Solamente ámame

3. La incomodidad tiene nombre

🎧🌷 chapter 3

 

 

 

 

Odiaba el silencio y más cuando la tensión pendía de un delgado hilo.

En este tipo de circunstancias disfrutaba escuchar música, así me olvidaba por completo que Donato barría los pasillos con aburrimiento y Lex limpiaba los escritorios sin evitar mirar disimuladamente a su hermano. Algo que no podía ignorar y más cuando estaba parada sobre una silla intentando limpiar los ventanales exteriores mientras tenía la completa escena ante mí. Esto tal vez sería un privilegio, pero ciertamente ya no podía considerarlo así.

Después de todo, su enemistad era un misterio sin resolver.

Y, aunque ya habían pasado varios días desde que el castigo comenzó, el silencio seguía siendo el mismo. Saludarnos o despedirnos se convirtió en una rutina inevitable. Y solo debía estar un mes aquí, limpiando luego de clases los salones y pasillos, así que con eso me conformaba. La directora lo llamó una especie de retribución por tal vergonzoso espectáculo y yo lo consideraba una prueba de que podía ser completamente invisible ante los dos. Esperaba al menos haberlo logrado.

Sin embargo, no quería evitarlos solo a ellos. Pues cada tarde la directora se asomaba por los pasillos con su inconfundible postura y observaba cada uno de nuestros movimientos, esperando el más mínimo error para regañarnos. Su intensa mirada me hacía temblar y cuando finalmente se alejaba podía respirar con tranquilidad.

Aleje los mechones que se pegaban en mi sudorosa frente y con la esponja húmeda volví a trazar el mismo camino sobre el cristal, borrando cualquier rastro de suciedad que se viera. Pero el polvo provocaba que mi nariz se sintiera irritada y apretando los labios intentaba aguantar un estornudo, que esta vez no pude retener. Me quedé sumamente quieta cuando dos distintas voces se oyeron.

¿Estornude tan alto?

Giré el rostro, Donato me miraba y Lex hacía lo propio desde el interior del salón. Avergonzada sonreí esperando que dejarán de mirarme, lo cual funcionó segundos después de ignorarlos. Un poco aliviante en medio de tanta tensión.

Por supuesto que mamá me había pedido que pensará antes de actuar, no quería que mi último año escolar fuera un completo caos, entre corazones rotos y notas bajas. Así que quería cumplir mi promesa. Sin embargo, odiaba el solo hecho de no ser capaz de apartar la mirada cada vez que Lex sonreía o suspirar embelesada cuando las ventanas me daban la espléndida vista de su rostro angelical. O cuando, en ese pequeño tiempo acercándonos a la salida, podía caminar a su lado riéndonos de cualquier extraña queja.

Y ahora que lo pensaba, a pesar de que me dolieran los hombros de tanto frotar el cristal, agradecía haber tomado la decisión de estar de pie sobre una silla para no sufrir más por mi altura.

—¿Todo bien? —giré el rostro al oír a Lex, me observaba desde el interior del aula completamente relajado—. Lo digo porque pareces sufrir para limpiar las ventanas

—No es tan difícil, además, ya terminé —sonreí victoriosa

—¿Segura que no estás cansada?

—Un poco, pero será solo un mes. Podemos soportarlo

—Pues los días parecen pasar muy lentos e igualmente terminará sucio mañana. Aunque todavía no logro entender cómo es que hay tanto polvo en los escritorios —se quejó—. Nuestra labor es un círculo vicioso. Llegan, lo encuentran limpio, lo ensucian y se van. Deberían pagarnos por esto

—Es un castigo, no habrá pago

—Lamentablemente —comentó, desilusionado—. De igual forma es un castigo injusto, ¿por qué limpiamos si después terminará de nuevo sucio?

—Eso no lo sé —susurre

Lex guardó silencio pensativo, al parecer con la misma interrogante. Suspiro desinteresado y cansado.

—Lamento que estés castigada por mi culpa, Inea —lo oí decir

Abrí los labios, estupefacta. Apreté la esponja entre mis manos y me sentí demasiado perdida.

—No fue tu culpa, yo…

—Lo sé, sé lo que dirás, pero no hiciste nada malo. Solo querías expresar tus sentimientos. Créeme que lo entiendo, es solo que no quiero que te sientas culpable

Me sonrió y yo guardé silencio.

Porque no estaba segura de lo que debía responder ya que tenía en la garganta un enorme nudo. Decidí recorrer su rostro con la mirada notando los pequeños rasguños secos en su mejilla y al llamativo moretón sobre su nariz. Y, aunque Lex parecía ignorar el dolor sobre sus heridas, reconocía un gesto en particular. Solía apretar los labios cuando rozaba con los dedos sus nudillos heridos. Tal vez por tanto golpe que ni siquiera Donato pudo evitar, el chico tenía una mejilla amoratada y el labio inferior, que vi mientras lo saludaba por la tarde, con leves rasguños.

La pelea fue muy intensa.

Abrí los labios y pensé en la mejor respuesta, pero nada surgió. De todas formas, las palabras habían quedado en una constante batalla. Yendo y viniendo, sin nada que decir.

—¿Sigues sintiéndote culpable?

—Es también tu último año, esto afecta tus notas, Lex. Y ciertamente debí haberlo dicho en privado. Tal vez así evitaba que ambos se metieran en problemas

—Pues mi madre no me regaño —cruzó los brazos, sin parecer despreocupado

—¿No?

—No, para nada —esto era demasiado sorprendente. Lex sonaba como si nada hubiera ocurrido, como si todo estuviera bien

—Te juro que pensé lo contrario. En mi mente imagine otra cosa, como que te gritó, amenazó o puso un severo castigo. ¡Soy tan cruel al imaginar eso! Lo siento, hago ver a tu madre como la mala —él comenzó a reír y yo niego esperando que dejará de hacerlo. Inclusive Donato, entretenido en su labor, dejó escapar un incómodo suspiro.

—¿Por qué pensaste eso de mi madre? —curioso preguntó

—Creo que soy demasiado imaginativa

—Creo que estamos de acuerdo en algo —dijo y de prisa aparte la mirada. No, no. ¡Por qué tenía que sonrojarme en un momento así!—. ¿A ti te regañaron?




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