Solamente ámame

9. Recuerda

🎧🌷 chapter 9

 

 

 

 

A los 6 años para mí todo parecía mágico, sacado de un cuento. Deseaba montar un caballo blanco, volar, convertirme en una princesa y encontrar un hada madrina que fuera capaz de cumplir cada uno de mis sueños, pero no comprendía que el mundo estaba lleno de cosas malas. No como realmente lo creía.

Fue una noche que Amanda llegó a casa junto a su madre. Ambas se veían hambrientas, desaliñadas y agotadas. María, la madre de la pelirosa, cargaba una vieja mochila en el hombro mientras que sus ojos desesperados no dejaban de ver a su hija. Era como si los minutos para ella se tornaran largas horas y no pudiera más. Recuerdo bien su voz, rota y triste. Agitada articulaba unas cuantas palabras, se detenía, respiraba hondo y continuaba. 

Pero no recuerdo bien lo que decía.

Esa noche dormí junto a mi mejor amiga, pero podía escucharla temblar. ¿Qué había pasado en realidad?, ¿quién la mantenía tan asustada? Tal vez fue un monstruo, pensaba que tal vez era eso. Mi madre, en ese entonces, no quiso responder aquella pregunta.

La gravedad del asunto era mucho más angustiante de lo que creía. Me enteré de que ambas habían huido de casa luego de que la señora María tomará la decisión de alejarse de su esposo. Estaba harta de la violencia, humillaciones e insultos de su parte. Y es que nadie podía creerlo. Él no dejaba de fanfarronear que tenía una vida feliz, llena de amor, respeto y éxito. Que nada le faltaba. 

Y eso hacía aún más grave su afecto. Incluso cuando la misma familia de su madre decidió darle la espalda.

La gran parte de la historia no la sé, Amanda prefiere olvidarla y no puedo avanzar en un campo que le causa dolor. Pero sé que ella había nacido en un matrimonio sólido. Fue en los primeros años de vida que conoció la verdadera cara de su padre. Un hombre que se exasperaba por todo, gritaba, insultaba y prefería golpear a usar las palabras. Después de todo, para él, el respeto se formaba a base de golpes. Y Am era una niña que no merecía tenerlo en su vida. 

Y ahora, tras varios años pagando condena, fue liberado por buena conducta. 

Deseaba acercarse a su hija, construir lo que no pudo hacer en su niñez y amarla. Sin embargo, Amanda no lo quería en su vida y ni siquiera ella podía luchar contra las leyes. Menos si estás terminan dictando que debes entrar en un proceso de acercamiento con tu padre, ese mismo hombre que violentó tu vida y la de tu madre. El mismo hombre que no pudo cuidarte y amarte.

¡Una completa idiotez! Existen situaciones que ni siquiera las leyes pueden entender.

Ella toma asiento a mi lado y su mirada vaga por la congestionada cafetería. Luce pensativa y sé que ayer no fue un buen encuentro. Y que pasó la noche despierta.

—¿Quieres hablar de eso? —ella me observa y levemente asiente

—Sí, eres la única que puede saberlo —suspira—. ¡Fue un caos! Ese hombre es un canalla

—¿Quiso lastimarte?

—No, pero la psicóloga cree que mi madre inventó ciertas ideas sobre él. Que, literalmente, me ha hecho odiarlo. Es solo que no es cierto, yo lo vi, Inea. Lo vi lastimándola. ¿Eso ayuda a su favor? Para nada

—¿Una psicóloga dijo eso? No parece una psicóloga que quiera ayudar mucho

—Era una enemiga —afirma—. La detesto, es tan exasperante

—¿Pero cómo te sentiste tú al verlo nuevamente?

Guarda silencio y un profundo respiro escapa de sus labios. Ni siquiera yo puedo imaginar la cantidad de emociones que llegaron a desbordar cuando lo vio de nuevo, cuando se enfrentó al verdadero monstruo de sus pesadillas.

—Asustada —confiesa—. Tenía miedo por mamá —sus ojos brillan, llenándose de lágrimas—. Fue aterrador, ¿sabes? Ella fue tan fuerte que me siento ahora miserable por aceptar encontrarme con él. Siento que no merecía mi tiempo ni la oportunidad de verme nuevamente. Eso hace que quiera escapar de nuevo, pero ¿por qué tendría que hacerlo? No fui yo quien falló, fue su culpa

—Él debería irse de tu vida

—Quisiera —refunfuña—. Es solo que ese hombre es demasiado terco e incapaz de pensar

—Y seguramente la psicóloga no tomó en cuenta como te sentías

—Ninguno de los dos —susurra, con tristeza

—Sabes que tienes a muchas personas que te quieren de verdad, ¿no? Tu madre, mis padres, yo. No dejaremos que te siga atormentando

—Lo sé —titubea—, pero ya perdí la cuenta de las veces que prometí no verlo. Y rompí mi promesa

Su cabeza desciende hacía mi hombro dejándolo descansar, un sonido seco escapa de su nariz y siento el dolor en su voz.

Amanda se había quebrado, dejando escapar cada una de esas palabras que suele pensar y no decir. Y no le importó la cantidad de gente a su alrededor, solo quiso liberar un poco de aquella carga. Mi corazón se estruja al escucharla y mi mente no deja de imaginarla. A esa misma niña que temblaba al dormir y que creció intentando olvidarlo. 

Por eso Amanda no confiaba su corazón a ninguna persona, le costaba demostrar sus sentimientos, enamorarse sin estar a la defensiva era casi un reto para ella. Veía un problema recurrente y era eso uno de los motivos por el cual no manejaba bien una relación, terminando al poco tiempo con ello. La entendía, necesitaba tiempo, necesitaba darse cuenta que alrededor había personas dispuestas a quererla. Y que no volvería a estar asustada. 

Es solo que, ¿cómo lo demostraba? Ella necesitaba verlo, sentirse completamente a salvo. Terminé dándome cuenta que en este momento solo quería enfocarme en escuchar con atención cada una de sus palabras.

—Cuando lo vi creí que volvería a gritar, que tal vez se enojaría por mi forma de vestir o por el color de mi cabello. Pero él solo permaneció callado y te juro que me sentí mucho más asustada. Había olvidado cómo se veía, solo recordaba su voz, sus ojos, lo alto que es y cada uno de sus defectos —dijo Amanda, en voz baja—. ¿Eso es extraño? Solo recuerdo sus defectos, no hay momentos buenos, nunca existieron y aún así quiere estar cerca de mí




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.