Adonay y Giacomo
La ciudad estaba desierta, ningún niño llorando, ninguna madre riñéndolo, ninguna pareja besándose, ningún ruido de coches, ni autobuses. Las calles estaban llenas de sangre, muertos andantes y un fuerte olor a putrefacción.
-Aún no me he acostumbrado a ver esto - dijo Giacomo, tragándose el vómito que le subía a la garganta.
-Nunca nos acostumbraremos a esto, nunca - afirmó Adonay.
-¿Dónde vamos?
-Ojalá saberlo, no tengo idea de dónde buscar a mi mujer y dicho así parece que sea un marido de mierda - confesó.
-No lo eres, has salvado a vuestra hija y estoy seguro que conseguiremos encontrar a tu esposa. ¿Cómo se llama?
-Victoria, pero se hace llamar Vicky, es una mujer increíble. - sonrió Ad.
-¿Y tú eres…?
-Gitano, sí, madre y padre gitanos.
-Oh, nunca había conocido un gitano científico.
-Ya, yo tampoco, deberían haber más - cayó el silencio entre los dos jóvenes. -Lo que acabo de decir, ¿no? Quizá soy el único gitano científico vivo en todo el planeta.
-Harás honor a tu cultura de esta forma, seguramente.
-¿sabes qué pasa? No me preocupa esto, las muertes, los monstruos, el sobrevivir, me preocupa que mi hija lo viva tal y como está la realidad, no sé hasta cuando pueda protegerla de todo esto.
-Hasta que tú estarás a su lado se sentirá segura.
-Los niños tienen que crecer y quedarse niños hasta una cierta edad, mi hija esto no lo podrá hacer y me siento un padre fracasado por esto.
-No es tu culpa todo esto.
Nuevamente cayó el silencio, un silencio que Giacomo no se explicaba.
-¿He dicho algo?
-No, pero, tengo que sincerarme sobre una cosa - dijo Adonay, mientras seguían andando entre varios cuerpos que se encontraban en el suelo.
-Cuéntame.
-El día que todo sucedió alguien había robado unas carpetas Top Secret de la caja fuerte, unos documentos que podían poner en peligro a todo el mundo.
-Y justamente pasó lo que pasó - reflexionó Gia.
-Yo, no sé, en el momento quería proteger a mi familia, fui a por mi hija, luego a por mi mujer y nuestra casa estaba vacía, no había ni ella ni los perros y estaba todo en llamas, luego Jaime nos ayudó a entrar en el edificio, siento que aún no tuve el tiempo de pensar en quién habría podido ser. Lo cierto es que sabían las contraseñas y no eran para nada fáciles de adivinar.
-O sea, vosotros dejasteis, en una puta mierda de caja fuerte, la fórmula para matar a todo el mundo? Esto es lo que me estás diciendo, ¿no?
-No es así Giacomo, de verdad que no, habían documentos de una fórmula incompleta y aún no habíamos hecho pruebas alguna, y no, no era para matar a nadie.
Giacomo se paró y miró fijamente a Adonay y luego a su alrededor: -pues, resulta que me rodean muertos y monstruos, resulta que perdí a mis amigos, a mi familia por una fórmula que tú - cada vez gritaba más fuerte y con más rabia - y tu equipo de científicos locos, hicisteis para a saber que. Me acabas de decir que por una falta de seguridad en proteger unas mierda de contraseñas mi vida se ha ido a tomar por culo- gritaba, acercándose cada vez más a Ad.
Adonay intentaba explicarse, pero Giacomo estaba tan enfadado que no podía entrar en razón, ambos empezaron a hablar, pero no se escuchaban el uno al otro, estaban tan concentrados en discutir que no se dieron cuenta que una horda se estaba acercando a ellos.
Ad, en un momento de lucidez, se dio la vuelta y con el hacha consiguió matar a varios monstruos que por poco no mordían a Giacomo, empezaron a correr, no tenían pensado adonde, solo pensaban en correr y salvar sus vidas.
-Sígueme, tengo un lugar en el cual podemos protegernos - avisó Giacomo.
Ad seguía a su compañero sin decir una palabra, hasta que llegaron al famoso estadio del Mestalla.
-La puerta está cerrada, ayúdame a abrirla - comentó Gia.
Los dos hombres empujaron varias veces, pero no conseguían derribarla.
-¡Sígueme! - exclamó Adonay, que había tenido un plan. -Ahí hay un elevador, podemos usarlo para entrar, entraríamos directamente en el estadio, pero no pienso que habrá alguien adentro - comentó el hombre.
-Vale, vamos - dijo Gia, mientras se acercaban al elevador. -¿Y cómo lo arrancamos? - preguntó al ver que no estaban las llaves puestas.
-Lo tenemos que escalar, pero si te fijas, la plataforma está cerca de las gradas, de ahí podemos saltar en el interior del estadio, es difícil, pero es la única solución que veo ahora mismo.
-No sé si podré…
-Calla, sí que podrás y lo harás, te ayudo a subir.
Adonay ayudó a su nuevo amigo a subirse hasta la plataforma, era complejo, arduo, pero no imposible, tardó más de lo esperado, pero después de unos cuantos intentos Giacomo consiguió poner pie en la plataforma.
La horda casi había conseguido llegar a ellos.
-Adonay date prisa.
-Lo estoy intentando. Casi estoy - dijo, mientras tenía mitad cuerpo en la plataforma.
-¡Mierda!- gritó.
Giacomo miró abajo y vio como un monstruo se había agarrado a la pierna de su compañero.
-No te muevas, lo voy a quitar - avisó Gia.
-Ni de coña, te puedes caer - avisó Ad.
-Y tú te podrías morir y no tengo intención que eso pase.
Giacomo, cuidadosamente, bajó poco a poco de la plataforma y con su katana mató a varios monstruos, incluso el que se estaba agarrando a su compañero.
-Dame la mano que te ayudó a subir nuevamente - dijo Adonay, mientras el joven volvía a tocar la plataforma.
Los dos hombres saltaron hasta las gradas de los ultras del equipo valenciano.
Efectivamente, el estadio, se veía vacío y los dos jóvenes se sentaron tomándose un descanso después del caos que habían vivido.
-Gracias- afirmó Giacomo.
-¿Por?
-Confiar y por haberme salvado la vida.
-Era por cáncer.
¿Cómo?
-La fórmula que estábamos creando era para curar el cáncer, bueno, estaba incompleta, nos faltaban varios componentes, no estaba ni a la mitad, pero nuestro objetivo final era curar el cáncer, intentarlo por lo menos.
Giacomo lo miró en silencio.
-Mi padre murió de cáncer, desde entonces me dediqué a eso, dediqué mi tiempo y trabajo a esa fórmula.