Solo hasta que te enamores

Capítulo 7. Muffins y fresas

Avery

Era adorable, demasiado para ser sincera, pero aun así no podía quitar de mi mente que su terrible idea de invitarme a preparar muffins con ella, el problema no era Elody, el problema era su tío, al parecer tenían una gran relación tío-sobrina, cosa que me afectaba, porque el otro ayudante de la linda niña de cabello negro era Kalet.

— Buenos días — Murmuré en tono bajo, pero que pudiese ser escuchado, porque podría detestar al hombre, pero, por nada del mundo Avery Anderson era una grosera.

— Buenos días — Respondió él, rascándose la nuca con nerviosismo, dejando en claro que él tampoco tenía ni idea de que yo también estaría ayudando en la cocina.

— Papi y mami deben trabajar aquí hoy —dijo de pronto Elody —. ¡Pero yo sé que ustedes están libres —volvió a decir antes de reír, genial! Éramos manipulados por una mente malvada de siete años que nos utilizaría para aplacar su sed de dulces.

— Elody... — Hablo Kalet de pronto —. ¿Tu madre sabe que haremos esto? — preguntó con curiosidad. Quizás teníamos que pedir permiso a Emily antes de iniciar, quizás le habían prohibido los dulces y nosotros estábamos por comenzar a preparar al menos una docena de deliciosos muffins.

— No —respondió tranquila —. Ya pregunté... — Siguió — Y dijo que sí — Siete años eran suficientes para creer que ella estaba segura de lo que decía, ¿verdad?

Por más que no quisiste hacerlo, miré a Kalet en busca de respuesta; seguro, él sabía si la pequeña malvada era de confiar o no.

— Creo que debería preguntarle — Afirmó, en tanto yo movía mi cabeza de arriba a abajo haciendo saber que estaba de acuerdo. Elody quien como toda una profesional vertía la harina en un gran tazón, levantó la vista hasta su tío.

— Sabes que a mamá no le gusta que la molesten cuando trabaja — Sentenció la pequeña, mientras proseguía con su trabajo.

A mí, en cambio, se me había erizado la misma piel al escuchar sus palabras, tal cual una película, y creo que él sintió lo mismo, porque su sorpresa era innegable.

— ¿Debemos confiar en ella? — pregunté sin importarme que fuera él.

— No — murmuró en voz baja —. Pero es mejor que ver a Emily enojada, te lo aseguro —. Afirmó Kalet, antes de comenzar a trabajar igual que Elody. Al ver que ambos comenzaban a hacer lo que sea que hicieran, yo no podía quedarme atrás y me puse manos a la obra. ¿Qué podía salir mal?

..............................................................

— Avery, eres malísima — Sentenció Elody con voz sería y divertida, era como escuché a un adulto, pero lleno de harina por toda la cara.

— Los postres nunca han sido lo mío — Afirme levantando los brazos con inocencia.

— No me digas — Murmuro Kalet, quien con los labios y el ceño fruncido veía la cocina llena de harina por todas partes — No se nota — Termino por decir y lo mire mal.

— En lugar de mirarme con ojos acusatorios, deberían preguntarse: ¿quién de los dos me va a ayudar? — Se miraron entre ellos y suspiraron, rayos!, ninguno negaba ser de la misma familia.

— Yo me preguntó lo mismo... — La voz de Emily retumbó por toda la cocina — Elody Breant, que dije de seguir obsesionada con los muffins? — Sabía que había mentido, era una locura que quisiese hacer más de diez muffins para ella sola, y claro que eran, porque de la doce que estábamos por hornear, once eran de fresa y uno de naranja, yo obviamente no podía comer ni un solo gramo de ellos, y Kalet era alérgico a la fresa, él ni siquiera las había tocado. Era obvio, pero olvidemos el hecho de que eres alérgico a las fresas y de que yo sé ese dato tan personal, ¿de dónde lo supe? Eso no importa. Lo que sí era importante era calmar la irá de Emily, quien parecía a punto de estallar, quizás si el trabajo la había estresado de más.

— Avery quería Muffins — aseguró la pequeña, provocando que abriera mi boca en un gran “o”.

— No me digas... — Exclamó — Y tu tío seguramente se iba a comer los que son de fresa? — Era imposible ganarle a su madre, su plan no había resultado como quería.

— Sí — Era innegable que eran madre e hija, a ninguna le gustaba perder. Un fuerte suspiro se escuchó por toda la cocina, mientras Emily cerraba los ojos y comenzaba a contar hasta el diez.

— Limpien, termine de hornear y fuera de mi cocina — Vocifero apuntando a cada uno de forma acusatoria antes de irse otra vez por dónde había llegado.

— Je — se escuchó de pronto y tanto Kalet como yo míralos detenidamente a Elody — Esta vez fue mejor — Su sonrisa era de una villana de telenovela, malvada y maliciosa, bueno, no tanto, solo era una niña de siete años obsesionada con los muffins y en sí con todo lo que fuese de fresa. Al fin habían estado los dichosos pastelillos que, en mi opinión, no se veían tan exquisitos, pero ella los miraba como si fuese un gran tesoro. Sus ojos brillaban mientras se pasaba la lengua por sus labios, saboreando los diez pastelillos que ahora tendría en su poder.

— Vamos Elody — Protesto Kalet — Sabes que solo puedes comer uno — Aseguro tomando la charola tan rápido que la pequeña no pudo ni reaccionar.

— Bueno, pero no comas ni siquiera uno — Indicó ella.

— Como si pudiera — Ella lo sabía y si sonrisa la delató. Cuando la pequeña desapareció de nuestra vista y a pesar de que me había propuesto ignorarlo, ni pude evitar preguntar.

—¿Crees que sea capaz de envenenarte?—pregunté seriamente, pero también con un poco de diversión.

— No —respondió él, para después pensarlo — Pero debería tomar precauciones —afirmó con una sonrisa en los labios antes de salir también de la cocina, dejándome ahora con la experiencia más rara y confusa de mi vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.