Solo hasta que te enamores

Capítulo 5. Ni siquiera conocidos

Kalet

Sabía que no tenía derecho ni siquiera de pronunciar su nombre, después de aquel día todo entre “nosotros” se había roto, o bueno, yo había sido el culpable de que eso sucediese. Al tomar su brazo, inmediatamente sentí cómo se tensó, y cuando sus ojos conectaron con los míos, vi el recelo en ellos, vi el pasado, el presente y sus ojos que por muchos años estuvieron en mis sueños, y a través de ellos pude notar todo lo que había cambiado en diez años, lo que había arruinado.

— Sigues igual que hace diez años —me atreví a decir, aflojando poco a poco el agarre de mi mano en su brazo, cosa que ella aprovechó para moverse y alejarse de mí.

— Te aseguro que cambie —respondió ella con esos ojos azules mirándome directamente, siendo estos como dos témpanos de hielo que no transmitían ni el más mínimo sentimiento. Quizás sí había cambiado y yo no quería ver eso.

— Tal vez en algunas cosas cambiaste, pero no... — Mi terrible explicación fue interrumpida por un leve sonido de molestia, que obviamente había sido transmitido por ella, por Avery que ahora me miraba con ironía y rabia.

— ¿A qué viene todo esto, Kalet? — preguntó con voz apagada, como si no quisiese gastar más energía en esta absurda conversación ni conmigo.

— Nada en especial —fue todo lo que pude decir, ya que las palabras o las pequeñas frases que podían caber en esta conversación se habían esfumado con tan solo ver el rencor que ella me tenía y que para mi mala suerte me lo había ganado a pulso.

— Entonces no lo vuelvas a hacer — Murmuro de pronto ella, abrazándose así misma mientras un fuerte trueno acompañado de la luz de un potente rayo resonaba por toda la habitación poco alumbrada — En todo el tiempo que yo esté aquí tú imagina que no hay nadie, nunca vuelvas a dirigirme la palabra — Sentencio con voz a un más firme, sin pensarlo ni pestañear, Avery no estaba jugando.

— Alguna vez fuimos amigos —me atrevía a decir, aun sabiendo que esto me estaba hundiendo aún más en la miseria de mi pasado y las cosas que había hecho mal con ella, así como en la noche en la que todas aquellas terribles palabras habían salido de mi boca.

— Quizás — Su mirada fría y sus labios torcidos en una sonrisa la hacían lucir diferente, desprendían poder, y quizás un toque de malicia tan tentadora que podía llevarme a mi destrucción ahora mismo. Avery y yo teníamos un pasado que, evidentemente y con toda la razón, ella no quería recordar, pero un pasado en el que yo aún seguí pensando después de una década.

— No, Avery, no quizás, “fuimos” amigos —. En estos momentos ni yo sabía qué estaba ganando con esto, parecía un niño tonto que no superaba las cosas ni las procesaba, tenía treinta años y aún me seguía replanteando esa pregunta cada noche antes de dormir, así como hoy y ahora cada cinco segundos... ¿Y si hubiera sucedido?

Era un completo hipócrita y desvergonzado al atreverme a hablarle, a recordarle el pasado, a esperar algo de ella, a esperar a esa Avery que en la universidad me llevaría chocolate con fresas para San Valentín alegando que éramos mejores amigos y por eso lo hacía, esa chica ya no existía, porque yo la había destruido.

— Eso fue hace diez años, es pasado — Afirmó Avery volviendo a aferrarse a sus hombros con cada estruendo del cielo — Pero ahora no nos podemos llamar ni siquiera conocidos — Sentenció con una voz ahora débil, sosa, sin interés, al parecer ya había llegado al límite de su paciencia con mis estúpidas comparaciones e ideas de revivir un pasado que solo yo guardaba.

— Lo sé —exclamé, dándole toda la razón.

— Entonces ya no hagas esto... — Susurro — Hagamos como si no nos conociéramos, no tienes ni siquiera por que ser cordial — Volvió a decir — solo aléjate de mí —. Fue todo lo que dijo.

Y yo no diré otra cosa.

Solo puedo decir.

Que el sentimiento que me recorrió en este momento fue el mismo que el de ese día, ese año, en el jardín de la universidad.

Yo jamás había creído en cosas del destino, ni en nada que se le pareciera, pero, desde la última vez que la vi mi mente no dejaba de recordarme una y otra vez esa escena, sus ojos, mis palabras y el frío que hacía esa mañana, cada noche, cada uno de esos sueños en los que una y otra vez la tenía frente a mí intentando remediar lo que había hecho, pero siempre caía en cuenta de que era demasiado tarde.

Aunque hoy me daba cuenta de que tal vez el destino nos había vuelto a unir, quizás no para poder resolver esa pregunta que tanto me molestaba, quizás para intentar obtener un poco de su perdón y tener una pizca de paz en mi conciencia que no me dejaba avanzar.

— Solo este mes, Avery, solo sopórtame este mes — dije débil y sin nada más que decir.

Y nuevamente sus ojos fueron iluminados por las luces del furioso cielo, dejando al descubierto cada una de las cosas que ellos transmitían.

Eran tal y como los recordaba…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.