Capitulo 5 Prt.1

#Regla 6: El amor real solo proviene de gente buena

Era temprano en la mañana en el hospital. La cafetería, aunque espaciosa, estaba llena de residentes y médicos con caras cansadas, muchos apenas comenzando su turno. El aroma a café recién hecho impregnaba el aire, mezclado con el murmullo constante de conversaciones y el ruido de la máquina de espresso.

Hannah, residente de segundo año en Obstetricia y Ginecología, estaba en la fila. Su postura relajada y su sonrisa chispeante contrastaban con las ojeras que empezaban a marcarse bajo sus ojos. Se notaba que había pasado una larga noche sin dormir, pero su energía parecía inquebrantable.

—Buenos días —saludó alegremente al llegar su turno—. Un latte frío grande, por favor, y… —giró la cabeza para mirar al chico a su lado—. ¿Quieres algo, Fer? —preguntó, notando que él tenía los ojos entrecerrados y parecía a punto de quedarse dormido.

—¡Fer! —lo llamó entre risas, sacándolo de su sopor.

El joven levantó la cabeza de golpe, parpadeando con una expresión de desconcierto absoluto. Su cabello despeinado y el uniforme arrugado delataban varias horas sin descanso.

—Un jugo de naranja —murmuró con voz somnolienta—. Gracias, Hannah —añadió, intentando sonreír, pero fallando al ocultar un bostezo. Feredico mas conocido como "Fer" era residente de segundo año en cirugía pediátrica, conocido por su dedicación extrema al trabajo y su tendencia a dormir muy pocas horas, algo que empezaba a pasarle factura

—¿Hace cuánto no duermes, Fer? —preguntó Hannah, divertida y algo preocupada, sin evitar sonreír ante su expresión.

Antes de que él pudiera responder, una voz familiar se unió a la conversación.

—¿Otra vez sin dormir, Fer? Creo que es tu estado natural.

Era Lara, residente de segundo año de cirugía cardiotorácica y amiga cercana de los dos. Su tono era ligero, pero sus ojos analizaban a Fer con curiosidad. Lara tenía una forma de ver la vida con cierto toque de sarcasmo, lo que siempre la hacía destacar.

—No lo sé… ya perdí la cuenta —respondió él, frotándose la cara con ambas manos, como si eso pudiera espantar el cansancio—. Creo que dormí... ¿cuatro horas la semana pasada?

Hannah y Lara intercambiaron una mirada cómplice antes de reírse al unísono.

—Pensé que tu turno empezaba más tarde —comentó Hannah mientras recogía su latte y el jugo de Fer.

—También lo pensé, pero las "cosas del destino" —respondió Lara, haciendo comillas con los dedos— decidieron otra cosa.

Su tono era teatralmente deprimido, y eso hizo reír aún más a Hannah. Sin embargo, antes de que pudieran seguir hablando, notaron que Fer, de nuevo, estaba cabeceando de pie. Lara aprovechó el momento para pedir su café.

—¿Y tú, Lara? ¿No te importa que hablemos un rato? —preguntó Hannah con una sonrisa traviesa.

—Podría quedarme, pero tú tienes que llevarte a este —señaló a Fer con un gesto de la cabeza— antes de que se caiga al piso.

El suspiro de Lara estaba cargado de resignación, pero antes de que pudiera decir algo más, una voz masculina resonó detrás de ellas.

—¡Cómprenme un café también!

Ambas se giraron y se encontraron con el doctor Ziva, un doctor de urgencia con fama de carismático y bromista. Su sonrisa deslumbrante y su postura relajada siempre lograban robar miradas en cualquier lugar.

—Claro, dígame, doctor, ¿qué quiere? —preguntó Lara, divertida.

—Un iced americano, por favor —respondió él, llevando su atención directamente a Hannah—. Por cierto, ¿todavía tienes curiosidad por el doctor Michael?

Hannah abrió los ojos con entusiasmo y respondió sin dudar:

—¡Sí!

Lara y Fer, ahora más despierto, la miraron confundidos.

—He estado molestando al doctor Ziva toda la semana —confesó ella, con un brillo travieso en los ojos—. Quiero saber qué tipo de persona es el doctor Michael.

—Yo también tengo un poco de curiosidad, pero por el doctor Alex —intervino Lara, con el ceño ligeramente fruncido—. A veces es un poco… raro.

—No tanto como el doctor Gael —comentó Fer, entrando en la conversación con una risa ligera—. A veces me olvido de que ellos tres son amigos... y también de que son amigos de la doctora Delilah.

Las dos chicas asintieron al mismo tiempo, como si estuvieran de acuerdo en un secreto tácito sobre los mencionados.

El doctor Ziva esbozó una sonrisa conspirativa, inclinándose hacia ellas como si estuviera a punto de revelar el secreto mejor guardado del hospital.

—Sobre los cuatro doctores más escandalosos de este lugar, puedo decirles todo lo que quieran saber. Como colega y amigo, tengo una perspectiva casi omnisciente: historial de citas, familia, y cómo son realmente. Solo necesito un café como pago.

Hannah no necesitó más. Recogió su pedido junto con el de Fer y lo arrastró entusiasmada hacia una mesa cercana, sin darle oportunidad de protestar. Lara y el doctor Ziva los siguieron entre risas, cada uno con su bebida en mano.

El pequeño grupo se acomodó en una esquina de la cafetería, donde el bullicio del ambiente parecía reducirse, creando un espacio casi íntimo. Hannah se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando de curiosidad, mientras el doctor Ziva se preparaba para hablar.

—Entonces, doctor Ziva, ¿por dónde empezamos?

El doctor Ziva tomó un sorbo de su café y comenzó a hablar, disfrutando del momento.

—Describiré a esos cuatro con una sola palabra. Complementarios. Yo los llamaría así.

—¿Por qué? ¿Es porque cada uno se complementa? —preguntó Hannah, con intriga.

—Así es. Todos se complementan —dijo, dándole la razón a Hannah—. Comencemos por Delilah, el pilar emocional.

—La única mujer, sí, ya sabemos —dijeron todos al unísono.

—Exacto, y déjenme decirles algo: ser la única mujer en ese grupo ya es digno de un aplauso. No sé cómo los aguanta, pero ahí está, siempre perfecta, siempre tranquila… o eso quiere que pensemos. Porque ojo, Delilah es seria cuando quiere, pero en realidad, es más bromista de lo que aparenta. Es esa persona que puede decirte algo tan serio que lo crees… hasta que te das cuenta de que está jugando contigo y tú quedas como un idiota.