Sobre(vivir)

Capítulo 19 - El dios Poseidón -

Yasmin y Juan

-La única cosa de la cual me alegro es saber que descansará en paz en un lugar que siempre soñó - precisó Sara, acariciando la manta que cubría el cuerpo de su amiga.

-¿Lo dices por...?

-Por todos, por mis padres, mis abuelos, mi familia, la tuya Yas, la suya - dijo, indicando a Juan - por todos, cualquier persona que conocemos e incluso cualquier desconocido; todos se merecen descansar en paz - concluyó, mientras se secaba los ojos con los dedos.

-El mundo es cruel - afirmó Yas.

-Las personas lo son - le corrigió Juan - tenemos que seguir unidos y ser fuertes, la desesperación no nos ayudará a sobrevivir. - añadió.

-Este es el puto problema - dijo Sara, mientras se levantaba del suelo - estoy cansada de sobrevivir, no me gusta este nuevo mundo, no quiero vivir así - explicaba Sara, mientras miraba fuera de la ventana.

-Oye, no digas eso, por favor, yo te necesito y sé que juntas podremos conseguir lo que queramos.

-Quiero ir al cine a ver una película que se acaba de estrenar, comer palomitas y luego cenar una increíble hamburguesa poco hecha con patatas fritas y salsa ranchera - decía llorando.

-Quiero comer helados hasta hincharnos como hacíamos antes.

-Incluso, muero de ganas, para volver a clase y escuchar los gritos de la profe Diana - dijo, no pudiendo evitar una sonrisa entre las lágrimas.

-Cariño - susurró Yasmin, mientras, juntos a su compañera, lloraban abrazadas.

-Estas cosas, que antes era la normalidad, ya son un lejano recuerdo, ya no hay cine, ni películas nuevas, ni palomitas, ni restaurantes, poco a poco no recordaremos que será una hamburguesa y los helados y quizá no volverá a existir la universidad.

-Todo esto aún estará si habrá personas como tú para recordarlo - dijo Juan, acercándose a las chicas.

-Es una puta mierda todo esto, pero si seguimos vivos es por algo, no sé el qué, pero no podemos llorar sin más, tenemos que crear algo, mejor dicho, reconstruir - afirmó Yas.

-¿Cómo qué?

-No lo sé, pero algo que valga la pena en este nuevo mundo - explicó Yasmin. -De todas formas, hoy no es el día para pensarlo, ya tenemos algo muy importante que hacer - añadió, mirando a su compañera fallecida debajo de la manta.

-Es mejor que vayamos, para no regresar muy tarde - explicó Juan.

Se prepararon cada uno una mochila con el mínimo indispensable para salir de casa y en la mano una arma: Yasmin tenía su cuchillo, Juan su bate, mientras Sara cogió un trozo de madera afilado.

-Yo llevaré a Lucia, ¿vosotras me podéis cubrir la espalda?

-Claro, no lo dudes - afirmó Yasmin, mientras abría la puerta del piso.

Sara suspiró profundamente y fue la primera en salir, no había nadie, parecía todo muy tranquilo.

-Tía, iré yo delante.

-No, yo puedo.

-¿Segura?

-Sí, déjame.

-No eres su madre - susurró Juan.

-Lo sé, pero la conozco como si lo fuese y no quiero…

-Sara tendrá que ver lo que hay y saber hacer frente al enemigo.

-Lo sé, pero no se lo merece - explicó Yas.

-Ni tú, ni yo, nadie, pero esto ya es la normalidad, tenemos que aprender a lidiar con ella, todos, Sara incluida.

“Yo puedo, yo puedo”, se repetía la joven, mientras daba pasos lentos y delicados, hasta que llegó a la puerta del edificio y vio lo que le esperaba al salir.

-El coche es aquel - dijo, indicando Juan.

-Estamos cerca, son unos diez, me parece ver, yo y Sara podemos con ellos, ¿verdad? - preguntó Yasmin, mirando a su amiga.

-Sí, podemos - intentaba convencer a sí misma, mientras el miedo le comía por dentro.

-¡Vamos! - exclamó Yas, mientras abría la puerta y los primeros muertos se acercaban al trío.

-Un golpe seco - explicaba Yasmin, mientras enseñaba a Sara como hacerlo. -Te toca- añadió.

Sara cogió su trozo de madera y lo levantó, esperó que se acercara uno y, con toda su fuerza, lo golpeó.

-Esta sangre…

-No es tuya, lo has hecho bien, sigue así.

-Vale, bien.

-¡Entrad! - exclamó Juan, cuando abrió su vehículo.

Las dos jóvenes subieron y cerraron las puertas.

-Lo hemos conseguido, fuisteis impresionantes.

-Gracias Juan- afirmó Yas sonriéndole.

-De gracias nada, me merezco un buen baño cuando regresemos.

-Te daré mis minutos de agua caliente.

-Así sí entonces - afirmó Sara, sonriendo.

-Lo has hecho muy bien.

-Sin ti no habría podido, ya lo sabes, Yas.

-¿Cómo te sientes?

-Con adrenalina y miedo a la vez.

-Es normal.

-Tengo que acostumbrarme, ¿no?

-Te saldrá solo muy pronto, ya verás.

-Chicas, casi estamos llegando, ¿vale?, tendremos que aparcar por detrás, así que, igual, podríamos entrar por el muro.

-¿Cómo? - preguntó desconcertada Sara.

-Si subimos encima del coche y cada uno empuja el otro, podemos hacerlo - explicó Yas.

-¿Cómo? - volvió a preguntar la joven incrédula de las ideas bizarras de sus amigos.

-Es lo mejor, hazme caso.

-Es peligroso.

-No, lo peligroso es salir a la calle, hacer frente a los muertos, subir un muro, incluso, será divertido - avisó Juan.

-¿Y Lucía?

-Subiré yo con el bate, limpiaré la zona, me pasaréis a Lu y luego os tocará a vosotras.

-Me parece genial.

Sara suspiró, pero sabía que aunque era la idea más loca, al mismo tiempo la mejor.

Y así hicieron, subieron todos encima del coche, Juan pudo escalar el muro sin problemas, Yasmin le tiró el bate y con él el hombre remató unos muertos vivientes que andaban por allí, sucesivamente las jóvenes cogieron el cuerpo de Lu y despacio lo pasaron a su amigo, Sara, empujada por Yasmin pudo trepar la pared y finalmente Yas saltó y Juan le cogió las manos en el aire.

-¡Beethoven quédate a vigilar el coche! - gritó Juan, mientras el perro se había quedado encima del capó del auto.

Wow!- exclamó Sara, mientras paseaba por el jardín.




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