Solamente ámame

1. Lo que paso después

🎧🌷 chapter 1

 

 

 

 

 

Rememoré la noche que conocí a Lex.

Tras el divorcio de mis padres comencé a crear nuevos momentos, intentando estabilizar mis emociones. Como cuando me sentaba junto a las gardenias de nuestro jardín, aquellas que mi madre regaba cada domingo por la mañana y miraba el cielo, admirando las estrellas. Era uno de mis momentos favoritos, cuando estaba sola y podía concentrarme en mis pensamientos. Pensando en el futuro, tarareando alguna canción o simplemente soñando despierta. Pero, ese día en particular, una voz me hizo despertar.

Al principio pensé que se trataba de mi hermano, quien solía jugarme bromas, pero estaba cerca de su habitación así que lo escuchaba dormir. Él sin duda alguna no era el causante. Y luego el miedo incremento cuando la voz volvía a llamarme. Giré el rostro y miré a todas partes con el corazón acelerado, busqué entre la oscuridad regañándome por haber visto tantas películas de terror sin ningún remordimiento. Por pensar que, en medio de la tenue luz que adornaba el jardín, alguien estaba listo para atacarme.

Aunque realmente no fuera así. Me basto con alzar la mirada para darme cuenta que en la casa continua, en el segundo piso, con la ventana abierta una persona se asomaba. Era Lex.

En ese entonces él tenía 15 años y verlo fue un completo sueño.

Su cabello oscuro se hallaba más largo, como un niño despeinado. Tenía esa dulce mirada y la cálida sonrisa que siempre lo caracterizo. Me miraba con intriga y, aunque él esperaba alguna respuesta de mi parte, yo estaba ahí: quieta y extraña. Mis pensamientos me llevaron, lo recuerdo bien, a creer que seguía asustada, sin embargo, podía escuchar los latidos de mi corazón y sentir ese insistente revoloteo en mi estómago. El calor subió hacia mis mejillas y un suspiro entrecortado broto de mis labios. Él brillaba ante mis ojos.

Por supuesto que yo no estaba lista para reconocer esa sensación, aunque mamá ya me hubiera hablado de ello y de lo que implicaba enamorarse. No, yo solo quería mirarlo.

—¿Te asuste? Lo siento. Soy Lex, tu nuevo vecino. ¿Cuál es tu nombre? —pregunto

Relamí mis labios e intranquila lo vi sonreír.

—Inea, me llamo Inea

Sus movimientos me permitieron observar su rostro y sus mejillas se tornaron rojas mientras el viento lo acariciaba. Esa noche en particular el viento era frio, pero el silencio demasiado cálido.

—Tienes un nombre extraño —comento—, pero muy lindo —sonrió

—Gracias

—Bien, Inea, ¿llevas viviendo toda tu vida aquí o también te mudaste como yo?

—No, no. Yo crecí aquí —Lex asintió, lleno de interés ante mi torpe respuesta

—Eso suena genial. Entonces ¿te parece ser mi guía? Es que nos mudamos hace una semana, literalmente no conozco el vecindario. Excepto por los vecinos, son muy parlanchines —se burló—. ¿Siempre son así de amables cuando llega alguien nuevo?

—A veces, solo cuando es intrigante la familia

—Oh —sorprendido jadeo—. ¿Somos intrigantes?

—Al parecer sí

Decidió guardar silencio y asentir mientras sus ojos desaparecían por el cielo. Me sentí aliviada de saber que no estaba asustado ni molesto por la curiosidad de los vecinos pues noté ese destello particular en él, era su fascinación por las estrellas y lo que escondía el universo. Pero lo más hermoso, a pesar de mi inseguridad esa noche, fue su voz grabándose en mi memoria.

—¿Te gustan las estrellas? —dijo él—. Yo siento que la Luna es algo sorprendentemente hermoso, ¿no lo crees? Digo, después de todo, es tan incansable. Y, aunque pocos hayan ido a la Luna, verla desde aquí es como contemplar una obra de arte

—Dijiste algo que no puedo negar

Lex rio, haciéndome enderezar.

—Eres muy dulce, Inea. ¿Qué te parece si hacemos un trato?

—¿Un trato?

—Sí. Yo te cuento más sobre la Luna y tú eres mi guía por este inmenso vecindario. ¿Trato?

—Trato

Mi respuesta broto por sí sola porque me hallaba demasiado encantada por su tono de voz.

Esa noche no pudimos hablar más pues cada minuto que estaba ahí escuchándolo el tiempo se hacía largo, aunque realmente no fuera así. Me costo tanto alejarme y tras despedirme espere que Lex no fuera a desaparecer por la mañana. Ya que mi conquistado corazón debatía un gran miedo. Uno que me hizo permanecer despierta largas horas, pensando en él. En sus ojos, su sonrisa, su voz. Riéndome contra la almohada llena de euforia. Esa sensación que con el tiempo se hizo continua y perfecta.

Y mientras más me enamoraba de él, confesar mis sentimientos se hacía difícil. Porque en mi mente, más allá de los momentos que deseaba crear junto a Lex, el rechazo era uno de mis más grandes miedos. Pues no sabía con exactitud que sentía él cuando estaba cerca de mí. ¿Acaso le temblaban las manos, su corazón latía fuertemente o mariposas revoloteaban en su estómago al verme? No lo sabía y deseaba tanto descubrirlo.

Pero mamá siempre decía que a veces la emoción o un ataque de valentía te llevaba a enfrentar ese miedo, sin medir las consecuencias. Por supuesto que no hice caso a las señales y simplemente me dejé llevar por las ganas de confesarle lo que provocaba en mi corazón. Y ahora, sintiendo la mirada feroz de mamá tras el cristal, sabía que ya no podía escapar de este enorme tropiezo.

Estaba sentada en medio de ambos hermanos, escuchando como el silencio me ahogaba. Ninguno pronuncio palabra alguna mientras nos guiaban aquí y creo que ellos estaban demasiado concentrados en calmar, de alguna forma, el dolor de sus heridas. Lex tenía sobre su mejilla un enorme moretón y un rasguño en la nariz mientras que Donato dejaba ver similares golpes en su rostro. La pelea fue corta, pero los golpes cargados de ira. Como si, luego de tanto tiempo, hubieran deseado descargar su odio así.




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