Sólo cuenta hasta cien

Capitulo dos

— ¡UNO, DOS, TRES! —contó Princess of the Darkness para marcar el tiempo y entonces entré con la guitarra rítmica. 
La voz de North era extremadamente seductora, pero al principio resultaba imponente. Su estilo quedaba bien con cualquier tipo de canción. La princesa pasaba del Heavy más power a la balada más empalagosa. Así era ella en la vida real, cuando se quitaba la tonelada de maquillaje que cubría su rostro y se ponía el uniforme de la escuela. North siempre se las ingeniaba para presumir sus tachas y sus piezas más sofisticadas de cuero. La habían sancionado cinco veces en lo que va del año por llevar una chaqueta pintada a mano con el logo de Punk Bitches, la banda femenina más emblemática del Punk Rocker contemporáneo.
—Me rugen las tripas —anunció Roxy haciendo girar los palillos de batería entre sus dedos. Su cabello cobrizo danzaba por encima de sus hombros. Sin dudas era la jefa de la pandilla. No conocía criatura en cien kilómetros a la redonda capaz de desafiarla.
—Un voto por comida vegana —North levantó la mano con optimismo mientras enrollaba el cable de su micrófono. 
—¿Vegana como tu chaqueta? —se burló Roxy prendiéndose un cigarrillo. North se le acercó y la empujó con la cadera. 
—Es sintético, zanahoria —comentó divertida y después me dirigió una mirada cargada de compasión. Esquivé a North con la excusa de guardar la guitarra en la funda, pero ella logró retenerme antes de que intentara escabullirme por la salida de la sala de ensayo—. ¿Nos acompañará hoy nuestra guitarrista estrella?
—Estoy algo cansada —contesté con naturalidad, pero Roxy se me situó a la par y me pasó su brazo por los hombros.
—Vamos, acompáñanos —me animó con entusiasmo—. Betsy me avisó que se encontrará con nosotras de camino al restaurante de comida rápida. 
— ¿Betsy regresó? —pregunté emocionada. Comenzó a gustarme la idea de cenar algo todas juntas—. Pensé que llegaba cerca del fin de semana. Recién es lunes.
—Por nada del mundo se perdería tu cumpleaños —añadió North sonriente, palpando la victoria con apruebo. 
—Cierto, mañana —toda alegría se esfumó de mis labios. Cualquier festejo me daba lo mismo. 
La luminosidad de las calles aumentaba conforme nos acercábamos al centro. Betsy nos alcanzó cuando doblamos por la avenida y no nos detuvimos hasta que llegamos al restaurante. Las bandejas se llenaron de alimentos grasosos y rápidamente saldamos la deuda de hambre que nos perseguía desde que dejamos la escuela.
El vuelo de Betsy apenas había durado cuatro horas, pero aún así lucía demacrada. Hacía varios meses que había dejado de importarle mantener la buena apariencia que antes la hacía destacar. Las raíces oscuras de su cabello tenían ya varios centímetros y toda la ropa que usaba le llegaba a la rodilla. Betsy había perdido el interés por casi todo, a excepción de su bajo y la banda que satisfactoriamente nos servía de terapia a todas.
— ¿Puedo pasar la noche en tu casa? —me preguntó Betsy mientras rendíamos sacrificio a las últimas papas fritas. 
La expresión de mi amiga enseguida me hizo intuir que sucedía algo extraño. 
—Claro —concedí al instante. Su silencio durante el resto de la noche no hizo otra cosa que aumentar mi preocupación. 
—Podemos ir al cine —fue la sugerencia de Roxy cuando salimos del restaurante—. Puedo conseguir entradas gratis... 
— ¿Segura que son gratis? —la insinuación de la princesa me hizo reír a carcajadas. Roxy se peinó el cabello con los dedos y la observó con picardía.
—Descuida —replicó Roxy sonriente—. Ya sé que tú envidia es sana. Al menos yo disfruto pagar lo que consumo.
—Perra —soltó North—. Entonces, ¿qué dicen? —la princesa se volvió hacía nosotras. Observé a Betsy de reojo y ella bajó la mirada al suelo—. Dejemos que los excelentes servicios de Roxy inviten esta noche... 
—Me temo que la cebolla cruda me destrozó el estómago —me excusé fingiendo malestar.
—No fue la cebolla —comenzó a decir North pero Roxy la interrumpió diciendo:
— ¡Corran! Se viene otro de sus discursos sobre conspiraciones carnívoras. 
—Eres muy boba, ¿lo sabías? —la princesa se ofendió como cada vez que alguien se metía con su dieta—. Ojalá te devore una culebra, sería grato ver un enfrentamiento de serpientes.
—Sí, sí, como digas, reina lechuga —Roxy nos saludó con un beso en el cachete y después tomó a Roxy de la mano—. La función empieza en cinco minutos, tendremos que correr algunas calles. 
Nos quedamos observando a North y a Roxy mientras se alejaban a toda máquina. Llegamos a escuchar cuando North le gritó:
— ¿Por cuántos polvos tu noviecito te regala un balde de pochoclos extra?

 




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