Solamente es Cuestión de Tiempo

Capitulo 7

#Regla 4: Recuerda los corazones rotos no siempre se reparan

Era una mañana tranquila en el hospital. La luz del amanecer iluminaba los pasillos con un resplandor tenue y dorado, mientras el suave cantar de los pájaros parecía colarse a través de las ventanas ligeramente entreabiertas. Ese ambiente apacible parecía contagiarse al área de maternidad, donde el día apenas comenzaba con un ritmo sereno pero constante.

Hannah caminaba por los pasillos con pasos firmes, ajustando su bata y saludando con amabilidad a cada rostro conocido que encontraba en su camino. Mientras avanzaba, algo captó su atención a través de la ventana de una sala de descanso. Una figura familiar inclinada sobre una mesa, rodeada de papeles, hizo que se detuviera y mirara con curiosidad. Una sonrisa apareció en su rostro cuando reconoció a la persona al otro lado.

—¡Diana! —exclamó con entusiasmo, empujando la puerta y entrando rápidamente a la sala donde su colega estaba sentada.

Diana levantó la mirada al escuchar su nombre, y al reconocer a Hannah, una amplia sonrisa iluminó su rostro.

—¡Hannah! Qué gusto verte.

Hannah, todavía emocionada, se acercó con pasos enérgicos, acomodándose en la silla para sentarse frente a ella.

—No sabía que ya habías regresado. Pensé que aún te quedaban unas semanas de licencia.

Diana dejó el bolígrafo que sostenía y se acomodó en la silla, dejando escapar un suspiro.

—Eso creía yo también, pero las cosas en casa mejoraron antes de lo esperado, así que decidí volver antes. Aunque, por cómo están las cosas aquí, tal vez debería haber aprovechado más el tiempo. —Señaló los informes acumulados sobre la mesa con una risa suave.

Hannah rio junto a ella, sacudiendo la cabeza con simpatía.

—Bienvenida de vuelta al caos. Pero, sinceramente, me alegra mucho que hayas regresado.

Diana agradeció con una sonrisa cálida, y las dos se sumieron en una conversación cómoda, poniéndose al día mientras ocasionalmente interactuaban con las otras enfermeras y residentes que entraban y salían de la sala, pero eventualmente, Diana llevó la conversación a un tono más serio.

—¿Quién está a cargo del parto programado del bebé con anencefalia? —preguntó con genuina curiosidad, dejando a un lado uno de los informes que revisaba.

—Mío, yo asistiré al parto —respondió una de las residentes que estaba cerca, organizando algunos papeles.

El término llamó la atención de un estudiante de medicina que se encontraba en un rincón repasando sus notas. Levantó la vista con cierta timidez antes de hablar.

—¿Qué es la anencefalia?

Hannah giró hacia él, su tono cálido y paciente al responder, consciente de la sensibilidad del tema.

—Es una condición congénita en la que el bebé no desarrolla cerebro ni cráneo.

El estudiante asintió lentamente, procesando la información, pero su expresión reflejaba tanto curiosidad como una creciente comprensión de la gravedad del caso. Hannah, percibiendo su incertidumbre, continuó con un tono pausado y reflexivo.

—En este caso, sospechamos de anencefalia durante la ecografía de la semana 12. Fue un golpe muy duro para la madre, pero ella decidió continuar con el embarazo. Ahora está en la semana 31, y todo está bajo control gracias a un monitoreo constante. Sin embargo, cuando el bebé nazca… solo vivirá unas horas, o en el mejor de los casos, unos días.

El ambiente en la sala se tornó solemne. El estudiante bajó la mirada, visiblemente conmovido por la realidad de aquel caso. Diana, al notar el cambio en el ambiente, decidió intervenir para aligerar la atmósfera.

—Bueno, suficiente por ahora —dijo con una sonrisa, dando por terminado el tema—. Cambiando de tema... —giró su atención hacia Hannah—. Hannah, ¿El Doctor Michael está de turno hoy? No lo he visto por aquí.

Hannah sonrió mientras acomodaba un mechón suelto de cabello tras su oreja.

—Hoy el Doctor Michael no viene a trabajar; tiene su día libre.

Diana asintió, y continuó conversando con algunas enfermeras. Mientras tanto, Hannah, con una sonrisa y un leve brillo en los ojos, se perdió por un momento en sus pensamientos. Se comenzó a preguntar que estaría haciendo el Doctor Michael en su día libre: ¿Podría estar leyendo un libro extenso y complicado? o ¿Quizás estudiando algunos casos médicos, buscando nuevas respuestas sobre enfermedades? Solo imaginarlo en ese ambiente tan calmado y metódico le sacó una pequeña risa

Sin embargo, para Michael, esa visión estaba lejos de la realidad de lo que estaba viviendo…

—Perdóname por lo que vengo a decir... — cantó Alex con un tono irónico, señalando a Michael que estaba al volante. — Hace tiempo no me acuerdo de ti…

—No, no, no —respondió Gael, haciéndole el coro con una mezcla de sarcasmo y diversión

—No entiendo por qué, ahora preguntas por mí… si fuiste tú quien me dejó partir... — continuó Alex, mirando a Gael con una sonrisa traviesa. Sin previo aviso, ambos se prepararon para lo mejor de la letra.

¡Ahora hay otro en mi vida, que curó mis heridas, me devolvió la alegría! —cantaron Alex y Gael al unísono, señalando a Michael como si estuvieran dedicándole la canción. Delilah, que estaba de copiloto, no pudo evitar soltar una risa llena de complicidad. No sabía si se reía de lo ridículo de la situación o de lo bien que lo estaban haciendo.

Mientras tanto, Michael, con una sonrisa en el rostro, trataba de mantenerse concentrado en la carretera. El escándalo que hacían Alex y Gael con su karaoke improvisado no ayudaba mucho. Se dirigían hacia una cabaña que estaba a unas horas de la ciudad, el destino de este fin de semana fue espontáneo. La razón de todo esto era por petición de Delilah: hace algunos días, les avisaron que el fin de semana sería su día libre, así que ella decidió que lo mejor sería ir a descansar a una cabaña, y ahora estaban en camino.




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