.
Sara suspiró profundamente y fue la primera en salir, no había nadie, parecía todo muy tranquilo.
-Tía, iré yo delante.
-No, yo puedo.
-¿Segura?
-Sí, déjame.
-No eres su madre - susurró Juan.
-Lo sé, pero la conozco como si lo fuese y no quiero…
-Sara tendrá que ver lo que hay y saber hacer frente al enemigo.
-Lo sé, pero no se lo merece - explicó Yas.
-Ni tú, ni yo, nadie, pero esto ya es la normalidad, tenemos que aprender a lidiar con ella, todos, Sara incluida.
“Yo puedo, yo puedo”, se repetía la joven, mientras daba pasos lentos y delicados, hasta que llegó a la puerta del edificio y vio lo que le esperaba al salir.
-El coche es aquel - dijo, indicando Juan.
-Estamos cerca, son unos diez, me parece ver, yo y Sara podemos con ellos, ¿verdad? - preguntó Yasmin, mirando a su amiga.
-Sí, podemos - intentaba convencer a sí misma, mientras el miedo le comía por dentro.
-¡Vamos! - exclamó Yas, mientras abría la puerta y los primeros muertos se acercaban al trío.
-Un golpe seco - explicaba Yasmin, mientras enseñaba a Sara como hacerlo. -Te toca- añadió.
Sara cogió su trozo de madera y lo levantó, esperó que se acercara uno y, con toda su fuerza, lo golpeó.
-Esta sangre…
-No es tuya, lo has hecho bien, sigue así.
-Vale, bien.
-¡Entrad! - exclamó Juan, cuando abrió su vehículo.
Las dos jóvenes subieron y cerraron las puertas.
-Lo hemos conseguido, fuisteis impresionantes.
-Gracias Juan- afirmó Yas sonriéndole.
-De gracias nada, me merezco un buen baño cuando regresemos.
-Te daré mis minutos de agua caliente.
-Así sí entonces - afirmó Sara, sonriendo.
-Lo has hecho muy bien.
-Sin ti no habría podido, ya lo sabes, Yas.
-¿Cómo te sientes?
-Con adrenalina y miedo a la vez.
-Es normal.
-Tengo que acostumbrarme, ¿no?
-Te saldrá solo muy pronto, ya verás.
-Chicas, casi estamos llegando, ¿vale?, tendremos que aparcar por detrás, así que, igual, podríamos entrar por el muro.
-¿Cómo? - preguntó desconcertada Sara.
-Si subimos encima del coche y cada uno empuja el otro, podemos hacerlo - explicó Yas.
-¿Cómo? - volvió a preguntar la joven incrédula de las ideas bizarras de sus amigos.
-Es lo mejor, hazme caso.
-Es peligroso.
-No, lo peligroso es salir a la calle, hacer frente a los muertos, subir un muro, incluso, será divertido - avisó Juan.
-¿Y Lucía?
-Subiré yo con el bate, limpiaré la zona, me pasaréis a Lu y luego os tocará a vosotras.
-Me parece genial.
Sara suspiró, pero sabía que aunque era la idea más loca, al mismo tiempo la mejor.
Y así hicieron, subieron todos encima del coche, Juan pudo escalar el muro sin problemas, Yasmin le tiró el bate y con él el hombre remató unos muertos vivientes que andaban por allí, sucesivamente las jóvenes cogieron el cuerpo de Lu y despacio lo pasaron a su amigo, Sara, empujada por Yasmin pudo trepar la pared y finalmente Yas saltó y Juan le cogió las manos en el aire.
-¡Beethoven quédate a vigilar el coche! - gritó Juan, mientras el perro se había quedado encima del capó del auto.
-¡Wow!- exclamó Sara, mientras paseaba por el jardín.