Sobre(vivir)

Capítulo 22 - En un lugar que reluce la belleza de Valencia -

Yasmin, Juan, Beatriz y Sol

-Jajaja, qué bueno eres - decía la pequeña Beatriz acariciando al dulce Golden Retriever.

-¿Qué haces aquí? - preguntó, aún sorprendida Yasmin.
-Estoy aquí con unos amigos - dijo Bea, dándose la vuelta buscando a su grupo.
Sol y Jaime salieron, dando pequeños pasos.
-Ven aquí cariño - afirmó la joven apartando a la niña y escondiéndola detrás de ella.
-No os vamos a hacer nada - confirmó Juan viendo que Jaime tenía la mano encima de un cuchillo.
-¿Y cómo estamos cierto de esto?- preguntó Sol.
-Estamos en un entierro - suspiró Sara, - estamos de luto, lo último que nos apetece ahora es discutir con desconocidos - explicó la joven dejando caer una lágrima en sus mejillas.
-¿Qué le pasó a vuestra amiga? - preguntó Bea acercándose al cadáver.
-Estuvo muy muy mala y su cuerpo no aguantó y este era su lugar favorito, así decidimos venir aquí - intentó explicar Juan con toda la delicadeza que era capaz.
-Habéis hecho bien, aquí no hay monstruos, son peligrosos- avisó Bea.
Yas, Juan y Sara se miraron, entendiendo que esa niña ya había visto demasiado para la edad que tenía.

-¿Necesitáis ayuda? - preguntó Yas.
-Ehm, no, gracias - mintió Sol.
-Sí, la necesitamos, la que acaba de decir una mentira se llama Sol, el hombre que tiene el cuchillo se llama Jaime, veníamos de un refugio, pero las personas que había dentro eran malas, querían matarnos y nos escapamos, mi padre y su novio - dijo, indicando a la joven - han salido buscando a mi madre que se perdió, aún no sabemos si es un monstruo o no, pero mi padre me dijo que no lo es, le creo - explicó la pequeña Bea.
Yasmin no pudo aguantar una sonrisa, esa niña tenía un genio especial.
-Yo me llamo Yasmin, podéis llamarme Yas, él es Juan, es un nuevo amigo, ella es mi compañera de piso y amiga Sara y - suspiró - ella era Lucía, nuestra vieja amiga.
-Es un placer conoceros - afirmó Jaime, quitando la mano del cuchillo.
-Vamos a enterrar a nuestra amiga y luego volveremos a casa, si queréis podéis pasar la noche con nosotros, ¿no? - preguntó Sara mirando a su grupo.
-Sí, se puede hacer- afirmó Yas. -Por una noche no pienso que suceda nada- dijo Juan.
-Muchas gracias, Jaime lleva algo de comida en su mochila, ¡incluso unas chuches! - afirmó Bea ilusionada.
-Me parece genial- sonrió Yas.
Los dos grupos acabaron el funeral de la joven Lucía y Yasmin antes de irse dejó un mensaje escrito a bolígrafo en un pilar: Aquí descansa nuestra amiga Lucía, aprovecha cada día cómo puedes, recuerda, podría ser el último.

-Muy bien escrito- afirmó Sol.
-¿Entonces tu pareja está por ahí?
-Sí, se llama Giacomo, está con el padre de Bea, Adonay.
-¿Adonay?
-¿Te suena el nombre?- preguntó la niña.
-No, al revés, nunca había escuchado un nombre así.
-Es gitano - explicó Bea.
-Y un maravilloso científico- añadió Jaime.
-¿Un gitano científico? Eso parece mentira- afirmó Juan.
Yas le echó una mirada furiosa.
-Pero no es mentira, es curioso- corrigió el hombre.
El nuevo grupo, recorriendo varias carreteras, consiguieron volver al piso, después de unas inspecciones realizadas por el joven Juan, controlando que no había muertos vivientes, dejó pasar a los demás y volvieron a cerrar la puerta con madera.
-Este es el piso, hay unas tres habitaciones, pero la verdad es que dormimos todos aquí en el salón, es más seguro - explicó Yasmin.
-Nos parece perfecto- dijo Sol.
-En la habitación de Lucía hay un colchón, y el sofá es grande- explicó Sara.

-Yo me quedo en el sofá.
-No te preocupes, yo y Beethoven estaremos en él.
-Muchas gracias muchacho, pero mi cuerpo es joven aún, si pudo aguantar todo lo que hemos vivido puede aguantar los muelles de un sofá como este.
Juan sonrió y no añadió nada más.
Bea sacó de la mochila la comida que había cogido del refugio: unas aceitunas, pasta, tomate y sus chuches de coca cola.
-¿Las quieres abrir?- preguntó Sol.
-Sí. Mis padres me han enseñado a celebrar las cosas bonitas.
-¿Y cuál es la cosa bonita? - preguntó Jaime.
-¡Tenemos nuevos amigos! - exclamó la pequeña, como si fuese obvia la razón de la celebración.
Todos rieron y cada uno cogió una chuche.
-Dios míos, me había olvidado ya el sabor de esto- comentó Sara.
-Yo no lo recordaba tan buena, la verdad - afirmó Yas.
-Estos, hoy en día, son los grandes placeres de la vida- soltó Juan.

-¿Qué pasó con vuestro refugio? - preguntó Jaime comiendo la pasta que cocinó Sara.
-Es una larga historia- suspiró Jaime.

-Me pongo cómoda y empezáis- dijo Yas, mientras se sentaba al lado de Beethoven acariciando la cabecita.
-Ese edificio era donde yo trabajaba, conocía perfectamente a Adonay y varias personas que se encontraban allí - empezó Jaime - cuando todo empezó cerré las puertas, Sergio, el brazo derecho de Adonay salió a buscar la familia, era otro maravilloso científico - suspiró nuevamente -cuando llegó Adonay estaba con Beatriz había conseguido encerrar el edificio y proteger a más de veinte personas, entre los cuales la mujer y el hijo de Sergio, pero él nunca regresó.
A unos días de la catástrofe, Beatriz, salvó desde la ventana, disparando a unos monstruos, a Sol y a su pareja Giacomo, conseguimos su entrada y se refugiaron con nosotros - fue entonces que Jaime cayó en un llanto desesperado. Sol lo miró sorprendida, no sabía que aquel hombre tan fuerte fuese capaz llorar, como un niño pequeño, pero era entendible, había pasado por un periodo de fuerte responsabilidad e incluso una gran decepción; mientras tenía esos pensamientos Bea se levantó y abrazó al hombre diciendo: -tío Jaime, no te preocupes, ya estamos bien, papi y Gia están bien también.
Todos hicieron una sonrisa silenciosa, la fuerza y la madurez de aquella niña iba era una bocada de aire limpia y pura.




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