Ziva volteo la mirada y en el fondo vio a los nombrados, soltó una risita al ver la escena peculiar, Delilah, con una ceja levantada y una expresión de ligera indignación, regañaba a Alex y Gael, quienes trataban de disimular su risa nerviosa mientras intentaban defenderse de las acusaciones. Los dos cirujanos, por alguna razón, siempre lograban meterse en situaciones que Delilah no podía tolerar, pero que a la vez no podía evitar que fueran una fuente interminable de entretenimiento para ella.
Michael, sentado tranquilamente con su café, observaba la escena con una sonrisa divertida. La imagen de Delilah, con su carácter firme y su voz autoritaria, regañando a los dos más traviesos del grupo, le parecía una mezcla perfecta de liderazgo y simpatía. Se notaba que se había convertido en el pilar de ese grupo tan peculiar de amigos y compañeros de trabajo.
Mientras tanto, el resto del día transcurrió con normalidad: cirugías, consultas, informes, y alguna que otra broma entre los residentes. Pero la tranquilidad se rompió cuando, hacia el final de la jornada, Alex y Gael se presentaron en la oficina de Michael con una mirada cómplice, como si hubieran planeado algo entre ellos.
—Vamos, Frodo, es hora de que nos acompañes a cenar —dijo Alex con una sonrisa pícara, mientras Gael asentía con entusiasmo.
Michael levantó la vista, bajando su bolígrafo con lentitud. Podía notar que algo no estaba bien. La chispa de travesura en los ojos de Alex y Gael nunca era un buen presagio.
—¿Le avisaron a Del? —preguntó, con una ceja levantada, mientras sospechaba que algo extraño estaba por suceder.
Los dos amigos intercambiaron una mirada rápida y, con una sonrisa aún más amplia, respondieron con una evasiva.
—Si... pero… No exactamente… —dijo Gael, sin poder ocultar la diversión en su voz.
Michael los miró, suspirando con resignación.
—¿Qué desastre hicieron ahora? —preguntó, ya sabiendo que no habría una respuesta clara.
Alex y Gael no respondieron de inmediato, pero sus sonrisas cómplices y los empujones hacia la salida dejaban claro que no había marcha atrás. Cuando salieron afuera, Michael, con su mirada perspicaz, notó algo peculiar. Apoyado contra un auto, estaba Ares, con una sonrisa pícara que parecía dirigida directamente hacia ellos. Pero pronto se dio cuenta de que no miraba hacia aca, sino hacia Delilah, que estaba junto a la puerta, observándolo en silencio.
—¡Así que el guapo marine vino a llevar a su doctora! —dijo Gael, con una sonrisa burlona.
—¡Cuidado con revisar mucho al marine, Del! —Agrego Alex, con su risa característica
Delilah, al percatarse de que la estaban observando, giró sobre sus talones y les lanzó una mirada fulminante. Sus ojos, normalmente suaves, reflejaban irritación y desdén, como si hubiera descubierto algo que no debía saberse. La atmósfera cambió al instante. Alex y Gael se detuvieron, sorprendidos por la intensidad de su mirada.
—¡Mierda! ¡Se dio cuenta! —dijieron ambos chicos al unisio, de inmediato sacaron su teléfono, y fingieron mostrarle algo a Michael
Cuando vieron que Delilah estaba con el marine, decidieron acercarse. Escucharon cómo Delilah iba a cancelar su salida, por lo que interrumpieron rápidamente.
—¡Es mentira! ¡Está libre toda la noche! —dijo Alex, lanzándole una mirada divertida.
—¡Solamente cuídala! —añadió Gael, sin intentar disimular su risa.
Michael, observando cómo sus amigos seguían avergonzando a Delilah, dio un paso al frente para calmar las cosas.
—Ya basta, chicos. Vamos —dijo mientras los agarraba por los hombros y los arrastraba lejos de la escena.
—¡Pásenla bien! —gritó Alex antes de desaparecer por la esquina, seguido de la risa de Gael
Michael, con una mezcla de exasperación y diversión, abrió la puerta de su auto y empujó a Alex y Gael dentro. Luego, cerró la puerta y se acomodó al volante. El viaje al restaurante comenzó, pero las carcajadas de sus amigos no pararon. Michael, con una leve sonrisa en el rostro, no pudo evitar reírse un poco también. Sus amigos eran un desastre, pero eso lo hacía todo más divertido.
Ya en el restaurante, se acomodaron en una mesa apartada, el rincón perfecto para poder bromear sin interrupciones. Michael observó pacientemente, con una mezcla de diversión y curiosidad, mientras Gael y Alex seguían riendo entre dientes, disfrutando al máximo de lo que acababan de presenciar.
—¿Saben? A veces me pregunto cómo Delilah no los ha mandado al infierno aún —comentó Michael mientras revisaba el menú, levantando una ceja.
—Porque nos ama, obviamente —respondió Gael con una sonrisa descarada.
—O tal vez porque no tiene otra opción —añadió Alex, guiñándole un ojo a Michael antes de soltar otra carcajada.
El mesero llegó para tomar los pedidos, y una vez que se retiró, las bromas dieron paso a una conversación más seria, aunque no por eso menos divertida.
—Ahora en serio, ¿notaron cómo Delilah está reaccionando con Ares? —preguntó Alex, inclinándose ligeramente hacia la mesa con una expresión intrigada.
Michael levantó la vista, tomando un sorbo de su agua antes de responder.
—Si, me di cuenta, pero no estoy seguro de qué pensar. Parecía... diferente.
—Exacto —dijo Gael, señalando a Michael con su cuchara—. Diferente. Y eso es raro en ella. Delilah dijo que estos “jueguitos” no significan nada, pero… ultimamente esas reacciones dicen lo contrario
Alex asintió con entusiasmo, apoyándose en la mesa.
—Y lo mejor de todo es que Delilah lo sabe, pero está haciendo todo lo posible por ignorarlo —añadió, divertido—. Por eso hicimos lo que hicimos para que no pudiera escapar.
—Espero que la cena que estaba evitando valga la pena —añadió Gael con una sonrisita.
Michael los miró con sospecha.
—¿Ustedes le dijeron a Ares que Delilah estaba libre hoy? —preguntó con un tono acusador.
Ambos chicos intentaron ocultar su nerviosismo con sonrisas torpes. Michael confirmó sus sospechas y les dio un golpe en la cabeza, que ellos se sobaron entre quejas.